julio 25, 2019

Parte 1

¿Puro cuento?

Esta forma de viajar más rápido que la luz suena bastante familiar para quienes conocemos la propuesta del físico teórico mexicano Miguel Alcubierre de 1994. Sin embargo, no es un plagio de Lazar porque divulgó su historia en 1989 cuando, según él, lo echaron de S4 por llevar a sus amigos a ver pruebas de vuelo ultrasecretas, que fue lo primero que le prohibieron.

Suponiendo que Bob Lazar esté diciendo la verdad, ¿por qué todavía el ejército gringo no ha incorporado esta tecnología a sus vehículos? En primer lugar, según cuenta el físico, el corazón de esta forma de propulsión es su fuente de energía: un elemento con peso atómico 115, que tiene propiedades gravitatorias inéditas, y que no se da de forma natural en nuestro sistema solar. Y aunque dicho elemento mágico suena a invento de cuento de hadas, en 2003 científicos rusos demostraron que sí es posible sintetizar un elemento de peso 115, al que hoy se conoce como Moscovio. Nuevamente, pareciera que la ciencia poco a poco va corroborando lo que Lazar dijo en 1989 que vió durante su trabajo en S4. Y para deleite de los conspi-paranoicos, hoy el Pentágono admite que el Área 51 sí existe y que han invertido una platica en estudiar avistamientos inexplicables, lo cual negó enfáticamente durante décadas.

La segunda razón para que no veamos todavía a los gringos usando esta tecnología es que “es imposible” a la luz de la Física según Lazar. Como Él dice haber visto esa tecnología funcionando, la única alternativa es que nuestro entendimiento de la Física es equivocado, o cuando menos incompleto. Eso explicaría que los investigadores en S4 llevaran varios años encartados sin poder entender lo que tenían en frente. Sería como pedirle al inventor de la máquina de vapor que entienda y reproduzca exitosamente un submarino nuclear sin la ventaja del trabajo de gigantes como Marie Curie (radioactividad) o James Clerk Maxwell (electromagnetismo).

El robo del siglo

Si la increíble historia de Bob Lazar resultara ser cierta, su salida del clóset tendría dos consecuencias inmediatas. Primero, dado que es imposible que semejante tecnología sea local, la nave que estudió sería la prueba irrefutable de que hay vida inteligente en otras estrellas y que no estamos solos en el universo.

Segundo, sería de lejos el robo del siglo: un secreto celosamente guardado por los militares gringos para su propio beneficio, al ser divulgado se convierte en la confirmación de que la tecnología para viajar más rápido que la velocidad de la luz sí es posible. Una ventaja de este tipo pudo ser lo que animó a Colón a arriesgarse a morir en el intento y cambiar nuestra historia para siempre. Ahora hace falta que los nuevos Curie y Maxwell de esta generación empujen la frontera de lo que desconocemos hasta que podamos viajar a otros planetas a comprobar si los extraterrestres también tienen un D1 en la esquina.

Parte 1