agosto 27, 2019

Una de mis escenas favoritas de Star Wars VII: The Force Awakens (2015) es cuando Han Solo se enfrenta a dos mafiosos a los que les debe mucho dinero:

            Han Solo: Chicos, ambos van a tener lo que les prometí. ¿Alguna vez les he quedado mal antes?

            Bala-Tik: ¡Sí!

            Tasu Leech: ¡Dos veces!

[Mira confundido a Chewie, quien asiente]

            Han Solo: ¿Cuál fue la segunda vez?

            Bala-Tik: Tu juego es viejo. No queda nadie en la galaxia a quien puedas estafar.

Gracias a Rey y Finn, Han sobrevive milagrosamente a la subsecuente balacera. Lo gracioso de la situación es que segundos antes, él había decidido afrontar el problema muy a su estilo:

            Rey: ¿Qué vas a hacer?

            Han Solo: Lo que siempre hago, salir de esta hablando.

            Chewie: [contradiciéndolo]

            Han Solo: ¡Sí lo hago! Cada vez.

Este es un claro ejemplo de la diferencia entre tomar decisiones basadas en datos (los mafiosos) y tomarlas basadas solamente en el instinto (Han Solo).

Por un lado, los mafiosos tenían registros de sus inversiones y del resultado de cada una. Por eso sabían que las probabilidades de que Solo les quedara mal por tercera vez eran bastante elevadas y decidieron actuar.

Por el otro lado, Han Solo deliberadamente ignoraba los datos, siendo víctima de varias formas de sesgo cognitivo, como:

Sesgo de confirmación, cuando favorece información que confirma las creencias que ya tiene, así esté equivocado. En este caso, recordar solamente aquellas negociaciones que le salieron bien y haciéndose el loco cuando Chewie le recuerda aquellas que salieron mal.

Inercia cognitiva, o incapacidad de adaptarse a nuevas condiciones y mantener viejas creencias a pesar de que los datos muestran lo contrario. En este caso, negarse a ver que los mafiosos aprendieron de la experiencia y creer que como ya los ha estafado antes entonces podrá volverlo a hacer.

Hay otras formas de sesgo cognitivo, como el pensamiento de grupo (opinar como la mayoría solamente para ser aceptado como parte del grupo) o el sesgo optimista (decidir bajo el supuesto de que el futuro será mucho mejor que el pasado) en los cuales todos hemos caído a diario. Esto no es necesariamente malo, ya que son atajos que toma nuestro cerebro para tomar decisiones más rápido, casi que en piloto automático. Y está bien para las decisiones con impacto a corto plazo, como qué canción escuchar a continuación o qué sabor de jugo tomar al almuerzo.

Sin embargo, cuando se trata de decisiones importantes, con impacto a mediano o largo plazo (como quedarle mal a un mafioso con poder de acortar tu expectativa de vida drásticamente), es mejor prestar atención a los datos. Y aunque basar las decisiones en datos obviamente no garantiza que nos vaya bien todas las veces, sí mejora considerablemente nuestras probabilidades de éxito. Después de todo, nosotros no contamos con un Wookie o una Jedi para salvarnos el pellejo si tomamos una mala decisión. Y en el mundo real, usar los datos para guiar nuestras decisiones puede ser lo más cercano a tener la legendaria buena suerte de Han Solo.