¿Y cuál es esa felicidad de la que todos nos hablan?
Inesperadamente son quienes más vacíos están.
Cruelmente son quienes más nos obligan a buscarla…
¿Realmente hacemos caso?

Salgo de mi estado de brusquedad,
Me desahogo de mi intranquilidad,
Me convierto en un vagabundo que sale en busca de ello.
De eso banal, común e incierto.

Por más que recorro la vida,
En esta corta edad por la que he vivido,
Nada que la hallo en momentos, como mencionan los libros.
Sólo son un día, una noche, tristes e inconsoladas…
Con momentos de sonrisas y carcajadas,

Que no traen real felicidad a mí ser.

Y salgo de mi corazón.
Abro esa puerta apeñuscada y de madera podrida,
Encuentro que afuera hay más luz de la que podía imaginar…
Y emprendo un viaje sin afán, donde la brisa del universo me acompaña,
Salgo mañana a mañana,

Vuelvo en la oscuridad a encontrar la apacible tristeza que no se va.

Busco en la naturaleza, animales y plantas preciosas…
Y me divierto con las hazañas de la biología,
Pero se quedan sólo ahí, en diversión desproporcionada y sublime,
Y por más que me quiero quedar, me da por irme,
Y seguir mi camino aburrido, solitario y rodeado de regocidad.

Me pongo a mirar el cielo, creo imágenes con las nubes,
Que en realidad son sólo diseños del inconsciente puestos sobre mi cielo.
Imágenes fugaces, amarradas a un viento que se dedica a distorsionarlas,
Dolor eterno porque ni lo que creo con mi mente me alegra la existencia.

Y me rindo.
Vuelvo a mí corazón con un camino lleno de decepciones,
Con una maleta que esperaba llenar de verdadera felicidad,
Que me alcanzara para toda una vida de tristeza, pero sólo traje polvo en ella…
Y me tomo un trago de vino… pero del cansancio se me resbala y se quiebra la copa.

Me da impotencia, me da ira, y busco un paño para limpiar el vino.
Primero recojo los vidrios rotos que me pueden cortar,
Agacho la mirada y encuentro mi felicidad.
De la forma más infeliz la hallé… ahí está y entendí todo.

Para muchos la felicidad se centra en una persona,
En un logro, pasión o sólo un común “Carpe Diem”…
Para mí…
Mi felicidad se encontraba bajo mi mandíbula. Bajo mi cabeza.
Agarro el fragmento de vidrio más grande, y me coloco de pié.

Tengo una sonrisa en mi rostro. Es indescriptible…
Mi felicidad, muy distinta a las comunes, estaba ahí.
Llevé el vidrio a mi cuello y lo acaricié como si de un gato se tratara.
A su paso por él me iba cortando poco a poco, pero el dolor se volvió mental.
Estaba felíz porque me había visto.
En ese reguero de vino pude observarme,
Y aún cansado y con problemas de oscuridad,
Me vi pleno, con vida, con fuerzas para seguir escribiendo…

Mi felicidad siempre estuvo ahí.
Dentro de mí corazón,
Dentro de mí.
Yo siempre fui mí felicidad, y me la pasé buscando fuera de sí.