
Leer es resistir (Planeta), es el ejercicio narrativo y literario sobre la lectura de Mario Mendoza, en el que se presenta a sí mismo como un personaje que transita la vida en compañía de los libros, su escritura y el paso de seres humanos que impactaron su camino compartiendo una inmensa lista de grandes libros, y se declara lector de Pizarnik, Roberto Juarroz, Alfonsina Storni y Shakespeare, entre muchos otros que le marcaron una suerte de hoja de ruta.
La utopía de Mendoza es esa resistencia, la de las artes, la belleza y los mundos fantásticos que la literatura nos entrega para reconocernos en nuevas y emocionantes realidades. Leer es resistir es un manual para escapar a otros mundos, para desobedecer y elegir el amor, la literatura y una cultura disponible para todos lejos de los cánones de los especialistas.
Para muchos no es difícil sentirse identificados con la narración dolorosa de Mario Mendoza, sentir el abatimiento, la oscuridad más absoluta, la completa ausencia de vigor, la experiencia profunda de la tristeza y también el reencuentro con lo que nos hace latir el corazón y reverdecer después de inmensas pérdidas, de despedirnos de nuestras madres, después de la rendición, la muerte y la resurrección.
¿Qué lugar le ha dado a la lectura en su vida?
Yo no creo en la lectura obligatoria, yo creo en una lectura de seducción dulce, tierna, sugerida, atractiva y si no es ese libro entonces te lo cambio, y voy dando y dando hasta que por fin dé en el blanco, pero creo que así hemos castrado a mucha gente, los hemos alejado y hemos enviado un mensaje muy equivocado que es la cultura para unos pocos, nosotros los elegidos, nosotros los cultos, nosotros los educados, eso es una fanfarronería y es una completa tontería, todos estamos convocados a la biblioteca, ahí hay un libro siempre para todos esperándonos y eso es lo lindo, yo creo, de seducir a lectores o crear lectores que es algo a lo que yo me dediqué muchos años en colegios, en casas de la cultura en bibliotecas públicas, era intentar seducir e intentar crear lectores y quién se dedicaba y a crear lectores, fíjate que a nadie le interesa esa profesión y a mí me parece que es ahí donde nos jugamos la democracia.
¿Qué opina de esa barrera elitista que siempre se le pone a la lectura, a los libros?
Esa es una de las grandes luchas mías en este libro, no enviar el mensaje equivocado de la lectura para pocos, de vamos a hablar de libros acá nosotros los entendidos, me voy a referir sobre la lectura entre nosotros los que entendemos de estos temas… No, definitivamente esto ha hecho un daño terrible, la pose es lo que más ha alejado a los a lo que más ha castrado lectores es la pose y fíjate que yo desde hace muchos años me niego a lanzar libros en círculos cerrados, que en el hotel tal unos pocos invitados con un cóctel de vino en donde otro escritor me presenta y entonces somos “nosotros” acá reunidos alrededor del libro, eso a mí me parece espantoso. Yo lanzo en la Filbo, yo lanzo en bibliotecas públicas, abierto a todo el público, paso unas diapositivas preparo una charla para toda la gente que sea lo más agradable posible, invitando a la gente siempre a que entienda que la biblioteca es para ellos, es de ellos y así es como vamos a construir una nueva sociedad, no de otro modo, no hay otra forma.
Esa es una costumbre que también se ha llevado a la creación y a las artes…
Sí, exactamente, entonces este libro es como una invitación a no creerles tampoco a los que nos han dicho que la cultura es una cosa muy selecta, no, no hay que creernos eso, al teatro podemos ir todos, los libros son para todos, el cine es para todos, la filosofía es algo que podemos también empezar a coquetear con ella y hay un bellísimo apartado sobre de Deleuze en donde yo me explayo de lo que significó leer ese filósofo para mí entre tantos otros que leí que me iluminaron la vida, es una invitación a la que podemos pensar todos y discutir todos.
¿Tienes maetros en estos momentos de la vida?
