La decisión polémica de la Dimayor frente a la agresión sucedida en el partido entre Tolima y Millonarios.

Por: Wilson Alejandro Sanjuan Esteban.

Un país que enfrenta la violencia en la gran mayoría de sus contextos observa cómo se perpetra un nuevo acto de esta índole y la diversidad de opiniones frente a esta injustificable situación.

Estamos a casi una semana del acto avergonzante protagonizado por un fanático del Deportes Tolima en el Estadio Gabriel Camargo de Ibagué, donde este mismo irrumpió en el gramado para arremeter contra la integridad del mediocampista paisa perteneciente al conjunto ‘embajador’, el futbolista Daniel Cataño, jugador que fue atacado por la espalda con un puño que pudo afectar a su persona de manera más grave; acción que acabó con el mismo jugador siendo expulsado luego de responder a dicha agresión corriendo tras el atacante, empujándolo y haciéndolo caer al suelo. Además, todo esto conllevaría a que el equipo bogotano dirigido por el director técnico, Alberto Gamero, abandonara el campo tolimense a modo de protesta por falta de garantías y de seguridad.

Luego de aquello, el presidente del Deportes Tolima, César Camargo, infravaloraría el hecho y en cambio pondría en tela de juicio el actuar del conjunto ‘albiazul’ al abandonar el partido, declaraciones que no haría únicamente en la calentura del bochornoso momento sino también en días posteriores y en repetidas oportunidades, justificando que no se podía generalizar a una hinchada por un solo sujeto, que, para el directivo, no debería volver a escenarios deportivos; pero al mismo tiempo, minimiza lo acontecido al asegurar que “no entró armado”.

Estas declaraciones han generado diversidad de opiniones, las cuales arrojan un mismo análisis: de una u otra manera se justifica la violencia y se minimiza un acto lamentable, reprochable, deleznable y totalmente injustificado, donde también se olvida mencionar el actuar de gran parte de la plaza tolimense que aplaudió la agresión y donde incluso algunos se atrevieron a elevar al hincha violento al nivel de ‘héroe’ (arengas que se pueden observar en varios videos colgados en la red). Eso sin mencionar la violencia en contra del bus de Millonarios, el cual terminaría con varios vidrios rotos y con un lesionado: el defensor mundialista, Juan Pablo Vargas, quien fue impactado por una de aquellas piedras.

La gran espera ha girado en torno a la respuesta del ente superior del fútbol nacional, la Dimayor, la cual, en las últimas horas, comunicó la muy polémica noticia de que el partido se debe jugar, en este caso, el día 29 de marzo. Lo único que nos hace pensar esto es: ¿en el contexto colombiano estamos evolucionando para dejar de ser un país violento? Porque con estas decisiones parece que no, parece que el acto reprochable fue el abandono del partido y no la agresión. Ojalá esta decisión no se traslade a un nuevo escenario lamentable y que no se convierta en una tragedia. Era una oportunidad única para dejar un mensaje en contra de la violencia, y en cambio se convirtió en uno que deja entre líneas un gusto a impunidad y a que los salvajes tengan licencia para agredir.

Cabe destacar la muy positiva posición de los jugadores y en especial del capitán del Tolima, el señor Julián Quiñones, quien apoyó la posición del conjunto ‘embajador’ al decidir no disputar el partido y al rechazar rotundamente la agresión sin dar ningún tipo de justificaciones. Cabe destacar que existe el rumor de que Quiñones está en problemas internos con el club por esta postura.

Ahora se está a la espera de saber si habrá algún tipo de sanción para el Estadio Gabriel Camargo, para su hinchada, para el agresor o para el presidente por sus desatinadas declaraciones que de cierta manera justifican e impulsan a cometer este tipo de actos violentos.