Por: David Valencia.

Corría el año 2007 cuando el joven abogado Iván Duque publicó una colección de textos titulada Maquiavelo en Colombia donde se exploraba el pensamiento republicano del pensador florentino y su influencia en Colombia. Convendría hoy que presidente retomara las lecturas que seguramente hizo en esa época y encuentre algo de guía en los caminos de la política. No puede olvidarse que Maquiavelo recomendaba a los dirigentes ser amados y temidos al tiempo, pero si tenían una sola opción era mejor ser temidos. Duque hoy no es ni lo uno ni lo otro, es simplemente despreciado.

En el Principe de Maquiavelo, libro favorito de Duque según algunas entrevistas, advierte el florentino que un gobernante debe evitar el desprecio de su pueblo y empeñarse en su felicidad para mantener la gobernabilidad o de lo contrarios amenazas y conspiraciones contra su mandato aparecerán de todas partes. Pero, sobre todo, advierte Maquiavelo las dificultades que puede enfrentar un gobernante que adquiera el poder por méritos, talento y armas de otros. Nuestro presidente cual príncipe perdido, incurre en todas las cosas que para Maquiavelo hacen débiles a quienes gobiernan.  

En el libro que aparentemente Duque no leyó, Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelo muestra algo más importante para los gobernantes: la estabilidad de las republicas depende de la existencia de instituciones que protejan a las clases populares de los ricos y poderosos. Formalmente, Colombia cuenta con esas instituciones, pero el uribismo y Duque como su representante se han encargado de minar esas instituciones hasta convertirlas en defensores de los ricos y poderosos en desmedro de aquellos que deberían proteger. En el marco del paro nacional las violaciones del DDHH, el uso de fuerza letal contra los protestantes y la judicialización de la protesta con la anuencia de la defensoría del pueblo y otras instituciones de control, rompieron con el principal principio de la estabilidad republicana: la solución institucional a los conflictos de clase. Duque, siguiendo las ordenes de Uribe, ha dirigido la ruptura da este ideal republicano en Colombia.

La violencia desatada el pasado 28 de mayo hizo que Duque viniera rápidamente a Cali, esperaría uno del político que usara su visita para calmar los ánimos. Nada más alejado de la realidad, su primera parada fue con las Camisas blancas con quienes se reunió en la noche del 28 en Ciudad Jardín y quienes ovacionaron ¿Cómo no? Al mandatario. Esa visita tremendamente inoportuna, porque fue la primera y porque no se reunió con ninguno de los manifestantes o familiares de los heridos y muertos de ese día, terminó legitimando tácitamente el uso de las armas de fuego contra la protesta; el decreto de asistencia militar solo fue la formalización de esa validación. Claramente Duque es celebrado donde la mentalidad narcoparamilitar está más extendida. Quien debería garantizar la solución a los roces entre las clases se puso claramente del lado de una y en contra de otra, los de abajo, dejando en el peor lugar posible a quienes no se ubican ni contra ni a favor del paro, un completo desastre.

En este panorama no queda más opción que cuidarse hoy y ganar mañana. Ganar en 2022 para desterrar de una vez por todas las fuerzas oscuras que gobiernan este país. Ganar en 2022 para hacer la paz. Ganar en 2022 para salvar la república. Estamos avisados, perder 2022 con el uribismo es asumir otro gobierno que no nos considera colombianos sino vivimos en Ciudad Jardín y tenemos armas largas para defendernos. Esa es la lucha crucial que no podemos perder y necesitamos allí toda esta voluntad y bríos que están hoy en la calle.

No podemos pensar que Duque fue elegido a pesar de su inexperiencia porque en realidad fue ungido gracias a ella. El verdadero poder político tras el presidente está poniendo las reglas del juego, insisto, hay que patear el tablero y no jugar con las reglas de la violencia sino las de la paz y la democracia, allí Uribe pierde.