Después de casi 30 años de lucha, finalmente es posible divisar algo de justicia.

Por: Jonathan David Tangarife Quintero.

El pasado lunes, 30 de enero, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al Estado colombiano por haber sido responsable del exterminio de los miembros de la Unión Patriótica (UP), el cual dejó un saldo de más de 6.000 víctimas, entre asesinados, desaparecidos, secuestrados y perseguidos desde la década de los 80.

La UP es un partido político colombiano fundado en 1985 por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Partido Comunista Colombiano, como producto de los acuerdos entre dicha guerrilla y el gobierno del entonces presidente, Belisario Betancur, con el objetivo de tener una representación legal en el Congreso de la República.

Este movimiento político ha sido perseguido incluso desde antes de su fundación oficial, después de la cual fue asesinado el primer congresista del partido en 1986. Según el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, Todo pasó frente a nuestros ojos. El genocidio de la Unión Patriótica 1984-2002, dicha persecución a la UP dejó un total de 4.153 personas asesinadas, secuestradas o desaparecidas. Sin embargo, a lo largo de los años, diferentes entidades han proporcionado cifras diversas en cuanto a la cantidad de víctimas. Por ejemplo, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), a través de un informe publicado en el 2022, afirma que entre 1984 y 2016 fueron asesinados 5.733 militantes de la Unión Patriótica. Espantoso.

Cómo olvidar aquella triste época entre 1989 y 1990 en la que la violencia nos arrebató, como país, la esperanza renovadora de un cambio positivo en la política nacional. En 1989 nos mataron el liderazgo y la mentalidad progresista de Luis Carlos Galán, y en 1990 se llevaron consigo los ideales encarnados por Carlos Pizarro y el entonces líder de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo. Todos ellos candidatos presidenciales para las elecciones del 90. Todos con un deseo incesante de cambiar a Colombia.

“Quiero hoy expresar en este acto público, como Presidente de la República y como Jefe de Estado, que el exterminio y desaparición de la Unión Patriótica jamás debió haber ocurrido; y reconocer que el Estado no tomó medidas suficientes para impedir y prevenir los asesinatos, los atentados y las demás violaciones, a pesar de la evidencia palmaria de que esa persecución estaba en marcha”, dijo en su momento el expresidente Juan Manuel Santos, ante cerca de 200 personas, entre líderes de este movimiento político y sobrevivientes del genocidio.

Sin embargo, no todo es negativo, hubo valientes guerreros y guerreras que superaron aquel yugo y que, junto a descendientes de algunos militantes asesinados, continuaron con sus luchas: por un lado, buscar justicia, por otro, establecer y materializar gran parte de las ideas del partido político en un gobierno popular. Lo primero acaba de obtener un gran avance a través de la sentencia de la CIDH, y lo segundo se cumplió el pasado 7 agosto del 2022.

Ejemplos vivientes de lo anterior son los hoy congresistas Aída Avella (sobreviviente de la persecución) e Iván Cepeda (hijo del asesinado militante de la UP, Manuel Cepeda), quienes recibieron alegremente el veredicto de la Corte.

Por su parte, Avella afirmó lo siguiente: “Después de 29 años de trabajo incansable, se reconoce que en una supuesta democracia asesinaron a nuestros compañeros y compañeras militantes y simpatizantes”. Mientras que Cepeda declaró que, para él, este acontecimiento marca un precedente para que en Colombia no se vuelva a repetir esa historia.

Luego de un proceso judicial de casi tres décadas, por fin Colombia puede sentir un poco de justicia frente a este caso. No obstante, no se debe olvidar que actualmente se siguen presentando persecuciones y asesinatos contra aquellos que piensan y actúan diferente a como nos tiene acostumbrados la derecha de este país. Se siguen asesinando líderes y lideresas sociales, se siguen perfilando e intimidando a quienes votaron por el gobierno Petro y, principalmente, sigue habiendo muy poca tolerancia frente a las diferentes maneras de pensar y de ver el país. Es inconcebible e irracional que un establecimiento haya perseguido a más de 4.000 personas solo por lo que había en sus cerebros, es inconcebible e irracional que hoy en día nos sigamos matando entre nosotros solo por no estar de acuerdo en términos de ideologías políticas. Ya no más. Basta ya. Basta de violencia, intolerancia, genocidios. No sigamos repitiendo la historia.