22-mayo-2020.

Por: Juan Pablo Ortega.

A la mayoría de colombianos nos gusta y nos conviene vivir en paz, al fin y al cabo, la paz es el triunfo de la seguridad. Pero para construir un país en paz, debemos cambiar de protagonistas. Un país en guerra tiene unas prioridades, un país en paz tiene otras. Nosotros vivimos en el primero, pero pensamos que estamos construyendo el segundo.

Durante estos días de pandemia la paz volvió a ser noticia gracias al nombramiento de Jorge Rodrigo Tovar hijo del exjefe paramilitar “Jorge 40” en el Ministerio del Interior para un cargo asociado a las víctimas del conflicto. Esta vez, las opiniones no sólo se han divido en bandos políticos de izquierdas y derechas –como en el plebiscito- sino que distintos actores de ambos lados han coincidido desde sus posiciones opuestas. Unos de acuerdo, otros en contra.

Entretanto, se avecina un nuevo debate en el Congreso sobre los incumplimientos de las “extintas” FARC durante el posacuerdo. El expresidente Uribe se despacha en twitter contra Iván Cepeda, argumentando supuestos vínculos del senador con la exguerrilla, y periodistas de extrema izquierda preparan una serie documental en contra de la vida del líder del partido de gobierno. Todo un país en paz, ¿No?

Yo voté sí en el plebiscito, siempre he creído que toda vida es sagrada y que ningún argumento, por seductor que parezca, puede justificar la guerra. También reconozco que nuestro nobel de paz desconoció a los colombianos que ganaron votando por el NO, y que por más cambios que le hubiese hecho al acuerdo, debió llevarlo nuevamente a las urnas.
Pero el tema hoy, es que la discusión sobre la paz, aún con un nuevo gobierno, no deja de ser contradictoria, escandalosa y superflua. Aplazamos lo importante por la morbosidad de buscar las culpas, como si un país en paz fuera la victoria de aquellos con menor cantidad de responsabilidades demostradas.

El nombramiento de Jorge Rodrigo en un cargo para las víctimas, la obsesión de las izquierdas por buscar culpables en el uribismo y el contrataque del expresidente buscando guerrilleros entre sus opositores políticos, es la demostración de un país que se acostumbró a la lógica de la guerra y que no ha podido (querido) salir de ella. La paz mal o bien hecha es una excusa para hacer borrón y cuenta nueva. Para escribir una nueva página de la historia, para renovar el lápiz, escribir con el olor de un nuevo cuaderno, y dibujar un cuento más bonito.

Lograremos la paz, no con un presidente distinto o con un nuevo Congreso. Lograremos la paz cuando seamos capaces de cambiar los protagonistas del debate, cuando la arena política no se divida en políticos sino en políticas. Cuando busquemos soluciones y no responsables. Cuando luchemos por los sueños de los no nacidos y no busquemos entre las tristezas de los desconocidos. Cuando no hablemos de víctimas y victimarios, sino de todos los colombianos. ¿Será posible? Será posible.

Imagen destacada por Sunyu.