Uno de los departamentos carboníferos de Colombia se prepara para ser el corazón de la transición energética del gobierno de Gustavo Petro. ¿Qué implicará esto en una región que obtiene más del 40 % de sus ingresos de este mineral?

Hay por lo menos tres versiones sobre cómo se descubrieron los yacimientos de carbón en La Guajira, que hoy sostienen a la mina de carbón a cielo abierto más grande de Suramérica y una de las mayores del mundo. Según una de las historias, fue el escritor colombiano Jorge Isaacs quien se topó con la mina mientras exploraba los departamentos de Magdalena, La Guajira y Cesar en los años tardíos del siglo XIX.

El historiador guajiro Fredy González Zubiría, sin embargo, escribió en una revista del El Heraldo que existe un documento en la Notaría Primera de Riohacha, del tomo de 1855, que describe una sociedad comercial entre Juan Gómez Osío y Antonio Cano, para explotar una mina de carbón en Corazonal, en Barrancas (La Guajira). Gómez, oriundo de ese municipio habría sido la primera persona que dejó constancia de la existencia del carbón en el departamento.

Pero varios documentos recuerdan otro nombre al hablar del descubrimiento de las minas: el del ingeniero norteamericano John May. Escribe González que May fue el “descubridor oficial” de la mina, después de haber sido contratado por el gobierno colombiano para hacer una exploración de la zona en 1864. El “descubrimiento de una mina de carbón en Riohacha” quedó consignado por medio del Diario Oficial Nº 471 del 31 de octubre de 1865. Ese punto es lo que hoy conocemos como una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo: el Cerrejón, hoy propiedad de la multinacional Glencore.

Entre 2013 y 2019, Cerrejón produjo 220.2 millones de toneladas de carbón, convirtiéndola en la empresa con más producción nacional de ese mineral en ese lapso, escriben los investigadores Silvio López y Fernando Patzy. La operación de la mina abarca los municipios de Albania, Barrancas y Hato Nuevo, y cerca de 69.000 hectáreas, es decir, un área equivalente a más o menos dos veces Medellín. Se calcula, además, que la operación trae, en promedio, $1 billón en regalías cada año.

Entre 2013 y 2019, Cerrejón produjo 220.2 millones de toneladas de carbón, convirtiéndola en la empresa con más producción nacional de ese mineral en ese lapso.

Por eso, en La Guajira hablar de Cerrejón es, de alguna manera u otra, referirse a la una gran porción de la economía departamental. “La extracción de carbón ha sido la principal actividad; el aporte al PIB del departamento ha estado entre un 40 y 45 %”, señala Patzy, quien también es gerente para la región Andina del Instituto de Gobernanza de los Recursos Naturales (NRGI por sus siglas en inglés). Esta cifra muestra una realidad que también es preocupante, según Patzy: en La Guajira hay una dependencia muy alta de esta actividad.

¿Por qué es preocupante? El carbón será, probablemente, el primer combustible fósil en tener una “fecha de salida” en el marco de la transición energética. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el carbón es la mayor fuente de generación de electricidad y de emisiones de CO2 en el mundo. Por eso, su eliminación progresiva es uno de los requisitos para alcanzar las metas climáticas más importantes. La AIE prevé que, para cumplir con estas, toda la generación de carbón de altas emisiones debe acabar para 2040.

Aunque cerca del 90 % del carbón que se produce en La Guajira se exporta, explica José Antonio Vega, investigador del Instituto Ambiental de Estocolmo (SEI), en Colombia ya hay algunas pistas sobre qué planea el gobierno con el carbón. Por ejemplo, en el documento final del Plan Nacional de Desarrollo (PND) quedó incluido un artículo que prohíbe nuevos contratos de minería a gran escala de carbón térmico.

El Cerrejón, además, tiene sus contratos vigentes hasta febrero de 2034, lo que quiere decir que “hay un horizonte de unos 10 años para que el departamento se prepare para empezar vivir sin el Cerrejón, la única actividad productiva dinámica en este momento”.

¿Cómo hacerlo? Esa es la pregunta del millón. Lo que sí es claro, dice Elisa Arond, investigadora del SEI, es que el proceso para hacer el cambio debe empezar cuando antes. Aunque en este momento el precio de la tonelada de carbón está en un buen momento, de alrededor de 350 dólares la tonelada, indica Patzy, “los precios son muy volátiles y se pueden revertir. El argumento es que se debe empezar a planificar y definir recursos para la transición del carbón, porque va a tener un algo costo”.

¿Cómo se vería La Guajira sin el carbón?

Hay muchas formas de responder cómo se verá La Guajira cuando Cerrejón cierre operaciones. Un estudio desarrollado por Fedesarrollo y financiado por Cerrejón trató a dar una respuesta. En el caso hipotético de que se perdiera súbitamente la contribución del carbón, la economía guajira perdería alrededor del 43% de su PIB, y se podría pensar que la perdida sería aún mayor, por la demanda indirecta que produce la mina en todo el país.

¿Cómo se ve eso en la práctica? Una forma es a través de los empleos directos e indirectos, que son alrededor de 11.000, para el caso del Cerrejón. Aunque Vega recuerda que este empleo generado representa únicamente alrededor del 1.8 % del total de ocupados del departamento, indica que es una población importante a tener en cuenta en el proceso de la transición.

Igor Díaz, fiscal nacional del Sindicato de Trabajadores de la Industria del Carbón (Sintracarbón) y dos veces expresidente, hace parte de estos actores. “A nosotros nos convirtieron en mineros cuando llegó Cerrejón, sí o sí; pero antes éramos algo distinto. Creemos en la transición energética siempre y cuando también tenga una transición laboral”, indica.

