5-noviembre-2019.

Por: Carlos Sánchez.

Más tolerancia, más entender al otro

Evaluar el estado de ánimo es importante, permite dar cuenta de las sensaciones asociadas a diferentes aspectos de la existencia, lo que se hace importante, en tanto las emociones sentidas impactan desde la interacción con los demás hasta la valoración de sí mismo. Éstos instrumentos buscan dar cuenta de las formas en las que cada uno, según el ciclo vital en el que se encuentra; expresa con mayor o menor dificultad sus sensaciones y emociones asociadas a estas, danto pistas sobre su interés por el contacto con los demás, su empatía frente a las situaciones externas e incluso su forma de dar cuenta de la conflictividad diaria y la comprensión de sí mismo.

Incluso, si al disgusto y la ira que en la encuesta la una alcanza 20,3% (disgusto), y la otra 7,3% (furia), se le agrega la dificultad para resolver conflictos, la incapacidad para colocarse en el lugar del otro y los altos niveles de intolerancia de nuestra ciudad y del país, se tiene el caldo de cultivo suficiente para generar unos niveles de conflictividad cotidiana y un alto número de riñas que pueden terminar mal.

Si recordamos que la emoción es momentánea, generalmente relacionada con un reflejo, pero que el estado de ánimo se mantiene en el tiempo, entonces debemos tener en cuenta que pueden afectarse procesos cognitivos, afectivos, la conducta, y que finalmente impactarán sobre la personalidad de un sujeto.

Así, en la encuesta sobre estados de ánimo en los caleños hay que tener en cuenta que solo 4,9% de los 1.180 encuestados no pudieron identificar un estado de ánimo concreto, pero frente a estos 27,7% dieron respuestas que dan cuenta de alegría como el estado de ánimo actual de los caleños. Sin embargo, un porcentaje similar (27,5%), dijo que el estado actual es de temor, así 27% creen que los caleños son felices pero otro 27% cree que son temerosos,  y viven asustados en su ciudad o de su ciudad.

No deja de ser preocupante que el 12,4% de los encuestados den cuenta de la tristeza como estado anímico de los caleños, en tanto la tristeza es un estado de ánimo que al ser permanente puede llevar a la depresión, que en la medida que sea o no tratada adecuadamente puede terminar de manera poco sana para el sujeto que la padece o los que lo rodean.

La encuesta muestra como la idea de una ciudad feliz es realmente solo una idea, claramente solo el 27,7% de los encuestados dan cuenta de tal felicidad frente a un  67,5%, de sumatoria de estados de ánimo opuestos a la felicidad, claramente la idea de una ciudad feliz queda lejos de estos resultados.

La encuesta hace una desagregación de los resultados según sexo, encontrando que el 29,3% de los hombres consideran que el estado anímico de los caleños es alegría, pero el 23,8% de ellos plantean que es el temor; así los hombres se debaten entre la felicidad y el temor.

Por otro lado, el 31% de las mujeres asumen que el temor es el estado anímico de los caleños, mientras el 26,1% de ellas optaron por la alegría, si esta respuesta sobre el temor se suma al 18,8% de las mujeres que respondieron por el disgusto y el 12,6% que dieron tristeza como el estado animo caleño, y un 7,4% relacionaron la furia como el estado anímico, entonces tenemos una ciudad que según las encuestadas es altamente negativa para ellas (69.8% de las mujeres determina un estado negativo para los caleños); lo que significa que la ciudad, el contexto, la interacción, las formas de relación siguen dejando de lado el bienestar de las mujeres, lo que podría favorecer por tanto la agresión y la violencia sobre ellas. En tanto si para casi un tercio de ellas el estado anímico es el temor entonces tenemos un lugar que es poco adecuado, y que no brinda seguridad ni tranquilidad para las mujeres.

Cuanto más se escala en los estratos socioeconómicos, más valor gana el temor y pierde la alegría, así en estrato 4 el temor y la alegría tienen cada uno 27,2% pero en el 5, el temor sube a 32,2% y la alegría desciende a 13,2%; en el estrato 6 la felicidad solo alcanza 8,3%, el temor se escala a 33,3% y aparece el disgusto con un 45,8%. De hecho, es el puntaje más alto de disgusto de los encuestados, esto implica que las personas de menor capacidad socioeconómica asumen que Cali es feliz, mientras que los sujetos de mayor capacidad socioeconómica afirman que es temor y el disgusto es el estado anímico asociado a los caleños.

Al final esta encuesta refleja en cierta medida que los caleños no tienen una visión conjunta de su propia ciudad, que el estado anímico es variable, que la alegría es un valor en detrimento y que por el contrario el disgusto y la furia son valores en aumento. Lo que puede dar cuenta de un cansancio frente a la interacción social, un interés en dejar de preocuparse por la ciudad y por tanto encerrarse en sí mismo, una alta falta de empatía con el otro, un desconocimiento de la diferencia, todo lo cual puede favorecer acciones agresivas y violentas sobre los demás favoreciendo opciones de agresión y violencia para con el otros, especialmente si no se trata de su misma clase social.