Por: Francisco Alejandro Calderón Cortes
Revista El Clavo. Edición 17. Año 2004

“¿Las aceras? Invadidas de puestos de baratijas que impiden transitar. ¿Los teléfonos públicos? Destrozados. ¿El centro? Devastado. ¿La universidad? Arrasada. ¿Sus paredes? Profanadas con consignas de odio “reivindicando” los derechos del “pueblo”. El vandalismo por donde quiera y la horda humana: gente y más gente y más gente y como si fuéramos pocos, de tanto en tanto una vieja preñada, una de estas putas perras paridoras que pululan por todas partes con sus impúdicas barrigas en la impunidad más monstruosa.”

La virgen de los sicarios
Fernando Vallejo

¿Qué es la ciudad? Intentaríamos definir la ciudad como lo define un diccionario corriente: población grande. Muy corta definición. Esforzando nuestra capacidad de conceptualización, podemos definir la ciudad como ese espacio físico (apartamentos, casas, edificios, parques, estadios) donde se asienta esa población grande. Definición un poco menos corta pero necesitamos una un poco más abarcadora. Vayamos a una de la obras de Armando Silva1: “fundamentalmente la ciudad es una red simbólica en constante construcción y expansión”. La ciudad no son sólo los aspectos físicos o tangibles construidos por esa población grande.

La ciudad como la novela, es un cruce de miradas, de discursos y de diferentes lenguajes, que provienen de diferentes modos de vivir en la ciudad, de apropiarse de sus lugares físicos

Una red simbólica que la sostienen los hombres y las mujeres de carne hueso, ya que son estos seres quienes hacen uso e interiorización de los espacios donde desarrollan su vida. Esto es lo urbano. Entonces, la ciudad la concebimos como un escenario del lenguaje, de evocaciones y de sueños, de imágenes y de variadas escrituras, desde luego… es un escenario para lo literario.

El epígrafe nos ejemplifica la definición que esbozamos de lo urbano. Estas palabras son del polémico escritor antioqueño Fernando Vallejo; son las palabras que nacen desde su interior al enfrentarse con la nueva ciudad de Medellín, luego de un buen periodo de ausencia. Es su configuración, mediante la palabra escrita, de su visión de lo que es la ciudad de Medellín; “Metrallo” para otros.

Si nos adentramos en las palabras de otro escritor para ver lo citadino convertido en lo urbano; escuchemos lo que dice el mitológico escritor caleño Andrés Caicedo sobre la ciudad de Cali; esa ciudad de los utópicos y sonoros años sesenta: “claro que uno no se olvida. Y cuando vienen los días en los que me siento solo, me voy para la montaña de mi aventura a ver los obreros que construyen edificios para los VI Juegos Panamericanos. Exactamente encima del túnel mío han construido una torre de propiedad horizontal, y ya no queda nada de montaña: han puesto parques de recreo para los niños de los edificios. Seguro el túnel les sirvió mejor para levantar los cimientos2. Cómo evocaba este efebo escritor los espacios de verde que estaban siendo arrasados por la vegetación de cemento. ¡Las benditas gracias modernistas de las cuales fue testigo Caicedo!

Conozcamos otra mirada que posee otro avezado escritor sobre ese espacio físico llamado ciudad. Vayamos a las páginas de Sin remedio, la novela de Antonio Caballero: “nada de todo eso existe, sin embargo. El porte de armas de guerra está prohibido con rigor, como lo están la venta de Marlboro y la importación de Kawasakis. Nada de lo que veo es cierto. Bogotá, que ahora se llama así en lenguaje vulgar, pues en el burocrático recibe el nombre de Distrito Especial. No es Bogotá, es la Atenas Suramericana y ha sido muchas cosas: Santa Fe, Bacatá. Se ha ido cambiando furtivamente el nombre, como quien al dormir en un hotel de paso deja un nombre supuesto3. La ciudad en los vericuetos de la novela.

La ciudad como la novela, es un cruce de miradas, de discursos y de diferentes lenguajes, que provienen de diferentes modos de vivir en la ciudad, de apropiarse de sus lugares físicos. En el espacio llamado ciudad y en la construcción narrativa llamada novela, nacen reflexiones de algunos de sus habitantes; reflexiones profundas que casi chocan con la concreta praxis. Ante la mirada atónita del escritor que recorre la ciudad que le ha tocado en suerte, está el acompañamiento que realiza un posible lector que se convierte en cómplice de los pasos por la ciudad descritos por el acucioso escritor. Unos pasos sigilosos por las eternas calles en donde sobrelleva, a rastras, el peso de lo existencial…

…Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla

Octavio Paz

1 Silva, Armando. Imaginarios urbanos. Tercer Mundo Editores. Bogotá. 1992
2 Caicedo, Andrés. El atravesado. Editorial Norma S.A. Bogotá. Colombia. 1997
3 Caballero, Antonio. Sin remedio. Editorial La Oveja Negra Ltda. Bogotá. Colombia. 1984