Los exmiembros del batallón La Popa aceptaron su responsabilidad por el asesinato de 127 personas que hicieron pasar por bajas en combate. En la audiencia intervendrán autoridades indígenas del pueblo Kankuamo y Wiwa.

Una docena de militares reconocen este 18 de julio los asesinatos de inocentes que hicieron pasar por bajas en combate cuando eran integrantes del batallón La Popa, entre 2002 y 2005. En Valledupar, ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y ante el país, reconocerán que, presionados desde altos manos del Ejército por mostrar resultados, asesinaron a civiles bajo dos modalidades: bien fuera en alianza con paramilitares o eligiendo a sus víctimas entre personas en condiciones de vulnerabilidad.

Detalles públicos de la dinámica de las ejecuciones extrajudiciales

El sargento (r) José de Jesús Rueda Quintero reconoció su responsabilidad como comandante de pelotones como “Zarpazo”, que según la documentación aportada a la JEP funcionaba exclusivamente para aumentar los positivos en combate de manera ilegítima. Rueda Quintero quedó cara a cara con los familiares de la casi decena de víctimas que asumió en la justicia transicional. Empezó su discurso asegurando que cuando llegó a La Popa, en 2002, jamás había escuchado de estrategias tales como las ejecuciones extrajudiciales, pero su vida cambió una vez se adentró en el Cesar.

Explicó que, durante los primeros días, incluso estando de civil, jefes paramilitares se le acercaron y le propusieron entregarle positivos como si de mercancía se tratara. Encontró en el Batallón que la alianza era un secreto implícito entre los militares. Rueda Quintero aseguró que aceptó el trato siempre y cuando le entregaran guerrilleros para su muerte, la cual se iba a simular en combate. El 21 de octubre de 2003, le llevaron a un joven y le dijeron que se trataba de un criminal. Ordenar su asesinato terminó, en 2015, en una condena de 34 años de prisión en la justicia ordinaria.

“Recibimos a Wilfrido Chantrix Quiroz, para darlo de baja. Ya lo traían con armamento las autodefensas de alias JJ. Le dije: ¿usted es guerrillero? ¿Usted conoce de la región? Me dijo: sí. Se dio la orden de darlo de baja. Posteriormente nos enteramos de que no era ningún guerrillero, sino era una persona del pueblo y aparte de eso tenía un problema de salud. Empecé a entender en mi sentir que había perdido el norte, mi esencia, mi naturaleza”, agregó el militar. Chantrix Quiroz era un reciclador con deficiencias mentales.