octubre 2, 2019

Por: César López.

Porque es mejor aparentar… que ser

Todo apunta a que en la actualidad, tramar a los demás con cuentos y apariencias sobre nosotros mismos es lo que más valoramos y lo que más nos valoran. No solo por los cambios que podemos hacer de nuestro aspecto físico, sobre lo cual tenemos todo el derecho, sino también de lo que finalmente somos. Aparentar algo que no es real, querer proyectar una imagen alterada de nuestra realidad, e inclusive, querer hacer negocios sobre algo que no tenemos, se ha convertido en una tendencia prácticamente aceptada por todos y sin castigo moral.

Por un lado, están las personas que buscan aparentar que poseen más dinero de lo que realmente tienen, esas son más típicas y han existido siempre. Otras, también clásicas, son las que a través de algo artificial modifican su cuerpo y nos generan dudas sobre su real aspecto físico. Y hay una última categoría, más reciente por lógicas de mercado; son las que hablan de proyectos, emprendimientos, pero en últimas no concretan nada y viven del dinero de otros. Las tres anteriores, consiguen confundirnos más cuando se proyectan a través de las redes sociales.

Entonces ya no podemos creer en todo lo que vemos y escuchamos, porque hay una gran posibilidad que sea lejano a la realidad. Toca que afinemos muy bien la intuición y la malicia para lograr entender qué es lo que sucede realmente, algo así como “piensa mal y acertarás”.

Lo más grave, más allá de estar acabando con nuestras ilusiones y jugar con nuestros sentimientos ante las fotos que vemos, tomadas con celulares que por defecto hacen un pequeño retoque digital y que en el ángulo adecuado quitan más kilos que una lipo; están los perfiles profesionales de personas “exitosas” que soportan su trayectoria solo en likes, comentarios y seguidores.

Ya no solo estamos modificando artificialmente nuestro físico con cirugías, calzones levanta nalga, fajas, pestañas, uñas postizas, maquillaje, dietas forzadas y todo tipo de productos; sino también nuestra personalidad y labor profesional a través de emprendimientos, proyectos e iniciativas soportadas solo en redes, en humo, en puro cuento.

Estamos frente a una segunda vida que combina lo artificial y modificado, con lo virtual; aparentando lo que no somos, proyectando una imagen sin un soporte real, cargada de deseos y fantasías con la que muchas veces logramos engañar a los demás. Son la nueva versión de timadores, no solo en temas económicos, sino en el plano humano, de la personalidad.

Al final tal vez sea menos difícil aceptarnos como somos, ser felices con lo que tenemos, reconocer nuestra procedencia sin ocultar nuestro pasado. Aparentar lo que no somos es muy duro para la persona que engaña y para sus víctimas, que finalmente creyeron en ella. Ser auténticos y fortalecer nuestra identidad, puede ser el gran reto de estos tiempos.