7-diciembre-2019.

De pequeña solía pensar – ojalá no sea la única – que este es un día otorgado principalmente para el juego resplandeciente, en el que la meta era encender la mayoría de velas que se pudiera; la forma del farol, el tamaño y el color de la vela eran indiferentes. Sólo consistía en el brillo, en iluminar, en brindar luz. Sin embargo, al crecer, descubrí la importancia de la oportunidad que te da esta ocasión para pedir por tu vida, o la de otros; y los colores en la vela la cual le das vida. Cada color tiene una tarea, un deseo que cumplir, una energía que transmitir. Y según lo que necesites, escoges una y le prendes fuego a la mecha.

El día de velas es mi fiesta preferida. De diciembre, esta festividad es de las pocas (por no decir la única) que tiene como propósito alegrar, pedir y agradecer. Es inocencia, la tranquilidad al encender la vela y quedarse viéndola es un lujo que sólo disfrutas esa noche y no regresa hasta el próximo año. Esta noche no sólo quisiera pedir por más éxitos o mejor fortuna, tampoco que sea sólo para mí. Claro que no, hay necesidades más primordiales que desear y las cuales nos competen a todos. Las primeras cinco velas que encenderé son las que más valor y fuerza tendrán, cada una será de un color distinto que vienen dentro del paquete. Así las cosas:

Luz por luz:

La vela roja, del amor y el valor hacia los seres preciados. Irá en dedicación hacia mis abuelas y mis hermanas, de primerazo; luego le siguen mis demás parientes y mi pareja, mi amor… También será para las familias que se han olvidado de quererse por plata, por problemas o por un partido político. Desearé que el 24 y el 31 no se vayan a pelear por la herencia que dejaron los abuelos o porque unos votaron por Petro mientras los otros votaron por Duque.

Encenderé la amarilla pensando en aquellos que no tienen voz, como los animales; o en los que sí la tienen pero no logran que la escuchen, las víctimas de todo crimen: la guerra, la violencia en sus disímiles facetas, abusos sexuales, psicológicos o laborales, una vela para quienes se nos ha negado el derecho a libre expresión y somos ignorados. El color amarillo en una vela, influencia a una mayor autoridad de palabra, una mejor comunicación. Es como si aquella o aquel silenciado, al encender el amarillo, su voz estará presente y no brillará de ausencia en el año que viene.

Encontrando la chispa

La luz azul de la serenidad y calma con uno mismo y con otros. Va para mí, mi mejor amigo, mi hermana, amigos y muchos que sufrimos de inconformismo con nosotros. Desearé que sean más las cabezas altas que las posturas bajas, que nuestra autoestima se fortalezca en magnitud, que una enfermedad mental no nos impida ser felices y que el 2019 sea el año en donde encontremos nuestro lugar en el mundo… nuestra misión. Ninguna persona merece vivir con una constante voz en tu cabeza diciéndote que “no vales”, ningún ser necesita sentir querer salir de su propio cuerpo para estar tranquilo. Por favor, color azul, que al prender tu mecha también aumenten las ganas de vida. Muchos están cansados de pensar que nada tiene sentido.

Ni una menos

Sobra decir que la vela verde será en dedicación a nuestra flora y fauna. Tendrá un lugar en la calle de mi barrio con la fe de que al día de mañana (o el primero de enero) seamos más conscientes de que árbol que cortamos, es igual a un día de vida que nos quitamos. Desearé muchísimo que entre Brasil y Colombia dejemos de coger nuestra selva amazónica de “recocha”, de ella hemos destruido 5 veces el tamaño de Ciudad de México. Colombia es conocida por tener “el pulmón del mundo” y lo estamos matando cuál cigarro. Nuestro legado y humanidad volverá a tener el derecho de prevalecer cuando tomemos como primera prioridad al medio ambiente.

Y para el final, con el anhelo desesperado por la paz, la meta de brindar protección a nuestra gente y con las ganas de pasar de una etapa de posacuerdo a la de posconflicto, encenderé la vela blanca. Hace dos años se firmó el primer acuerdo de paz, estamos pendientes de otro, aunque también nos debemos la conciliación entre colombianos. ¿No les gustaría vivir en paz por primera vez? ¿o sus hijos? De mi parte no dejaré de poner un grano de arena para que mi hermanita no tenga que ver la guerra ni por televisión. Creo que esta vela deberíamos prenderla todos, porque el país nos compete a todos, y el cambio de este comienza por un deseo.

Feliz día de velas, gente.