
18-febrero-2020.

El mundo está lleno de héroes y anti héroes. A veces parece que abundan los segundos y escasean los primeros. Pero, ahí están ambos, a la orden. Solo hay que saber buscarlos. En mi caso, fue fácil. Una vez, en la universidad, el profe dijo: “Cuenten la historia de un anti héroe”. Me sentí un poco vieja al descubrir que la podía encontrar dentro de mi propio pasado. No, no me trato a mí misma de anti heroína. Sin embargo, no faltará, por ahí, el que me tenga en tal concepto. Me refiero a una amistad que tuve hace muchos años, digamos catorce.
Acababa de cometer el peor error de mi vida. Pero claro, no lo sabía. Y, la verdad no me arrepiento. Acababa de entrar en la universidad a estudiar Mercadeo Internacional y Publicidad. Estaba calientica, recién salidita del colegio y, como se supone natural, había empezado a marcar territorio y reclutar una por una mis nuevas amistades, como creando una micro-empresa o colonizado tierras. Y entre esas cayó “La Traque”, o Valentina Solarte*, compañera de la carrera y demás. Es decir, de huecos, salidas, rumbas, etc. Una niña bien particular, tanto así, que era constantemente comparada con Farina, la cantante.
Fue naciendo un grupito más de amigos en Bienestar, nuestro lugar de dispersión en la U, y todo parecía muy normal. Pero, aproximadamente dos meses después era el cumpleaños de Manuela, “Manu”, otra del “parche”, y sin más, fue apareciendo Valentina con una torta para ella. Nos sorprendimos, pero eso no era nada para lo que venía.
Valentina empezó a ser “La Traque” por los innumerables ceros en su billetera, que ella decía que su papá le daba. Para mí su amistad se volvió un maravilloso regalo de la vida. Nos invitaba a Crepes, a cine, a McDonald’s a rumbear y todos los gastos corrían por su cuenta. ¡Todos! Y claro, nosotros felices, viviendo nuestro sueño universitario. No fue solo de primíparos, esta situación duró semestres enteros.
Pero, mientras disfrutábamos de la abundante liquidez de La Traque o de “La Traqueta”, íbamos descubriendo la otra cara de la moneda: Valentina sufría de la mentira patológica, la manía a los mitos, la mitomanía.
Nos fuimos dando cuenta poco a poco. Esas cosas van saliendo a flote, mientras más tiempo se pasa con la persona. Que el novio era no sé quién, que había comprado carro, que se había besado con “x” persona, que vivía en tal lugar. Como dice mi mamá: “Más se demora en caer un mentiroso, que un cojo” y de todo nos íbamos dando cuenta en el momento indicado.
En una ocasión Valentina iba a cumplir años y la hermanita nos invitó a todos a una fiesta sorpresa que le harían en la casa. Así que llegamos allá, al Barrio Departamental. “¿No que vivía en San Antonio?”, las preguntas empezaron a surgir ¿Qué vimos esa noche? Una casa modesta, una familia humilde, una hermanita muy diferente a la que nos había descrito, un papá sencillo jugando cartas con sus amigos y tomando, según Jaime, el novio de otra amiga, trago barato. Y, más que nada, la gran cara de sorpresa de La Traque, mayor a la habitual en estos casos, al descubrirnos allá, en la morada de su realidad. Además, esa noche íbamos a salir y una amiga dijo haber visto cuando Valentina le pidió dinero al papá y éste solamente le dio diez mil pesos.
De manera que empezamos a desarrollar cierta obsesión por el tema, por el misterio, por hacer conjeturas y saber la verdad. Al fin y al cabo, era una experiencia muy inusual, algo que daba emoción a nuestros días. Y llegó a tal punto, que tuvimos dos “intervenciones”. Nos reunimos con ella y le dijimos: “Valentina nosotros te queremos, no nos digas mentiras. Sabemos que no es cierto, no nos importa si tienes novio, carro o no”. A lo que ella respondió llorando y diciéndonos: que no sabíamos con quién nos estábamos metiendo, ni en qué trabajaba su papá. Misión abortada.
Continuamos, totalmente conscientes de la situación, pero sus mentiras no dejaban de sorprendernos. Cada vez sobrepasaban nuevos límites porque la “pseudología fantástica”, otro nombre para la mitomanía, pareciera tener un progreso. Por ejemplo, en esa época, estaba de moda una red social llamada My Space y a Valentina, en su perfil, una “amiga” le dejaba constantes comentarios llenos de amor, diciéndole que era la mejor persona del mundo, que la pasaban muy bien juntas, que su amistad era fantástica ¿Fantástica? ¡Claro que sí! Pues, Carol, otra de nuestro clan, era adicta a esta comunidad y no tardó en encontrar el perfil real de la supuesta amistad de La Traque; con las mismas fotos, pero otro nombre, otro idioma, otro país, otro continente. ¡Otra vida, una real! De hecho, hasta se puso en contacto con ella y le mostró lo que habían hecho con su identidad, a lo que la londinense solo respondió: “Holly shit!”
Por otro lado, realmente nunca comprendimos el asunto de la abundancia monetaria de Valentina, si su familia tenía una panadería, que no era “El Molino” ni mucho menos “La Casa del Pandeyuca”. Y, me atrevo a afirmarlo porque Manuela dijo haberla pisado. Manu fue la principal beneficiaria de esta situación, que hasta estrenó ropa y, hoy por hoy, lleva en su cadera el eterno recuerdo de La Traque con un tatuaje que ella le gastó. Eso es lo lindo de que los tatuajes duren para siempre, ¿no?
Bueno, pero retomando el tema, Andrea, otra integrante del grupo que se revela a lo largo de esta historia, había estudiado en el colegio con La Traque y nos contó que el asunto de la abundancia monetaria era un misterio que venía desde esa época, que valentina siempre había gastado plata igual. Pero, en esa ocasión, tenía otra Manuela, otro objetivo central de su generosidad y había sido una tal Sofia. La cosa es que ni las amigas, ni los profesores, ni los papás pudieron dar con la procedencia de este dinero, ni llegando a suponer que lo robara de la panadería o que fuera prepago, nada cuadraba. Y era muy gracioso imaginarla vendiendo droga.
Como he dicho anteriormente, La Traque tenía cierto parecido a Farina y para que alguien se le parezca, debe tener la mandíbula un poco salida. Unas vacaciones, nos dijo que se había operado. Cuando entramos a la U, todos teníamos gran expectativa de ver cómo había quedado, ya que nos parecía imposible que fuera capaz de inventarse semejante cosa tan fácilmente refutable. Pues, sí lo fue.
Y falta él último acto de La Traque, antes de desaparecer de nuestras vidas para siempre. Acabábamos de entrar al siguiente semestre; después del de la supuesta operación, en el que Valentina estuvo un poco ausente. Pero, esta vez de hecho, la veíamos más en Bienestar, yendo a clase, sacando fotocopias, saliendo con nosotros, como antes. Cuando, un día, tuvo una conversación un poco extraña con Marco, uno más. En la que surgió cierto conflicto respecto al horario de una materia que se suponía que ambos estaban viendo. Pues, bien, a Manu ahí sí le picó con todo el bicho de la curiosidad y terminó en la oficina de Admisiones de la universidad, preguntando si Valentina estaba matriculada y adivinen…
Por último, queridos lectores, no me queda más que jurarles que esta historia es verdadera.
…
*La editorial cambió el nombre de la persona por respeto a su intimidad.