septiembre 4, 2019

Si en algo estamos de acuerdo todos los caleños, es que la ciudad es un colapso de movilidad vial. Seamos ciudadanos de andar a pie, en bus, MIO, carro, moto, taxi o pirata; la conclusión es una sola: Cali es intransitable.

Sus causas: la nula planeación urbanística de Cali en los últimos 30 años; el crecimiento demográfico desmedido; el desplazamiento forzado; los refugiados; la falta de visión de nuestros líderes, tanto del sector privado como del sector público; la nula inversión en vías nuevas y en la modernización del antiquísimo sistema vial; y un sistema de transporte masivo llamado MIO, mal estructurado desde sus inicios. Es más, según datos del informe de viabilidad fiscal del Ministerio de Hacienda: de 8 pesos que el MIO requiere para su operación, 7 pesos debemos subsidiarlos los caleños con los diferentes cobros que pagamos al municipio; el sistema solo es capaz de producir 1 peso.

Para agravar la situación, la administración actual, sin ningún estudio previo sólido y sustentado, nos conminó a la reducción de los carriles diseñados para los carros y motos; con el fin de ir introduciendo la movilidad en bicicleta, seguramente para cumplirle a algún amigo, lo que provocó asfixia en la movilidad en lugares claves de la ciudad: como el oriente, el sur a la altura de las universidades, el norte y sectores el oeste, donde hoy es prácticamente imposible transitar.

Es preciso señalar que el modelo Holandés, que algún “genio” de la alcaldía trató de emular, no empezó por la reducción de las vías de los carros para dárselo a las bicicletas; por el contrario, se inició con la ampliación y mejoramiento de la malla vial, la planificación urbanística limitando las construcciones de viviendas y edificaciones nuevas, con el propósito de reducir la densidad poblacional en ciertos sectores; la recuperación del abandono y del deterioro del centro de las ciudades y, sobre todo, la incorporación de los sistemas eficientes, viables y amigables con el medio ambiente como el Metro Subterráneo y del Metro Ligero.

Después de todo lo anterior, se comenzó a implementar la transición a la bicicleta de manera lenta y progresiva, con la premisa que las bicicletas no compartieran carril con los vehículos, cosa diferente a la abominación que se inventaron acá, con los riesgos sobre los ciclistas que ya han cobrado vidas.

Resultado, las personas comenzaron a montar en metro, por lo barato, rápido y seguro de viajar en él, pudiendo movilizarse entre enormes distancias en solo minutos, y optando por la conectividad entre las estaciones del metro y sus respectivas oficinas u hogares en bicicleta. El carro fue proscrito de la vida cotidiana, porque se volvió inútil y costoso.

Cali necesita un metro o esto dejará de ser el buen vividero que ha sido; se convertirá, más temprano que tarde, en una colosal pesadilla donde la calidad de vida se vea ostensiblemente reducida por los largos tiempos entre el colegio y la casa, o entre la oficina y la casa. Además, los riesgos a la vida que implicará para transeúntes, ciclistas y demás transitar por Cali.

El metro es posible, yo tuve la fortuna de estar en la estructuración del Aeropuerto El Dorado de Bogotá, y sé que con la debida diligencia, conocimiento, experticia y transparencia, la nueva administración deberá brindarle a Cali un metro; y los caleños debemos ya exigirlo nuestros dirigentes.

¡METRO PARA CALI!