8-agosto-2020.

Hace varios años, en un día común de mi rutina como presentador de TV regional decidí salir a buscar aventuras para promoverlas en Sin Cover, el espacio que dirigía en el Canal 14 en aquel entonces. Investigué sobre algunos deportes extremos y me topé con uno que me llamó mucho la atención: el paracaidismo, el cual, se practica, quién lo creyera, de manera continua en Cali y organizado por profesionales que realizan operaciones de vuelo cada ocho días.

Fue tanta mi emoción por aquel descubrimiento que me contacté casi de inmediato con el Sargento retirado de la Fuerza Aérea Colombiana, Luis Patiño, a quien le propuse que hiciéramos un especial sobre ese deporte para mi programa. Lo más increíble fue que no sólo me aceptó la propuesta sino que me invitó a saltar con él desde un avión que volaría a más de 10 pies de altura, (que se traduce más o menos en unos 3 kilómetros de distancia), en una caída libre que duraría unos 40 segundos. Mejor dicho, adrenalina al 100%.

paracaidismo

Sin decir más viajamos hasta el aeropuerto de Tuluá y fue allá donde mi temor a lo desconocido enfrentaría unade sus batallas más fuertes. Según me explicaron apenas llegamos fue que haríamos una modalidad llamada Salto Tándem, la cual es una variación del paracaidismo convencional en la cual una persona salta junto a un instructor unida por medio de un arnés. Lo más chévere es que los vallecaucanos somos unos privilegiados ya que esta actividad sólo se puede practicar en nuestra tierra o en Flandes Tolima, debido a las óptimas condiciones climáticas, así como de seguridad y de logística.

Pues bien, el avión estaba listo, y el entrenamiento que recibí en tierra fue muy fácil: sólo debía tener mi cuerpo en forma de arco durante el proceso, ya que quien realizaría todo el ejercicio sería “Lucho”, como le dicen sus amigos al Sargento Luis Patiño.

El ascenso duró 40 minutos y en cada momento me preguntaba, por qué me atrevía a realizar semejante locura. Allá arriba el frío era tremendo y no sabía definir qué era más fuerte en mí: si mi temor o mis ganas de vencerlo. Me di cuenta de que ya era la hora de lanzarse cuando los otros dos paracaidistas que nos acompañaban en el avión empezaron a acomodarse, siguiendo las instrucciones que mediante señas el piloto les indicaba que era momento para saltar. Sin pensarlo, salieron en segundos, uno después del otro y ¡ay Dios mío cómo me temblaba todo! Mis piernas estaban colgando en la compuerta del avión y al asomarme a ver el vacío, tuve un susto terrible. Pero como todo ocurrió tan rápido, no me di cuenta cuando Lucho y yo nos lanzamos y de repente ya estábamos en la caída. Recuerdo que sólo grité con todas mis fuerzas mientras mi instructor me recordaba que mantuviera la posición de mi cuerpo en forma de arco. A los pocos segundos (que fueron eternos) el paracaídas se abrió y sólo sentí que me había despertado dentro de un sueño: manejar la cúpula, ver el mundo desde arriba sin motores o bullicio, sentir el viento de frente… todo eso se convirtió en una de las mejores experiencias de mi vida. Les cuento que gracias a ese día, me convertí en paracaidista colombiano y llevo varios años lanzándome de aviones buscando sentir la libertad que con los pies en la tierra no logro sentir. Atrévanse a vivir el paracaidismo.