5, 4, 3, 2, 1 veía proyectado en las montañas de los Alpes Suizos… y al llegar a 0 escuché a la par en muchos idiomas un grito unísono: “Feliz año nuevo”. Estaba parada ahí en medio de la inmensidad de las montañas, al frente de 30 banderas de diferentes países y personas a mi lado que me abrazaban sin importar mi nacionalidad, mi religión, o género; todos estábamos en un mismo lugar, bajo un mismo propósito.

Por: María Del Mar Erazo

Éramos cientos de personas que nos encontrábamos en el Centro Internacional Scout en Kandersteg, Suiza. Durante una semana, unos disfrutaban del aire libre, la belleza en Suiza, el buen queso y el delicioso chocolate, acompañado de la multiculturalidad y el amor por profesar una Ley y una promesa.

Por otro lado, 29 jóvenes, todos de nacionalidades distintas, entre los 18-28 años, trabajaban para entender el significado de la palabra “advocacia”. Era la semana internacional Rover, en donde durante 8 días trabajaríamos sobre la importancia del liderazgo jóven, las iniciativas dentro de nuestras asociaciones scouts nacionales, y desarrollaríamos habilidades y conocimientos para hablar y actuar por y para nuestra comunidad local, regional o nacional, especialmente en campos cómo educación para la paz, derechos humanos y sostenibilidad.

Y así fue, 8 días transcurrieron, en donde 29 completos extraños, se volvían amigos, y en donde el staff, eran cómo abuelos transmitiendo toda su enseñanza, aunque no sobrepasaban los 30 años. Comenzamos entendiendo por qué y para qué existía la organización de la que hacemos parte, la Organización Scout Mundial (OSM), su misión y su visión, entendiendo que su núcleo éramos nosotros, la juventud; pues a través del movimiento scout, queremos “construir un mundo mejor en donde las personas se realicen como individuos y desempeñen un papel constructivo en la sociedad”.

Era una frase que sonaba inmensa, casi tan grande como las montañas que nos rodeaban, pero que todos creíamos posible. Desde ahí iniciaba a comprender un poco más de esa palabra tan misteriosa con la que todo había empezado, “advocacia”, pues los scouts se empezaban a convertir en un medio para alcanzarla. ¿Alcanzar que? alcanzar un cambio.

En los días siguientes, la magia no dejaba de aparecer, seguiamos en entrenamiento, pero también teníamos la oportunidad de conocernos entre nosotros y los demás participantes del gran evento que ocurría simultáneo al nuestro: El centenario del centro internacional scout en Kandersteg (KISC). Celebrabamos en conjunto 100 años de que nuestro fundador Robert Baden-Powell iniciara su búsqueda de un lugar donde los jóvenes de todo el mundo pudieran unirse en paz. En 2023, se completan 100 años de ese gran sueño, un sueño de resiliencia, unión, multiculturalidad, persistencia y fraternidad.

Era sublime pensar que en ese centro había estado el Fundador plasmando sus ideales por un mundo mejor, y ahora nosotros estábamos ahí buscando darle continuidad a ese sueño. Transcurrían las horas y 29 jóvenes seguíamos buscando una respuesta para actuar correctamente en pro de generar cambio, mientras unos buscaban bases para crear proyectos de sostenibilidad, otros buscábamos entender y hacer respetar la Declaración Universal de los derechos humanos.

Pensamos en cómo sería una organización ideal para abarcar el problema, veíamos ejemplos reales de jóvenes que a sus 20 años ya habían conversado con políticos y eran escuchados, e incluso hablamos con expertos de las Naciones Unidas que nos dieron una hoja de ruta para con nuestras propias manos intentar hacer cumplir lo que la organización profesa.

Poco a poco se me iban abriendo los ojos con la infinidad de oportunidades que veía al frente. Era supremamente inspirador ver también las iniciativas que muchos de mis compañeros estaban implementando o eran parte de ellas, educación para la paz, proyectos ambientales, creación de alianzas, empoderamiento juvenil, solo por mencionar algunas.

En 8 días éramos capaces de empezar a comprender realidades completamente distintas a las nuestras que por un momento no parecían para nada iguales. Sin embargo, era claro que en algo nos parecíamos: todos queríamos crear un mundo mejor.

En pocas palabras fue ver y creer en la metodología scout, que nos muestra como desde la aventura, la amistad, el marco simbólico, la progresión personal, la actividad al aire libre, y la educación no formal, somos creadores de proyectos, podemos gestionar relaciones públicas, adquirimos habilidades para resolución de problemas y progresivamente nos podemos convertir en líderes juveniles.

Tomar aire, esperar y soltar, era algo que nos decían a menudo, y creo que es una buena manera de resumir la experiencia, adquirir, pensar y actuar. Finalmente faltaba esa última etapa: “actuar”, y son 5 meses los que tenemos a partir de ahora para desarrollar la llamada “advocacia” de la que tanto hablábamos. Somos conscientes de que es una responsabilidad grande y no es un proceso fácil, pues será cómo ese río que atravesaba las magníficas montañas de los alpes suizos, fluido y transparente, pero con varias piedras, y obstáculos que poco a poco iremos superando.

Se cumplió un sueño, y no solo fue el de Baden Powell, ni el mío, sino el de toda una generación de juventud que estaba recibiendo talleres en una casa de madera a 3 grados centígrados. Fue inefable darnos cuenta de que estábamos ahí, y sublime pensar que podemos seguir trabajando por “dejar el mundo en mejores condiciones de como lo encontramos”.