Díaz cuenta que discutir el cierre de Cerrejón fue el punto de partida para que el sindicato empezara a hablar sobre la transición energética. A finales de 2021, un suceso los alertó: Prodeco, subsidiaria de la multinacional Glencore (también dueña de Cerrejón), renunció a tres títulos mineros de carbón en Cesar, dejando a miles de trabajadores de esa industria en el aire. “Estamos viendo todo lo que está pasando en Cesar como un espejo, para que justamente no nos pase”, dice Díaz.

La respuesta, entonces, es preparase desde ya. En ese proceso, hay varias preguntas por responder. ¿Cómo se reemplazarán estos empleos? ¿Qué pasará con los trabajadores? ¿Cómo se les ofrecerá oportunidades en otros sectores? ¿Habrá paquetes de indemnizaciones? ¿Retiros voluntarios anticipados? Estas son solo algunos de los interrogantes iniciales que plantea Vega.

Lo que sí es claro, agrega Juliana Peña, oficial senior para Latinoamérica de NRG, es que darle respuesta a esas preguntas debe tener en cuenta la perspectiva y opinión de los trabajadores de sindicatos. “Se debe planificar algo que pueda ser real en el departamento, pero quienes viven allí son finalmente quienes lo echarán adelante. El caso con el sector extractivo es que los proyectos han sido impuestos, y fueron ajenos en su momento, entonces se debería incentivar un sentido de pertenencia por parte de los guajiros”, añade.

Díaz dice que desde Sintracarbón se exploran varias opciones, como explotar el potencial agrícola en el sur del departamento o incentivar la ganadería. Estas dos actividades, dice, eran las que más se veían en el departamento, antes de que llegara la minería.

Otro asunto importante es que, a pesar de que es muy probable que cualquier guajiro reconozca el valor de Cerrejón para la economía del departamento, sí existe, para algunos, una sensación de que ese tipo de proyectos son muy lejanos a su realidad. “¿Qué va a pasar cuando Cerrejón se vaya? Pues el departamento se va a pique, pero nosotros los wayuu seguiremos subsistiendo, nunca nos hemos beneficiado del carbón”, dice José Díaz, director de la ONG Nación Wayuu.

Otra lideresa de la zona, que pidió no ser identificada, resumió su opinión sobre Cerrejón en la siguiente frase: “Hemos sido testigos del progreso. En nuestra propia tierra, ni más decir, pero mientras esas exportaciones de carbón crecen, y las ganancias suman, nosotros estamos en la misma situación de hace 50 años”.

Cambiar esa percepción o dinámica será una de las grandes tareas de las actividades que reemplacen el carbón, pero no es del todo claro cómo lo lograrán si no se logra cambiar condiciones estructurales que se dan en La Guajira.

¿Qué reemplazará al carbón?

El año pasado, el entonces gobernador del departamento, Nemesio Roys Garzón, dijo al medio local Tüü Pütchika que los proyectos de parques eólicos están “mostrando un nuevo camino para La Guajira, una nueva economía como siempre lo hemos dicho, no quedarnos siempre en el carbón sino pasar a otros sectores como el de energía que a ser fundamental para el desarrollo económico del departamento”.

Tal vez la opción más obvia para reemplazar al carbón son las energías renovables, pero hay que coger esta alternativa con pinzas. En primer lugar, porque “las energías renovables no van a reemplazar, ni de cerca, los ingresos de carbón en la región. Las renovables son muy intensivas en mano de obra en la etapa de construcción, pero esta dura muy poco tiempo, un año o año y medio”, indica Vega.

Pero, por otra parte, y tal vez más relevantemente, está el tema de las regalías. Empresas como Cerrejón deben aportar cierto porcentaje de regalías a partir de sus ganancias. La razón de que estos recursos no se “vean” en el departamento, que históricamente ha tenido los indicadores socioeconómicos más pobres del país, está relacionada “a un tema estructural de la ausencia del Estado y la baja capacidad institucional, así como problemas de corrupción”, señala Peña.

Resolver este problema va mucho más allá de cualquier actividad que llegue a reemplazar el carbón. “Es un cambio estructural para generar capacidades institucionales para aprovechar las regalías. En La Guajira se aprovecha cerca de 25 % de las regalías presupuestadas, por distintas razones. Aprovecharlas implica desarrollar capacidades para hacerlo y eso toma un tiempo”, dice Vega.

Y, por otra parte, también es importante que el departamento no pase de depender del carbón a depender de las renovables, “No se puede ver a La Guajira como la gran cuna de los renovables, pero sin diversificar la economía”, apunta Peña.

¿En qué otras actividades podría haber un potencial? Patzy menciona el turismo y la agricultura como dos alternativas. Para cualquiera de estas opciones, enfatiza, se tiene que hacer un trabajo largo de análisis, implementación de proyectos, construir infraestructura y de inversión. Para la agricultura, además, “se necesita mejorar la productividad de los suelos e investigar qué productos tienen un mercado potencial”, agrega.

En todo este proceso, se requerirá una planificación territorial juiciosa, así como lograr continuidad en los ciclos políticos, añade Arond. “Si no se genera continuidad entre las acciones a implementar, es difícil realizar un proceso de transición de este tipo. Y no es solo una responsabilidad local, sino también nacional y regional”. 

José Quintero, miembro del grupo de Desarrollo de Estudios y Tecnologías Ambientales del Carbono (Destacar), que investiga la transición energética en la Universidad de La Guajira, dice que el proceso de desarrollar otras actividades productivas debe mostrar avances tangibles sobre lo que se llama “progreso”. “La transición debe entregar servicios básicos, todo de acuerdo con las necesidades de La Guajira. No es posible que a menos de un kilómetro del gran proyecto de un parque eólico las comunidades indígenas vivan en condiciones de miseria, sin infraestructura o agua”.

El Espectador.