19-julio-2020.

Por: Juan Manuel Obregón.

Mucho se ha hablado de las diferentes teorías que se deben implementar para atenuar los terribles efectos sociales y económicos de la pandemia, desde la apertura total de la economía con amplios beneficios tributarios a las empresas, la generación de empleo y las inversiones en vivienda e infraestructura, así como la asunción de gran parte de la reactivación y del empleo en cabeza del Estado y de sus políticas asistencialistas.

Lo cierto, es que sea cual fuere la teoría, los países y sus gobernantes, deberán modificar y reformular completamente el papel del Estado en el cierre de las brechas de desigualdad. Los efectos de esta pandemia, hicieron que Colombia retrocediera dos décadas en la lucha contra la pobreza y esté por causar la desaparición de la clase media, atiborrada de deudas y sin ingresos suficientes para detener su caída.

Lo que veremos entonces, en el mediano plazo además del hambre y la crisis social y económica, será el empobrecimiento del Estado que no tendrá la capacidad de generar los ingresos suficientes para “reactivar” la economía, subvencionando a las empresas y al sistema financiero, por demás intermediarios que han resultado poco eficientes en la redistribución del capital que le asignan vía prestamos, subsidios o beneficios tributarios.

Es por ello que hoy en día se habla con más frecuencia de una manera diferente de entender el papel del Estado en un mundo capitalista y de consumo, ejemplos como la renta básica universal, la teoría monetaria moderna, la no utilización del PIB como patrón de medida del desarrollo económico, el mito del déficit, etc.

Países desarrollados y capitalistas como Suecia, Noruega, Finlandia, Países Bajos, Dinamarca, Canadá y Alemania en cierto grado, han hecho el cambio de paradigma con un éxito tan notable e importante que hoy son ejemplo de éxito en el mundo al lograr disminuir la brecha de desigualdad a su mínima expresión, e incorporando al 90% de su población en la clase media, con excelentes coberturas educativas, de salud, seguridad social, empleo, jornadas laborales más cortas, incorporación de la tecnología y la innovación en todos los aspectos, de la vida cotidiana y sistemas de transporte, desarrollos agrícolas, urbanísticos y energéticos amigables y sostenibles ambientalmente.

Sin embargo, el siguiente paso que actualmente están dando, que promete ser el más efectivo y pertinente en la lucha contra la desigualdad y ha demostrado ser el pilar del desarrollo de sociedades sustentables, prosperas e igualitarias, es: la renta básica universal. Ojo quiero aclarar que la renta básica universal no es concepto socialista, es un desarrollo capitalista, en el entendido que el principal problema de la pobreza es la carencia de dinero, de ingresos fijos habituales, si, así de simple.

Entonces, dándole dinero en efectivo o a través de subvenciones directas a los ciudadanos o una combinación de ambos, se inyecta dinero directamente a los ciudadanos – consumidores, que utilizarían para pagar servicios públicos domiciliarios, adquirirían bienes y servicios de los diferentes sectores económicos, solicitaran créditos, y de esa manera movilizarían el mercado y por ende, la economía, en un ambiente más igualitario y próspero.

Ahora, esta política debe ir de la mano de una amplia, transparente y eficiente política estatal, que subvencione los sectores a los que no es posible o se resisten a los intentos de alcanzar la mayor eficacia en su producción o prestación, tales como la educación, el sistema de salud, las artes, entre otras, ya que en estas no podría prevalecer en el concepto de eficacia, entendido éste como la posibilidad de aumentar su capacidad productiva. Ya que por ejemplo, se podrían producir más rápidamente violines y guitarras, pero no podríamos pedirle a un violinista o guitarrista que toque más rápido una pieza musical sin estropear la melodía.

Así las cosas, estos países que gozan de un alto bienestar, son también quienes tienen un sector público grande, pero ágil y transparente, que subvenciona las áreas donde la productividad no puede potencializarse, y deja con la renta básica universal a sus ciudadanos con la posibilidad de acceder a aquellos bienes y servicios que si dependen del mercado y de la productividad, inyectando al sistema dinero y movilizando de ésta manera la economía capitalista.

La respuesta es sí, la crisis económica que se está viviendo y la que está por venir, tiene en la renta básica universal una de varias herramientas probadas en su eficacia para combatir la pobreza y reactivar la economía. Si se utiliza éste punto de quiebre para reformular lo que hemos venido haciendo por décadas y damos el paso hacia un capitalismo progresista y humanista, romperemos las cadenas del subdesarrollo y de la pobreza.

¡Sí se puede!

Con aprecio,

Juan Manuel Obregón González.