Trey Patterson
El plan era simple y durante las horas de sueño, los órganos se debatían en una acalorada discusión sobre quién lideraría la rebelión. Después de numerosos argumentos, la boca y el recto llegaron al acuerdo final que daría inicio a la insurrección. Todo era estricto, ambos agujeros cambiarían sus funciones; por ende, la boca dejaría de funcionar para comunicarse o comer, cediéndole dichas facultades al ano, que ahora sería quien, literalmente, tomaría la voz del cuerpo. Entonces, la parte bucal haría las veces de cavidad rectal y los órganos digestivos deberían hacer una modificación en sus funciones, intercambiando roles y secuencias; aunque la vesícula y el páncreas fueron los primeros en quejarse frente al inesperado cambio. La decisión era unánime pese a las quejas de algunos órganos, y poco a poco el plan empezaría a cumplirse según lo pactado.
Ni los huesos ni las neuronas discreparon, tan condescendientes como los músculos o las adyacentes acumulaciones de grasa. Luego del cambio en el ano y la boca, todos los demás agujeros deberían cerrarse por completo al unísono. Los oídos quedarían sordos, los párpados se sellarían sin liberar a los ojos cautivos, la nariz dejaría su labor, dándole un descanso a los pulmones, quienes descansarían finalmente; una vez la primera fase de la transformación fuera concluida, logrando así una muerte total que apagaría la vida en el mundo. Además, la sangre debería coagularse y volverse sólida dentro de las venas para rematar así la jugada mortal. La humanidad no estaba preparada para el cataclismo que venía y estallaría sin aviso, tomando a los humanos sorpresivamente. Era el fin del mundo pero esta vez, no sería una amenaza externa la que barrería con los humanos en menos de un minuto; el agresor se gestaba en su interior y no podían escapar a él, nadie sobreviviría.
“La humanidad no estaba preparada para el cataclismo que venía y estallaría sin aviso, tomando a los humanos sorpresivamente”
Y había aún un miembro del grupo que se negaba a participar directamente. La piel era la única que siempre estuvo indiferente durante las negociaciones que el cuerpo hacía, además no se le dio ningún cargo especial durante la operación, por lo que su presencia era irrelevante. Pero ella también tenía su designio que ejecutaría sin remordimiento, entorpeciendo la jugada y demostrando que sin ella, nada saldría bien. Así, la piel decidió actuar sin consentimiento y engullirse a todo lo que había dentro, tragándoselo todo irremediablemente. Al comenzar su macabro procedimiento, consumió los huesos, los músculos, destruyendo la forma anatómica normal y reduciéndose poco a poco, tal como un globo sin aire, se encogía lentamente. Todos los órganos se sorprendieron al ver su espacio comprimirse y aunque el cerebro luchaba por evitar la hecatombe, todos sucumbieron. Ni los gritos heridos del ano parlante, ni la fuerza de los bíceps o los abdominales pudieron frenar el poderío de la piel que, segundo a segundo, los comprimía a todos. Fue solo cuestión de tiempo para que todos los cuerpos quedaran limitados a un ano, minúsculo e insignificante, el principio y el fin de toda corporeidad.
Autor:
Francisco Ruiz
francisco.ramones@hotmail.com