Por: David Valencia.

Decir que Colombia es la democracia más antigua de Latinoamérica es por mucho estirar a más no poder la idea de democracia. Hemos tenido eso sí una aspiración de construcción democrática que ha visto hitos importantes que luego retroceden a fuerza de fusil. Tal es el caso de la constitución del 91 que fue frenada por persecución política agenciada bajo la sombrilla de la ‘seguridad democrática’ y la construcción del bloque histórico que llamamos hoy Uribismo. Por supuesto no todo el país político sucumbió al sofisma autoritario de los gobiernos de Uribe y desde el 2006 se empezó a gestar un bloque opuesto, contrario y contradictor, el antiuribismo. Hoy ambos, Uribismo y antiuribismo, están en agonía, dándose cuenta de que ambos son inútiles para la Colombia de esta década. La pugna fuerte entre el autoproclamado centro político y la izquierda democrática es solo un síntoma de ese fin de era y al tiempo, el abrir de ojos de una democracia mejor, más plural.

Por supuesto, esta visión no es mayoritaria, y para muchos el enfrentamiento entre el centro y la izquierda otrara unidos por el rechazo al Uribismo es la muestra de nuestra simpleza política. Una muestra más de la polarización dañina que nos imposibita de actuar unidos hacia un mismo objetivo, dirán algunos otros y otras. Por supuesto, no es esta mi visión y seguro la de ningún pensador que se inscriba en la tradición republicana. La disolución del antiuribismo en dos bloques más o menos diferenciados es la mejor muestra de que empezamos a construir política desde la propuesta y no solo desde el afuera constitutivo que significa la existencia del Uribismo. No solo es una buena noticia por la madurez que podremos alcanzar sino porque al fin el Uribismo cede y deja de ser la fuerza determinante.

Pero veamos en detalle esta situación: en Colombia encontramos hoy tres polos políticos importantes: el pasado reciente representado por el Uribismo, el proyecto de las elites representado en el centro político y un proyecto popular que empieza a cocinarse en el pacto histórico. Por supuesto el Uribismo es bien conocido y no quiero detenerme sobre él. Me interesa más la discusión entre el centro y la izquierda quienes según las encuestas parecen dominar el escenario del año entrante.

¿Es cierto que el centro es una posición privilegiada y desideologizada donde se mueve el pragmatismo político más allá de todo sesgo? La verdad no puede estar más lejana de lo que se autopromociona desde la Coalición de la Esperanza. Por supuesto hay ideología detrás, no hay algo así como política desideologizada. Una buena leída del sociólogo británico Anthony Giddens en su ya clásico libro Más allá de la izquierda y la derecha es suficiente para toparse con los mantras que el marketing político de este segmento repite sin descanso. Por supuesto hay ideología allí, la superación, artificial, de las demás.

¿Es el pacto histórico, que hoy combina segmentos fuertes de la izquierda tradicional, movimientos sociales y parte del santismo socialdemócrata, el parteaguas de la política colombiana que nos salvará del declive moral del Estado? Claramente no, más allá de ser el bloque político que se presenta más innovador en sus propuestas, la historia de un país no se arregla en un gobierno ni con todo el congreso a favor.

En cualquier caso y con cualquier opción política debemos empezar a considerar esta polarización como el principio de una democracia plural basada en las ideas, aunque aún no asome del todo. Debates, discusiones, visiones encontradas, reclamos y decepciones, nada más que democracia. La verdad es que nuestra anterior unidad derivada del rechazo al Uribismo era solo un estado aglutinado a la fuerza, ahora nos adentramos en el pluralismo. Y sí, duele ver que aquellos o aquellas que consideramos cercanos ahora son adversarios políticos, pero la madurez, incluso la política, no viene sin decepción, como seguramente somos decepción para otros u otras.

Yo por mi parte celebro este nuevo escenario. Claro, aún debo soportar que algún fanático del centro o del uribismo, también los hay en el Pacto histórico, cuestione mi capacidad de pensar por simpatizar con el Pacto histórico, y, que, frente a mi formación como filosofo solo atinen a decir que repito como loro los mantras de mi “líder”. Esos trolls que aún no comprenden la importancia de este momento y los valores de la democracia serán pasajeros y más temprano que tarde podremos asumir con mayor seriedad el debate político. Aunque la hora parezca oscura solo es la antesala de una nueva democracia. En eso no podemos desistir.