18-julio-2020.

Por: Juan Camilo Delgado.

*Este artículo contiene spoilers*

Luego de siete años de espera y 28 horas de partida, es difícil dejar de pensar en las emociones vividas dentro de cada uno de los escenarios de The Last of Us Part II. Es una obra que toma los riesgos más imprevistos en su narración a través de un conjunto de situaciones que, además de afectar el rumbo de los personajes, terminan incomodando directamente a quien los controla.

Se trata de un videojuego crudo, sin temor a exponer el lado más amargo de los sentimientos y uno de los lanzamientos más revolucionarios de esta generación, que invita a adentrarse en un viaje conducido por la venganza y la forma de encarar sus consecuencias.

Hace casi una década, la primer parte de esta aventura concluyó evidenciando el egocentrismo de Joel, un personaje que no conocíamos a fondo por la frialdad de su carácter, pero que, gracias a la relación construida con Ellie, logramos empatizar con su personalidad.

Este primer título fue una travesía acentuada por los vínculos entre sus dos protagonistas, expuestos en un mundo abiertamente peligroso y con la noción de perderlo todo en cualquier momento. Sin embargo, los años han pasado y el mundo respira una “aparente” tranquilidad que nos presenta varias maneras en las que los humanos han logrado recrear estilos de vida para intentar sentirse como en casa.

El prólogo del videojuego explora la relación entre Dina y Ellie, quienes viven el inicio de un romance caracterizado por la inocencia, la incertidumbre y la intención de apoyarse mutuamente. Es un fragmento compuesto por la serenidad de un presente en el que no existen motivos para preocuparse, salvo la rutina de acabar con los infectados más cercanos y asegurarse de que todo conserve su orden. De repente, la historia interrumpe bruscamente esa tranquilidad y en su lugar,  aparece Abby para arrebatarnos a quien considerábamos el “héroe” del relato en las dos primeras horas de juego. El asesinato de Joel es la motivación de Ellie para lanzarse hacia un abismo donde su único consuelo serán los cuerpos ensangrentados de quien se interponga en su camino.

A partir de ese momento, The Last of Us Part II se transforma entonces en una moneda cuyas caras reflejan dos sentimientos opuestos.

La primera de ellas está determinada por una profunda nostalgia manifestada en los gestos de la protagonistaen el tono de su voz y hasta en la forma de rasguear la guitarra. Un instrumento que, además de poder tocarse en tiempo real, representa la única conexión tangible con su pérdida. Cada interpretación es un salto a la amargura donde percibimos su tristeza y comprendemos su deseo de venganza.

Para remediar dicha melancolía, el videojuego introduce diferentes personajes que intentan estabilizar esa balanza de emociones y hacer su viaje un poco más agradable. Además de romper el silencio aturdidor de la ciudad, las conversaciones nos cuentan anécdotas que profundizan en entender la personalidad de quien nos acompaña. Sobre el amor, la confianza y el perdón; sobre escuchar, pero también ser escuchado; sobre cómo la fe logra dar motivos para seguir de pie o sobre cómo el miedo debe percibirse solo como un obstáculo y no como una emoción. Cada conversación en The Last of Us Part II tiene un propósito, exhibe el lado más sensible de la identidad de sus personajes y nos involucra a fondo con sus desenlaces.

Pero no son los personajes los únicos hilos conductores del tono de la historia, sino también los mismos escenarios del juego. La recreación de Seattle invadida por la maleza y sostenida por las ruinas, se integra como un fundamento narrativo que nos permite contemplar de cerca su magnitud.

Es gratificante recorrer los restos de la ciudad mientras leemos esas notas desgarradoras de quienes alguna vez tuvieron una fuente de esperanza. Por ello, se vuelve fascinante el hecho de inspeccionar apartamentos vacíos y notar que a pesar de no haber nadie en ellos, continúan cargados de significados. Ahora, si la resonancia de esas historias ajenas terminan siendo impactante para los personajes, para el jugador resultan aún más desconcertantes.

Esta percepción también se debe a una calidad gráfica que deslumbra ante la vista de cualquier espectador. Los rayos de luz filtrándose por las ramas de los árboles, la lluvia empapando la ropa de los personajes, los detalles de la piel, sus poros, sus heridas, las venas en los brazos o en las manos son los detalles que hacen de este juego algo completamente extraordinario a nivel técnico.

Lo más destacable de todo es que, pudiendo ser visualmente cautivante en todo momento, el videojuego elige ser coherente. Y en lugar de darnos amaneceres o atardeceres inspiradores, opta por lo frío, lo húmedo, lo oscuro; cualquier tipo de tonalidad que refleje miedo y vulnerabilidad. Se trata entonces de una narración ambiental que más allá de ser un espacio de circulación, es una lectura obligatoria para interpretar las emociones del contexto.

La otra cara de la moneda deja a un lado las sensaciones para mostrarnos una violencia que rebosa los límites de la crudeza y que se enciende como la chispa de una bomba que explota cuando menos se espera.

