Entre 2012 y 2014, un grupo de estudiantes universitarios del sector social LGBTIQ+ se reunieron para crear el Museo Q, con la misión de “recuperar y difundir las historias y las memorias relacionadas con las identidades de género y las orientaciones sexuales diversas, como parte esencial del relato nacional”.

En este momento, el colectivo tiene una base de nueve personas de diferentes ramas académicas que van desde la museología y la arquitectura, pasando por la sociología, la antropología, el activismo y el trabajo social. De acuerdo con los postulados descritos en su plataforma digital, se trata de una iniciativa “anormal, rarita, sin muros y en constante tránsito”.

El museo no tiene muros por su presencia digital y por su fluido trabajo en conjunto con otras instituciones y sus respectivos espacios físicos. Son una plataforma abierta a los y las artistas en múltiples expresiones como la música, la pintura, la ilustración y la literatura. Cada uno de sus proyectos se ha enfocado en fortalecer el movimiento marica, activista, archivista y artístico en Latinoamérica, con proyectos curatoriales atravesados por las experiencias, preocupaciones y luchas de la comunidad.

La compleja experiencia de salir del clóset fue el tema de la exposición Lo que se ve no se pregunta, organizada en alianza con IDARTES y UniAndes entre 2016 y 2018. El matrimonio igualitario, objeto de múltiples controversias durante años en Colombia, fue la motivación de la muestra Lluvia de sobres, presentada en la edición 2017 de ARTBO. También en 2017, junto al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, expusieron el proyecto Mudanzas, sobre historias y memorias de personas LGBTIQ+ víctimas de desplazamiento forzado en el marco del conflicto armado en Colombia. Más adelante, en 2018, junto al Museo de Arte Moderno de Bogotá expusieron Libido, donde se exhibieron esculturas, fotografías, serigrafías y aguafuertes sobre el cuerpo, el erotismo y la diversidad.

¿De dónde viene el nombre de Museo Q? Inicialmente la “Q” es de “queer”, un término que no tiene un patrón para delimitar la sexualidad y el género ya que es una expansión de los seres, no una definición de quién se es. Pero la “Q” también es un juego sonoro, así es como Museo Q nos posibilita hablar de culo, de cuca, de esos órganos que han cargado un estigma o valores morales que la sociedad heteronormada ha tratado de ocultar. También acude a la “cu” de cuerpo, cuerpos diversos que finalmente son los que contienen las memorias que se quieren narrar. Además, juega con la “cu” de cuestionarse, de salir de la burbuja y plantearse dudas.

En esa misma línea afirmativa e irreverente que explica su nombre, Luis Manjarrés, uno de sus fundadores, dice que el museo parte de “unos principios de desobediencia, de construcción colaborativa y creativa. La concepción del arte para el museo pasa por entender qué hay detrás de las sucesiones artísticas, de las prácticas de los oficios que contienen un legado testimonial. Nosotres tratamos de reconocer el trabajo artístico de una manera plural, diversa e incluyente”.

El escenario de esa pluralidad va más allá de lo local y hasta trasciende los límites de nuestra especie. Entre 2018 y 2019, el Museo Q se unió con los jardines botánicos de Bogotá y Medellín para llevar a cabo el proyecto pedagógico Leer las flores: Breve historia (queer) de las plantas. El objetivo era reconocer la diversidad sexual de las plantas, las cuales en su proceso de adaptación han desarrollado mecanismos de reproducción para acoplarse a una naturaleza inmóvil. Y es que en términos evolutivos, las plantas presentan estructuras masculinas o femeninas, así como configuraciones intersexuales e incluso asexuales, según se explica en el proyecto.

Aunque el público habitual de las actividades del Museo Q está conformado principalmente por jóvenes entre los 15 y 30 años, según Manjarrés, intentan llegar a toda la población posible: “por ejemplo, en el jardín botánico había mujeres muy interesadas en la reproducción de las orquídeas y ese es un público al que también nos interesa llegar con un activismo y con una pedagogía que genere puentes y no una fractura o un rechazo”.Este año, el Museo Q abrió en su perfil de Instagram una modalidad de residencia artística bajo la temática Verbos que inspiran. Neologismos de actualidad y colombianadas corruptas convertidas en verbos, como “fishtear” o “abudinear”, han sido trabajados por residentes en los últimos meses.

Este año, el Museo Q abrió en su perfil de Instagram una modalidad de residencia artística bajo la temática Verbos que inspiran. Neologismos de actualidad y colombianadas corruptas convertidas en verbos, como “fishtear” o “abudinear”, han sido trabajados por residentes en los últimos meses.

Si usted es artista y le interesa compartir su obra en el museo, el proceso es bastante sencillo: solamente debe enviar un texto presentándose, diciendo quién es y por qué está interesade en residir, además, debe agregar una pequeña idea de cuál es la temática, el material o la práctica con la cual quiere residir. Esos son los únicos requisitos. Debe enviar la información al correo a museq@gmail.com o en un mensaje directo al perfil de Instagram, las y los curadores se encargarán del resto del proceso.

¿Y qué sigue para el Museo Queer? En este momento el equipo está enfocado en tener presencia en el metaverso a través de una experiencia inmersiva que permita recorrer las obras de forma digital. Mientras algunos esfuerzos están enfocados en el desarrollo tecnológico, otros apuntan, desde el acompañamiento político y estratégico, hacia desafíos que enfrenta la comunidad LGBTIQ+, en especial la urgencia de minimizar la violencia.

Por: Mariana Martínez Ochoa

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