Desde su despido las cosas no han sido fáciles para Inmarcesible García.
Le gustaba fantasear con la idea de una vida sin dinero, ¿qué pasaría si no dependiéramos, a extremos casi irracionales, de éste? Ya casi no juega con ese pensamiento y, aunque cuenta con el apoyo de sus seres queridos, se ha convencido de que no sólo de amor vive el hombre.
Hoy tiene su quinta entrevista, lo que indica que va por buen camino. El cielo está nublado y el tráfico se mueve despacio, como si alguien lo reprodujera en cámara lenta.
A unas cuadras del lugar García se las arregla para parquear en una acera. Emprende su camino a pie, primero camina y luego, cuando unas gotas golpean su cabeza, corre.
“Aunque cuenta con el apoyo de sus seres queridos, se ha convencido de que no sólo de amor vive el hombre.”
Ya en el ascensor se arregla el pelo y se ajusta la corbata. Asume que es la última entrevista. Repasa mentalmente un par de respuestas a posibles preguntas. Está preparado.
En la recepción, después del saludo, la secretaria le dice: “el señor Álvarez lo atenderá dentro de poco”. “Álvarez, ¿el presidente?” pregunta asombrado. “Sí, por favor tome asiento”.
Se distrae con unos ejercicios de respiración. Su ritmo cardiaco baja y afirma su confianza; siente que está preparado para una entrevista hasta con el mismísimo diablo. La secretaria le avisa que puede seguir.
Álvarez lo saluda e invita a sentarse en una mesa circular que tiene encima una botella de Whiskey, dos vasos y una hielera. Sirve los tragos y le dice: “Podría decirse que el puesto ya es suyo. Sáquese de la cabeza que esto es una entrevista, véalo más bien como una reunión entre amigos”.
García se relaja y habla libremente. En algún momento llega a pensar que podría convertirse en buen amigo de uno de los empresarios más poderosos del país.
Al momento de despedirse, cuando estrecha la mano de Álvarez, éste lo mira fijamente a los ojos y le dice sonriendo: “señor García, sólo necesito hacerle una última pregunta para confirmar su ingreso a la compañía”.
En su estado alegre y dicharachero, Inmarcesible García siente que puede responder lo que sea.
“¿Cuál fue su voto en el plebiscito, SÍ o NO?”
¿Qué responder? Si dice SÍ, Álvarez lo podría acusar de traidor, Castrochavista y demás títulos, pero igual le da responder NO, lo que lo dejaría como un enemigo de la paz, un partidario de las balas y la muerte. “¿Cuál habrá sido el voto de Álvarez?”, piensa García.
Inmarcesible García se siente presionado como nunca bajo la mirada inquisitiva de Álvarez que le exige una respuesta; sólo atina a responder:
“Yo no voté”.
Álvarez lo mira sorprendido y en un tono seco, sin rastros de la camaradería previa le dice: “Puede retirarse, nos comunicaremos con usted”. García Agarra su chaqueta y sale cabizbajo de la oficina.
La llamada nunca llegó. Aún no encuentra la fórmula para sólo vivir a punta de amor.
Autor:
Juan Manuel Rodríguez
@Vielecht