Cada individuo en The Last of Us Part II está dispuesto a despejar su camino sin cuestionar las consecuencias de sus actos, sabiendo que en su mundo no hay espacio para el arrepentimiento. Es ir hacia adelante y huir de la muerte; es disparar antes de que te disparen y hacer que cada bala cuente. Son los enemigos buscándonos en cada esquina, comunicándose entre ellos mismos y no descansando hasta encontrarnos.

Es la presión de ser brutalmente asesinado lo que obliga a detallar la ejecución de nuestros movimientos. Pero basta una flecha mal calculada para que detecten nuestra posición y el combate se convierta en un abanico de posibilidades; una hoja en blanco para que el jugador decida su mejor manera de expresarse, porque de eso se trata. Entonces disparamos, corremos o golpeamos, como nos plazca, mientras escuchamos la respiración de Ellie a punto de estallar. En esos momentos de tensión, el videojuego introduce sus nuevas mecánicas para incrementar la noción de peligro y hacer que las cosas sean cada vez más complejas.

Arrastrarnos en la hierba, trepar estructuras, o escondernos debajo de los autos, son variables que dejan a un lado la linealidad de los niveles y nos permiten despejar las zonas implementando una jugabilidad mucho más armónica.

Dejando a un lado ambas caras de la moneda, el mayor acierto de esta historia es, sin duda, la manera en la que está contada. Aunque la utilización de diferentes flashbacks pueda resultar confusa en términos de cronología, tienen la intención amortiguar la angustia del presente llevándonos a un pasado más acogedor y reconfortante. Pero la mayor sorpresa narrativa ocurre cuando el videojuego deja a un lado la venganza de Ellie y empezamos a sentir desde la piel de Abby,la asesina de Joel y quien paradójicamente, se convierte en la co-protagonista de esta odisea. Empezamos a conocerla y nos adentramos en su rutina, sus formas de supervivencia y su interminable lucha con sus amenazas, hasta llegar al punto de preocuparnos por ella y conectar con su ser.

La inclusión de un nuevo personaje tan trascendental como Abby fue una decisión arriesgada, pero totalmente necesaria. Naughty Dog hubiese podido tomar una dirección argumental que dejara satisfechos a los fans y así evitarse toda una ola de polémicas, pero el estudio se atrevió a salir de su comodidad para mostrarnos otra perspectiva a través de un personaje que, al igual que Ellie, está llena motivaciones para sobrevivir.

No se trata de una relación tan cercana como la establecida junto a Ellie, pero en mi caso, los fragmentos con Abby fueron los más memorables. Además de aproximarnos a una violencia más extrema y rigurosa, nos exhibe la sensibilidad de una mujer que de alguna manera pretende ayudar a su comunidad y que intenta mantenerse con vida. Es una fracción de la historia marcada por la fraternidad y por el interés en ayudar a quien más lo necesita, tendiendo las manos incluso a aquellos que tienen una manera distinta de percibir nuestra existencia.

Abby termina convirtiéndose en una compañera más del camino, caracterizada por un conjunto de inseguridades que fortalecen su carácter y que la motivan a seguir adelante. En un vaivén de situaciones y adversidades, nos enteramos de los motivos que la llevaron a acabar con la vida de Joel y el mensaje se hace evidente: no existen héroes ni villanos; solo personas tratando de sobrevivir e intentando cargar el dolor de su pasado.  A final de cuentas, no hay una amplia diferencia entre ambas protagonistas, considerando que sus motivaciones están guiadas por la venganza.

Después de haber empatizado con ambas perspectivas durante largas horas, el videojuego tiene la intención de ubicarnos entre la espada y la pared y nos obliga a ver lo que no queremos ver. El clímax de este relato reúne a las protagonistas en un duelo a muerte, mientras que nuestra postura como espectadores se marchita ante la situación y apretar cada botón se vuelve agonizante.

Es un combate donde el tiempo parece detenido por la espectacularidad del momento; es la agonía de dos mujeres destruidas por la crueldad de las circunstancias y sostenidas por sus últimos instintos de supervivencia, golpeándose sin piedad y haciéndonos cuestionar si lo que está ocurriendo realmente vale la pena. Pero a un segundo de materializar la venganza con sus propias manos, Ellie tiene un momento de introspección que la obliga a detenerse y canalizar su resentimiento para perdonar a Abbypero lo más importante, para trascender consigo misma y darle la vuelta a esa oscura página de su vida. De esta forma, Ellie deja atrás su rencor y logra cerrar un ciclo que, más allá de ser caracterizado por la venganza y llenar su vida de miseria, está representado por el perdón.

Finalmente, The Last of Us Part II concluye dejando en evidencia la conceptualización de la redención y las consecuencias más oscuras de nuestros actos, a través de una historia que agrupa diferentes premisas para hacernos reflexionar sobre la vida y las decisiones que giran en torno a ella. Es una aglomeración de situaciones que superan lo convencional, que fragmenta la normalidad narrativa y que se atreve a sensibilizar diferentes temáticas en un contexto donde no existe la esperanza. Es un paso en la industria del entretenimiento interactivo y uno de los videojuegos más importantes de la nueva década.

Valió la pena cada año de espera.