20-agosto-2020.

En los rituales, las velas blancas son de preferencia, ya que tiene un poder que generan efectos mágicos. Estas brindan positivismo, equilibrio y protección. En nuestra realidad, en los efectos de la violencia, las velas blancas simbolizan sangre, rencor, zozobra, llanto, masacres, viudas y huérfanos.

La multitud avanza a pasos cortos, sus cabezas están gachas, sus ojos lagrimean, sus manos derechas sostienen las velas. Los más afectados hiperventilan, los medios graban y muestran imágenes desgarradoras, el periodista le pregunta a los familiares como recuerdan a sus seres queridos,  el chismoso graba con su celular para subir el dolor de las víctimas a sus estados. Al féretro le caen flores, golpes, lágrimas y gritos que representan impotencia, los dolientes se preguntan ¿el por qué?, mientras los más fuertes intentan levantar del suelo al que no lo asimila. Llegó la hora de despedirse de quien nunca más vuelve, de quien nunca pensó en ser el blanco de los carniceros.

Los altos mandos ya dieron la orden, hay que pelar a esa gente porque están haciendo sindicato, porque pueden ser colaboradores de la guerrilla o de los paramilitares. Porque están rumbeando mucho en tiempos de pandemia, elevando cometa, comiendo caña, también porque pertenecen a pandillas que se pelean la zona o porque sencillamente la autoridad aquí no es la policía, los padres y menos los Alcaldes o ‘Duquecito’. Aquí la autoridad son los grupos que advierten con panfletos y trabajan con los dedos, no para escribir un texto crítico, para demostrar que son la autoridad y que es un deber de los ciudadanos, sumados a los otros, temerles y acatarles. Lo que siempre se dice de los hechos son solo hipótesis, se muestran capturas de los eslabones más bajos, pero lo más altos siguen masacrando con el aval de los corruptos.

No dejamos de ser la carne de los carniceros que son hábiles con lo ilícito, con evadir a la justicia, con corromper a los funcionarios, pero sobre todo, con la agilidad para realizar el tiro de gracia mientras el blanco, arrodillado, suplica que le respeten la vida. Así pasó en las bananeras, Bojayà, Mapiripàn, Chengue, El salado y Macayepo. La corte IDH condena al Estado Colombiano por violar los derechos humanos y vuelven los sofismas del Presidente, los mismos que han usado desde 1928: “vamos a llegar al fondo y a dar con los autores del crimen”.

¿Cómo van a llegar al fondo si el ejército en ocasiones no está para proteger a la ciudadanía, sino para acabarla?.  Pasó en las bananeras, el General dio la orden y asesinaron a 1.000, pasó con los falsos positivos, a los militares les prometían recompensas por el abatimiento de cabecillas- lo afirma Santos- pero cabecillas, no inocentes. ¿Cómo llegar al fondo cuando los que masacran y dan la orden solo pagan 8 años de cárcel porque Uribe promovió la Ley 975 de 2005, llamada Justicia y Paz?, ¿cómo llegar al fondo cuando para poder intentar hacer la paz hay que chantajear a las Farc y ofrecerles como parte de un derecho, participación en política, sueldo, reducción de penas, educación y vivienda? Eso no se lo ofrecen ni a los más necesitados.

Imposible llegar al fondo cuando las cifras de inocentes asesinados no son exactas, cuando se promueven leyes para beneficiar asesinos, psicópatas, mitómanos y pirómanos. Cuando Colombia es un país desmemoriado y solo se le rinde honor a las víctimas por un día de tendencia en Twitter, cuando los familiares nunca podrán hacer duelo porque han visto a sus seres queridos tirados en el piso, o peor, porque no saben en qué fosa se encuentran sus cuerpos. Cuando esos pueblos, cubiertos por sus calles polvorosas se convierten en campo santos, cuando el único escenario deportivo solo es utilizado para extender los cuerpos y hacer el conteo, “Hasta que dejen de llorar las viudas ”, dijo Gaitán, hasta que solo sea válido llorar por felicidad, eso es llegar al fondo.

El ELN, las oficinas y la delincuencia común siguen operando, por lo tanto, las velas blancas generarán efectos mágicos, cuando las lágrimas y la violencia cesen.