17-abril-2020.

Por: Juan Manuel Obregón.

Señalan los expertos en la actualidad que la desigualdad en los ingresos es multidimensional, y que ésta puede dividirse en tres:

  • Los ingresos de trabajo.
  • La propiedad del capital y los ingresos que produce.
  • El vínculo entre estas dos dimensiones. 

Las apreciaciones que arriba señalo, me sirven para ilustrar que el 10% de los más ricos en Colombia y el mundo posee el 90% del patrimonio nacional, representado en la propiedad sobre el capital, llámese este propiedad raíz y/o activos financieros, estos últimos los que generan mayores ingresos y rendimientos. Y por lo tanto el restante 40% de la población que se encuentra en la clase media, es casi tan pobre como el 50% de los más pobres, ya que, esta población tiene una participación sumamente pequeña en el capital y depende exclusivamente de los ingresos de trabajo, fruto del ejercicio de sus actividades laborales, económicas, comerciales o profesionales. “Este grupo central reúne a una población cuatro veces más numerosa que el decil superior y, sin embargo, la masa de las riquezas que posee es entre dos y tres veces inferior. Se podría estar tentado a concluir que en realidad nada ha cambiado: la desigualdad del capital sigue siendo extrema” (Piketty, 2014, p.286).

Así las cosas, con un 90% de la población dependiendo de los ingresos de trabajo, o aquellos que en el mejor de los casos tienen contratos de prestación de servicios, y teniendo en cuenta que el restante de la población vive de un salario mínimo, del rebusque o de la informalidad, nos encontraremos en una verdadera catástrofe que después de sortear los embates nefastos del Covid19, nos dejará social y económicamente en una situación, de millones de colombianos en la calle y padeciendo aún más la pobreza extrema, la escasez y la falta de oportunidades.

Pongamos el contexto, el verdadero motor de la economía, el sector privado, por su capacidad de generar empleo, ingresos y riqueza, entrará en una depresión terrible, con muchos casos de insolvencia y falta de liquidez, que los llevará a cerrar ante la imposibilidad de seguir operando o ante reducciones drásticas de gastos, entre otros de personal, que se verá reflejado en despidos y clausura de negocios, sucursales o negociaciones. Con ello, habrá más desempleo, falta de dinero, de capital y de oportunidades, generando un círculo vicioso nefasto para el 90% de los colombianos, que dependen exclusivamente del rendimiento de su trabajo o negocio. 

Ahora, estoy con la vida, por lo que apoyo totalmente las medidas de aislamiento para preservar la vida y la integridad de millones de seres humanos, lo que me pregunto es ¿Y después qué?.

La verdad es que dependemos de unas políticas públicas, sociales y económicas sumamente bien elaboradas, pensadas, analizadas y sobre todo consensuadas con todos los actores y sujetos que nos encontramos en esta sociedad, para que como un todo, salgamos adelante de éste embate del universo. 

Definitivamente, el capital humano, la educación, la investigación y la innovación, la simplificación del estado y sus trámites obsoletos y paquidérmicos,  y la anulación total de los corruptos y de la corrupción, deberán ser lo primero. Debemos transformar esa dinámica resistiendo ese mal no con violencia sino con desobediencia pacifica, votando bien, ejerciendo los valores morales en nuestro actuar e insistiendo en el beneficio común y no individual.

No es imposible, democracias capitalistas como las escandinavas lo hicieron, transformaron su estructura y metieron al 90% de las personas en una clase media con igualdad de oportunidades y accesos al del 10% superior que siguen siendo inmensamente ricos. Si se puede, se trata de elegir bien, replantear lo que conocemos y estar abiertos al cambio.

Imagen destacada por Thomas de LUZE on Unsplash