Absténgase aquellos espectadores que padecen coulrofobia: estas películas nos dejaron aterrorizados con los payasos más inquietantes de la historia del cine.

Los Payasos siempre han sido sinónimo de terror para muchas personas, por eso el cine de terror y los comics se han valido de esta figura para infringir y representar el miedo en tantas ocasiones.

Es más, el miedo a los payasos está ‘tipificado’ en el diccionario de las fobias y se llama coulrofobia. Dicha fobia se define como un terror irracional hacia los payasos y los mismos, y afecta especialmente a los niños… aunque tu y yo sabemos que también afecta a adultos de todo pelaje. En conversaciones sobre las causas de la coulrofobia, los pacientes coinciden en que lo que más les aterroriza de los payasos es el maquillaje excesivo, a menudo acompañado de la nariz roja y del color extraño del cabello, que les permite ocultar su verdadera identidad.

Una maravilla para cualquier persona que se tiene que enfrentar al Pennywise de IT, vaya.

It (Tommy Lee Wallace, 1990)

Pennywise quiere que vayas a jugar con él allá abajo, un lugar donde todos flotan, donde todos flotamos… un algo (it) de naturaleza desconocida que adopta diversas formas para mutilar y asesinar niños a lo largo de los años en un pequeño pueblo de Maine. Su look más recurrente y más malrrollero es el de payaso, claro. Tim Curry nos puso los pelos como escarpias en esta miniserie de culto que va a dar lugar a un largometraje que promete muchos más sustos (la caracterización del clown es todavía más tenebrosa).

Jack in the box (Frank Kerr, 2009)

Quien más quien menos ha tenido en casa esa cajita sorpresa a la que le dabas cuerda y ¡zas! Aparecía de su interior, disparado por un resorte y un muelle, un payaso con cara de joker y una sonrisa que no presagiaba nada bueno. En esta serie B, que funcionó de coña en el mercado doméstico del dvd, el payaso cobra vida y se dedica a pintar de rojo sangre las habitaciones de los niños. Ideal verla en programa doble con ‘Poltergeist’ (da igual la versión), que es menos gore, pero que tenía un payaso de juguete la mar de horripilante.

Killer Klowns (Hermanos Chiodo, 1988)

Solamente en las postrimerías de los 80 podían tener la convicción de que si alguna vez nos visita una raza alienígena, no serán cabezones ranas a lo E.T., sino cabronazos payasos de feria con ganas de invadirnos mientras nos exterminan a base de bromas asesinas y desmembramientos alucinantes. Un clásico del humor loco y del slasher zumbón lleno de criaturas artesanales a cargo de los fraternales maestros en efectos especiales Chiodo, aquí debutando tras la cámara con mucha mala leche.

La noche del demonio (Jacques Tourneur, 1955)

Va, venga, una nota clásica, que no se diga… Y es que el magistral Tourneur tenía una especial fijación con los payasos, los cuales solían aparecer en su películas y no para hacernos sonreír precisamente. Del espía asesinado en ‘Berlín Express’ a este ocultista y satanista que en sus ratos libres (esos en lo cuales no está matando a gente con maldiciones en pergaminos o convocando a demonios lovecraftianos) se disfraza de payaso y da funciones en cumpleaños infantiles. ¿Una de las mejores películas clásicas de terror? Probablemente.

Bienvenidos a Zombieland (Reuben Fleischer, 2009)

En un universo dominado por los muertos vivientes y donde hasta Bill Murray se las tiene que ingeniar para salvarse de los zombis (pero no de los descerebrados), lo que daba como mucha grima era ese payaso zombificado, de movimientos patosos, globos en mano, que se acercaba a traición a los humanos para dedicarles su mejor sonrisa… y de paso enseñarles sus fauces prestas a arrancar carne y masticarla con tanta entrega como cuando cantaba lo de la gallina Turuleca (o Turuleta, vaya usted a saber). Sin duda, una de las mejores películas de zombis del cine.

Gacy (Clive Saunders, 2003)

Ojo, que John Wayne Gacy existe, que es uno de los asesinos en serie más terribles que ha dado la crónica negra USA. El tipo era como muy bonachón, se disfrazaba de payaso, animaba las fiestas cumpleañeras, jugaba con los niños… pero luego, sin abandonar el disfraza y el maquillaje, empezaba una cuenta sin fin de cadáveres. Este biopic sucio y desagradable (o sea: bueno) lo explica todo, incluso el hobby en la cárcel del tipejo: dibujar cuadros de… payasos. Johnny Depp le ha comprado unos cuantos…

La casa de los 1000 cadáveres (Rob Zombie, 2002)

Rob Zombie también tiene una especie de fijación macabra con los payasos… Disfrazó a Michael Myers como uno en su remake de ‘Halloween’, y en la recientemente vista en el Festival de Sitges ‘31’ tenía metraje para que otro asomara el maquillaje siniestro. Su creación capital e inolvidable dentro de este festival de la sangre helada en las venas fue el capitán Spaulding (sí, nombre de un personaje de Groucho Marx), líder de una familia de psicópatas que te saludaba con un “¿cómo están ustedes?” machete en mano.

Drive Thru (Brendan Cowles y Shane Kuhn, 2007)

Renovarse o morir, sobre todo morir. Eso es lo que pensaron (tras una jornada de chupitos) los guionistas y directores de este chiquito hito en las estanterías de los videoclubs ya más decadentes cuando se inventaron a Horny (Cachondo), un payaso que es mitad payaso y mitad robot. O mitad mecánico (esas fauces que sirven para efectos de maquillaje gore). Un clown terriblemente borde que se pasa toda la película al acecho de algunas de las peores actrices y actores del subcine norteamericano. Como debe ser.

American Horror Story: Freak Show (serie TV)

En este perpetuo y continuo desfile de fenómenos y criaturas horripilantes, la serie más terrorífica (y carnavalera) de la televisión actual no se olvidaron de incluir a un clown (Twisty) que estaba como un cencerrro y que parecía diseñado para provocar los peroes traumas y las más horrendas pesadillas a los niños y a los mayores. Lo interpretó, convenientemente maquillado, John Carroll Lynch, quien venía de haber sido uno de los más lumpen e inquietantes sospechosos de ser Zodiac en el film homónimo de David Fincher.

Siniestro (John Simpson, 2008)

‘Amusement’ en su título original (o sea, entretenimiento, diversión, algarabía…), algo que ya ni importa cuando lo que nos molaba era buscar su traducción molona y ful en las carátulas de los deuvedés, este producto ya nacido para explotarlo todo (como están explotando lo de la fiebre de payasos espeluznantes ahora mismo en el cine de las esquinas de lo independiente en Estados Unidos) nos volvía a decir que no hay nada que de más miedo que un tipo disfrazado de payaso. Nunca te esperes de él algo bueno. Y si lleva un hacha, pues, caramba, que menos todavía.