12-agosto-2020.

Por: Francisco José Pérez Rojas.

Marcos tiene 26 años, lleva mucho tiempo sin trabajo y un día decidió crearse una cuenta en una plataforma de chat, donde en teoría podía hacer amigos o buscar empleo. En una de esas páginas se encontró con una empresa de construcción en Asia, que le prometió trabajo inmediato, solamente le pedían saber un poco de inglés y hacer una consignación para que ellos se encargaran de los otros trámites. Sin dudarlo aceptó el puesto, sacó lo que tenía de ahorros y emprendió el viaje de sus sueños. Al llegar a su destino, se dio cuenta que esa empresa no existía, y que no era la única persona que había caído en esa trampa. Ahora se encontraba solo en un país desconocido, sin nadie a quien recurrir, sin un respaldo económico y sin el trabajo que tanto anhelaba”.

Casos como este hay varios, las personas ingresan a estas aplicaciones en búsqueda de aprender un idioma, tener una conversación con alguien o distraerse de su vida diaria. Estafas como esta, falsas promesas, delitos informáticos, trata de personas e incluso contenido para adultos incontrolado; han incrementado recientemente y las alarmas en la población mundial no han tardado en sonar.  

A medida que la tecnología avanza, se ha vuelto más frecuente que muchas personas quieran usar páginas populares de chat como Omegle, Chatroulette, Quarantine Chat, Chatrandom, entre otras. Y con lo fácil que es ingresar a estos sitios, la mayoría únicamente te piden algunos datos personales. Generalmente son un usuario, una contraseña y un correo electrónico o cuenta en una red social para iniciar sesión.  

En plena pandemia, la viralidad de las plataformas ha aumentado. Si bien es cierto, que estás herramientas nos proporcionan una forma de acercarse a otros sin salir de casa, es mejor hacerle caso al dicho «no todo lo que es oro, brilla»; y tener cautela al momento de usar un chat, para evitar cualquier tipo de consecuencia.

Una de las razones por las cuales se crearon estos sitios, es la posibilidad de aprender y practicar un idioma distinto al suyo. Éste puede ser uno de los efectos alentadores. Pero tal y como se lee en la fábula de Caperucita Roja de Charles Perrault, a veces los lobos de estas plataformas están disfrazados de abuelitas que buscan cualquier cosa, menos tener una conversación amena o inocente.

Y es lo más preocupante, ante el auge de estos espacios para conversar con desconocidos. Hecho que puede confirmarse con las estadísticas de algunas partes del mundo. En Canadá, por ejemplo, con base en las informaciones de Radio Canadá Internacional: “se ve un aumento del 81% de la actividad de los depredadores mientras que en el mundo en general, esa cifra se dispara al 106%. Como resultado del confinamiento”. (…) Los depredadores están al acecho esperando que un niño caiga en la trampa. ¿Sus herramientas? Facebook. Snapchat. Instagram. Omegle. Chatroulette.”

Lo anterior no es un problema atribuible a las redes sociales solamente. Y es posible argumentar con base en la afirmación de Pierre Bourdieu hay que ocultar mostrando, cuya explicación podría ser equivalente a lo que ocurre cuando crees conocer del todo a alguien, pero sólo se ve lo que te aparece a primera vista.

No quiero que ustedes se equivoquen, y mucho menos hagan juicios de valor. No es momento de satanizar las redes sociales y mucho menos las plataformas del chat. Al fin y al cabo, no se debe juzgar estos servicios de chat por sus usuarios. Lo que se debe hacer, es racionalizar el propósito con el que se utilizan e imponer restricciones de acceso a todos los internautas.