julio 25, 2019

Parte 2

Los Cristóbal Colón del viaje interestelar

Hasta hace poco más de 500 años se creía que la Tierra era plana y que para llegar a China había que ir hacia oriente por tierra o bordeando África. Sin embargo, Cristóbal Colón le apostó a que la Tierra en realidad era cilíndrica y usó un enfoque radicalmente diferente: ir hacia el occidente atravesando el Atlántico. También circula un chisme según el cual Colón no apostó a ciegas, sino que tenía mapas que le dieron la confianza de que sí iba a encontrar tierra al otro lado del mar. 

Hoy, los interesados en el viaje interestelar enfrentan una situación similar a la de Colón: para superar la barrera de la velocidad de la luz sin violar las leyes de la Física tal y como la concebimos hoy, se requiere un enfoque radicalmente diferente que exploramos en la columna anterior. Todavía no tenemos la tecnología para aprovechar ese enfoque (curvar el espacio-tiempo en vez de movernos en el espacio-tiempo) pero mientras la ciencia no diga que es imposible, aún cabe esperar que algún día podremos superar los desafíos de ingeniería que ésta posibilidad implica. Sin embargo, la meta se ve tan lejana y el camino tan nublado, que siempre quedará la incertidumbre de si no estaremos invirtiendo valiosos recursos en un callejón sin salida. Pero ¿qué pasaría si supiéramos con toda seguridad que la meta sí es posible, como dicen que le pasó a Colón?

Un secreto muy bien guardado

Aquí es donde entra la increíble historia de Bob Lazar, contada en un documental de Netflix. Este físico norteamericano afirma haber sido contratado por el Departamento de Inteligencia Naval gringo para intentar hacer ingeniería reversa del sistema de propulsión de una nave extraterreste. Según Lazar, trabajó en una instalación cercana al Área 51 llamada S4, donde los gringos tendrían nueve aeronaves de diferentes tipos, a las que diferentes equipos fueron asignados para intentar descifrar cómo funcionan y ojalá reproducirlas.

En medio de muchos detalles fascinantes, el que más me llamó la atención es que la nave que le asignaron a Lazar para su análisis parecía viajar entre las estrellas manipulando el espacio-tiempo emitiendo ondas de gravedad. Supuestamente, cuando los tres emisores gravitacionales de la nave se encienden, queda envuelta en una burbuja en forma de corazón que la aísla del espacio-tiempo circundante, permitiéndole flotar libremente e incluso, ser casi invisible. Al enfocar los tres emisores en un punto distante en el espacio-tiempo, la burbuja se estira y “hala” dicho punto hacia la nave. Esto en la práctica equivale a un “salto” entre el punto de origen y el punto donde se enfocaron los emisores, en menos tiempo del que le tomaría a la luz recorrer la misma distancia.   

Parte 2