No, qué curioso el otro día pensé en eso, dije “carajo, me faltan” porque se me murieron muchos durante la pandemia, entonces perdí a personas que admiraba mucho y que quería mucho, pero tengo un par de nombres que respeto profundamente que les agradezco mucho cada vez que puedo hablar con ellos Paco Ignacio Taibo II en México entre los colegas es una persona a quien respeto mucho, no siempre estoy de acuerdo con sus posiciones políticas o con sus posiciones digamos, literarias, pero es una persona que me parece sensata y de la que he aprendido cantidades a lo largo de la vida y en Colombia hay un editor aquí a quien yo quiero mucho que es Ricardo Arango, el de Arango Editores, que ahora ya la editorial digamos está cerrada, no funciona él fue el gerente de Océano durante muchos años y ahora está retirado y suelo consultarle cosas y suelo enviarle a veces manuscritos y escuchar sus opiniones y bueno, tengo una muy buena relación con mi editor Andrés Grillo porque fue mi alumno en la universidad y ahora es mi editor, entonces la relación se dio la vuelta, yo le dicté clase y terminó convirtiéndose en ese monstruo editor que es y ahora acato sus consejos.
¿Cuál fue la mayor lección que recuerda haber recibido cuando era un escritor joven?
En el libro cito la importancia del fracaso, me parece que las veces que me apalearon, que me dieron tan duro y las veces que me negaron la publicación en las editoriales y que recibí las cartas de negación fueron muy importantes, fueron muy como formadoras, creo que me formaron porque te forma el carácter y esa es la base de la profesión, o sea, si tú no tienes carácter y no tienes no te has forjado, el verbo que se usa incluso es el verbo de los metales forjar espadas y se usa el mismo verbo de templanza interior, se usa el mismo verbo para hablar sobre el carácter y creo que es por eso, porque uno se va forjando en el fuego, a golpes, es a martillos, que los metales se van a forjar y a uno le pasa igual, entonces yo creo que eso fue muy importante saber que yo no era genial, que no era gran cosa, que no era ningún diamante en bruto, que no estaba llamado a grandes cosas, que yo era una persona vulgar común y corriente, y que lo que tenía que demostrar era disciplina, temple, confianza, terquedad, de que había que volver a insistir y continuar y continuar. Entonces, hoy en día me parece por eso tan nocivo que valen tanto del éxito, me parece horrible, si yo tuviera discípulos hablaría exactamente de todo lo contrario, de aprender a fracasar, ahí está la base de todo finalmente.
¿Algo le llama la atención de las nuevas generaciones de escritores?
Mucho, hay gente que respeto mucho, hay gente que he leído de los que arrancaron hace poso que me gustan mucho, me gusta Diana Ospina, esa novela de ella me encantó, ella fue alumna mía pero hasta ahora está publicando, leí en crónica a Diana López Zuleta Lo que no borró el desierto, toda la confesión de lo de su padre, me pareció tremendo, me pareció increíble, me pareció un libro testimonialmente muy desgarrador. Tengo también muy buena relación con la generación que viene después de la mía, con Ricardo Silva Romero, con Antonio García, Juan Carlos Rodríguez, con todos ellos tengo muy buena relación y suelo leerlos con cuidado.
¿Cómo se presentaría ante alguien que no sabe que es escritor o que está relacionado con los libros?
Me presentaría como lector, me presentaría como alguien que ama a contar historias y escuchar historias, que disfruto mucho pasándome a otra realidad, me fascina la ficción, me encantan las series, me encantan las buenas películas, me encantan los libros, me encanta todo aquello que signifique salir de esta realidad tan opresiva y pasarme a otra me encanta, entonces yo creo que me presentaría como lector, me presentaría como alguien que le puede contar una buena historia, no necesariamente mía, sino algo que he leído, que me ha parecido chévere. Yo creo que sería como eso, como alguien que puede contarle una historia y que es un buen lector o que ha intentado serlo.
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