septiembre 2, 2019

Alguna vez después de una larga caminata bajo el sol, llegamos a nuestros hogares y bebimos un buen sorbo de agua para refrescarnos. Puede que un vaso lleno sea suficiente, aunque a veces con tan solo beber la mitad sentimos que basta y nos olvidamos del resto.

¿Y si en lugar de beber agua de un vaso cuando tenemos sed, lo hiciéramos de un hidrante, con una presión y una cantidad ridículamente mayor a la que realmente necesitamos?

Muy bien, no suena nada bien. Ahora imaginemos que queremos informarnos, y que, en vez de tomar una cantidad satisfactoria de información, abriéramos un hidrante a toda presión en nuestros rostros.

Lo que nos trajo hasta aquí…

El libro ‘Future Shock’ de Alvin Toffler popularizó el término de ‘sobrecarga de información’ en los 70’s. Al tener que enfrentarnos al concepto, también tuvimos que identificar su descripción. Una forma breve de comprenderlo es la siguiente:

La sobrecarga digital ocurre cuando la cantidad de información que entra en un sistema es mayor a la capacidad que tiene para procesarla. Por eso es probable que la calidad de las decisiones disminuya proporcionalmente.

Un ejemplo frecuente, son los ajustes que Facebook realizó para controlar el contenido que sus usuarios veían en el Timeline; la red social estaba perdiendo su identidad, transformándose en una especie de periódico digital, donde el contenido más relevante era la divulgación de información mediática y no la interacción digital.

Pero no hay que perder el norte. Aquí, los más perjudicados somos todos los que hacemos parte del consumo de la información actual.

¿Qué la causa?

  1. El crecimiento exponencial de los canales de información: televisión, radio, periódico, sitios web, correos, dispositivos móviles, feeds RSS, en fin…
  2. Los altos volúmenes de información creados a diario sobre el mismo contenido.
  3. La falta de metodologías de fácil procesamiento a la hora de redactar.
  4. El haber convertido al usuario en producto, bombardeándolo constantemente con una carga de publicidad para que consuma, en algunos casos, más contenido.

¿Cómo prevenirla si somos consumidores?

  1. Aprende a ignorarla. Nadie dijo que debíamos ver cada video de YouTube o leer cada post en Facebook. Consume el contenido que realmente buscas y quieres.
  2. Administra el tiempo. Que tu mejor amiga te escriba por WhatsApp no significa que debes contestar inmediatamente. Tómate tu tiempo, incluso para pensar tus respuestas con calma.
  3. Mantenlo simple. Explora el contenido más relevante y sencillo posible sobre el tema que buscas; evita dejarte persuadir por las ‘sugerencias’.
  4. Acude directamente a las fuentes. Evade la reproducción innecesaria de contenido, acudiendo a las fuentes que conoces de algún tema. Si ya sabes la página web de un portal informativo, no lo busques en Google.
  5. Mantén el balance. No permitas que las noticias negativas ahoguen tu estado de ánimo: siempre habrá noticias negativas, pero también positivas.

Los peores casos de sobrecarga de información pueden llevarnos a complicaciones personales: alterar nuestra tranquilidad, ponernos más nerviosos de lo normal y, lo peor, evitar que nuestro cerebro interprete y asimile correctamente la información que consume.

Después de leer este artículo, tómate un ‘break informativo’. Nada de Facebook, nada de Twitter o Instagram por media hora: sentirás cómo tu capacidad creativa aumenta y la tensión disminuye.