Por: Samir Jiménez

¿Qué debemos encontrar?

Al trascurrir los días, se puede corroborar cuán perdidos andamos los seres humanos en la búsqueda de lo que no podemos o quizá no queremos encontrar. La incertidumbre aumenta cuando intentamos hallar lo ideal y perfecto en lo falaz y superficial, pero el problema no está aquí ni alrededor ni mucho menos en la distancia de la indiferencia. El problema está con nosotros, convive en nuestro interior. La pregunta sería: ¿qué es lo que hay que encontrar?

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Vivimos en una época donde prevalece lo material y se pretende tener más a pesar de no necesitarlo, donde el valor de las personas se encuentra mediado y condicionado a su nivel social y en ciertos casos, cultural. Las personas se preocupan por asuntos banales que, en ocasiones, son necesarios, pero que en desmedida son estúpidos. Hoy más que nunca se le rinde tributo a lo somero, lo externo, lo aparente, lo visible, a lo inmediato y la vida se pasa sin razón, sin sentido, se escapa entre los dedos como el agua al pretender atraparla.

Ya no me sorprende la indiferencia de las personas cuando voltean la mirada y les dan la espalda al dolor y sufrimiento del otro, aunque ese otro sea su hermano. Pero sí me sorprende la facilidad con la cual se camuflan como seres humanos y andan por la vida alardeando que su ideología, su dogma, sus creencias están por encima de otras. Cuán fácil es invalidar a los demás y no reconocer que las diferencias nos hacen únicos, pero, ¿únicos para qué en una sociedad estandarizada y homogénea que busca uniformar los pensamientos de todos?

La libertad cada vez es menos libre, tenemos todo un sistema que nos indica quiénes somos y cómo debemos pensar y actuar en el show de la existencia, lo triste, es que la gran mayoría no se ha percatado de ello, o peor aún, no le importa, no le interesa, porque ¿para qué pensar? Es una labor sin oficio. Es infinitamente mejor que otro piense por mí, pero luego nos sorprendemos por vivir sometidos ante otros que se erigieron como superiores y gobiernan nuestra voluntad y dominan nuestra razón, como lo pensaba Kant en la Ilustración.

Al igual que José Mujica en su discurso ante la ONU, considero que es posible un mundo con una humanidad mejor, que se preocupe por la vida y también la vida de los demás, no solamente por la propia. El mundo necesita utopías que cada vez sean menos utópicas, sueños que se hagan realidad, seres humanos que se preocupen por el prójimo sin esperar algo a cambio y lo respeten por el solo hecho de existir, de reinventar y transformar realidades individuales y colectivas, necesita pensarse una sociedad colmada de buenas personas sin que importe de qué lado de la línea se encuentren.

Quizá lo que haya que encontrar no sea nada menos que lo profundo, lo trascendental, lo sublime de las pequeñas cosas, de aquellas que no podemos ver, porque, como le dijo el zorro al Principito: “Lo esencial es invisible ante los ojos”, y muy seguramente a esta sociedad le haga falta más corazón y humanidad para poder verlas.

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