Por: David Alejandro Valencia.

En los tiempos del Jesús bíblico, existía una facción especial de personas que, dentro del judaísmo, se destacaban por su apego a la Ley Mosaica y su afán por mostrar dicho apego en público, o, por lo menos, con el público más conveniente. De ellos heredamos una vulgarización de su nombre ahora devenido en sinónimo de doble moral y la popularización de la frase ‘rasgarse las vestiduras’ pues ellos lo hacían como señal de rechazo a la palabra de Jesús; indudablemente, los fariseos. Imaginemos entonces que algún gobierno democrático actúa, como los fariseos actuaron en su momento, motivado por el deseo de expresar su apego a la ley, por el deseo de mostrarle a todos lo democrático que es y para rematar, se ‘rasga las vestiduras’ ante cualquier vecino que falta a los preceptos de la doctrina.  ¿Es difícil de imaginar? Seguramente no, nuestro gobierno encaja bien en la comparación.

Equiparar un gobierno democrático como un gobierno fariseo implica que este cumple por lo menos tres requisitos fundamentales: (i) Tiene unas leyes que son consideradas buenas por muchas personas; (ii) Le importa poco seguirlas realmente en tanto se crea que si lo hace y; (iii) Cuando otro rompe con esas leyes lo señala con inquina. El Gobierno colombiano cumple a cabalidad con esos 3 requisitos, solo falta ver el manejo a la visita de la CIDH para demostrarlo.  Veamos…

El discurso oficial del gobierno frente al manejo policial que se le da al paro nacional iniciado el 28 de abril es cuando menos digno de un país nórdico. Solo se nos habla de los héroes y heroínas que garantizan el derecho a la protesta pacifica y se ven obligados a actuar ante él, óigase bien, terrorismo urbano de baja intensidad; que ahora en alianza con la revolución molecular disipada de Uribe, se han convertido en la justificación de muchas violencias estatales. Por supuesto en este relato el gobierno ha dirigido con total apego a los protocolos de los derechos humanos y la mayor precaución posible todas las intervenciones de la policía nacional y es enfático en que cualquier ruptura con estos protocolos es decisión individual de los policías que decidan romperlos, con las consecuencias penales que eso implique.  Hasta allí estamos en el mundo ideal.

La realidad que los lives nos han mostrado en redes sociales, imposibles de manipular en el instante, dista mucho de este discurso. Las cifras de muertes, heridas y violaciones recogidas por la fundación Temblores, en la práctica la nueva Defensoría del Pueblo, desmiente el apego a los protocolos. ¿Qué podría ser? Se pregunta el gobierno para responderse inmediatamente: manzanas podridas.

No obstante, cuando el discurso oficial es enfrentado o se evidencia su contraevidencia, valga la redundancia, la fisura farisea se muestra en todo su esplendor y empieza a mostrar que ese discurso no corresponde con las actuaciones reales del gobierno. Veamos solo tres ejemplos demoledores:

  1. La consejera presidencial para los Derechos Humanos, Nancy Patricia Gutierrez, exclama que “los derechos humanos sólo existen si todos los ciudadanos observamos los deberes que tenemos para ser parte de la sociedad”.
  2. El senador Alejandro Corrales, del Centro Democrático, pidió en una reunión con empresarios en Pereira no pautar con medios que le den duro al Gobierno. “Yo valoro lo que se dijo de los medios, pero quiero hacer una reflexión. ¿De qué viven los medios en Colombia? Específicamente de dos ítems, de la pauta pública del Gobierno en todos los entes, nacional, departamental y municipal, Y dos, del sector privado. Yo, si estuviera en el Gobierno Nacional ya le estaría exigiendo a los medios en que yo pauto que empezaran una campaña masiva de unión del pueblo colombiano, de defensa del sector comercial, de defensa de los empresarios y del sector productivo”, dijo Corrales.
  3. El ministro de defensa ha denunciado ante la CIDH y la OEA las graves violaciones de los derechos humanos, pero contra los policías. Por supuesto, policías y manifestantes tienen Derechos Humanos en tanto humanos. Pero el discurso del ministro de Defensa desconoce la violación por parte de sus fuerzas policías y hace énfasis en quienes atacan violentamente a la policía. Aunque ambos hechos son repudiables, el discurso fariseo permite señalar solo la paja en ojo ajeno, jamás en la propia.

Estos tres casos muestran que el Gobierno colombiano de Duque, y el Centro Democrático, están más interesados en la percepción publica de su Gobierno, que en la aplicación real de los DD.HH. en el control de la protesta. Eso o Nancy Patricia Gutierrez es la consejera presidencial de Derechos Humanos que más desconoce los mismo y su doctrina en la historia del país. El ministro de Defensa vive en un país alterno y el senador Corrales ya se despojó de todo apego a la incómoda libertad de prensa.

El problema para un Gobierno fariseo es el mismo que el problema de los fariseos en la biblia. Aparece un Mesías, los deja en evidencia y toma la fuerza que ellos en su doble moral han perdido. Pero sobre Mesías hablaremos la semana siguiente porque los hay de Izquierda, derecha y centro.