En un mundo donde cada vez se está viviendo la necesidad de la conciencia emocional, la responsabilidad afectiva llega para hacernos entender cuánta importancia tenemos, nosotros y cada uno de nosotros, en la razón y en los sentimientos de las personas con las que nos relacionamos. La época del individualismo y el “no me importa qué piense” parece ser que está acabándose hace un par de años, pues ya la frase “responsabilidad afectiva” se vuelve tendencia en los buscadores de las distintas redes sociales y del internet, en general.

Por: Editorial El Clavo.

Los seres humanos estamos, desde tiempos inmemorables, en la búsqueda de un sitio seguro. Ya lo hemos experimentado cuando empezamos a construir nuestras casas. Ahora, la búsqueda es la de un sitio seguro para nuestra mente y nuestro corazón. Entablar conversaciones y crear un vínculo con las personas nos ayuda a encontrar ese lugar en el que nos sentimos bien… ¿pero es de verdad nuestro sitio seguro?

Muchas veces permitimos que algunos comentarios o actos de otras personas nos debiliten el concreto de las paredes de ese sitio seguro que forjamos con ellos. Nuestro “hogar” se empieza a debilitar cuando llegan esos momentos donde nuestro corazón se rompe en llanto y nuestra mente entra en catarsis con la debilidad emocional. ¿Estamos bien ahí?

Antaño, décadas no tan lejanas, como en los 60’s y 70’s, esto era completamente común. Veíamos las relaciones quebrantadas de los alumnos de escuelas, donde se hacía bullying y era permisivo por parte de profesores y otros estudiantes. Lo veíamos en las familias, cuando el hombre le pegaba a la mujer, o la insultaba. Hoy, gracias a la “madurez” que se ha logrado a nivel de varias naciones, estos actos empezamos a verlos como reprochables, y los seres humanos empezamos a entender que hay que saber dónde y con quién nos metemos. No debemos estar donde nuestro corazón se achica… donde nuestra mente sobrepiensa.

Aunque, para Magdalena López, en su texto ‘Por una pedagogía del cuidado, el acuerdo y la responsabilidad afectiva’, asegura que “esto no implica que responsabilidad afectiva sea que <nadie nos dañe, que nada nos de dolor y que se haga lo que queremos>. Tanto como el derecho a la defensa de un acusado no es <que siempre me declaren inocente de todo acto>. Son, si queremos pensarlo en la praxis, herramientas para establecer relaciones que tiendan a una mayor igualdad, en contextos profundamente desiguales”

Se debe de tener en cuenta de que una buena responsabilidad afectiva genera un ambiente fructífero dentro de cualquier relación. Para esto, la comunicación se convierte en un pilar fundamental para saber qué siente la otra persona. Para que nosotros sepamos si estamos obrando bien, y si la otra persona, como nosotros, claramente, se siente en un sitio seguro cuando expresa sus ideas, cuando nos comparte sus pensamientos, o sencillamente cuando está a nuestro lado.

Comunicarse es la clave para poder tener una mayor vida emocional. Una mejor estabilidad en las emociones, tanto del otro individuo, como en la mía. El preguntarnos a nosotros mismos y evaluar nuestras acciones, esas que tenemos con los demás, es muy importante para saber si nuestra responsabilidad afectiva está dándose por bien servida. Como dirían por ahí, preguntando se llega a China… pues yo digo, “preguntando mejoramos nuestro ambiente”.

Según Ainara Juan Fernández, “tener en cuenta las emociones del otro y responsabilizarse de las consecuencias que tienen nuestros actos y palabras sobre nuestros vínculos”.