Nuestros detractores dicen que nos la pasamos pegados todo el día de la página, pero es que es muy bacano probar las aplicaciones para ayudar a conocernos a nosotros mismos y lo que tenemos en común con otras personas, los conozcamos o no.

Por: Andrés Meza Escallón
Publicado: mayo 15, 2008

¿Que mi ex novia está chupando trompa con su nuevo levante? ¿Que Naty hizo fiesta de cumpleaños y no me invitó? ¿Que ‘el hembro’ Arbeláez le está echando los perros a mi hermana? NOOOOOOOO. Tengo que entrar a facebook ¡pero ya!”. No es raro que estos pensamientos nos ataquen a cualquier hora cuando vemos que el “news feed” de FB está bombardeando nuestro correo.

Los infames detractores de FB insisten en que es una perdedora de tiempo. Sus fieles usuarios podemos atestiguar que ya no concebimos la vida sin entrar a él. Para la muestra, si el profe Moncayo hubiera tenido cuenta en FB, la marcha del 6 de marzo hubiera sido al menos tan nutrida como la del 4 de febrero. También es bacano que mucha gente se manifieste políticamente al meterse a grupos para cascar a Piedad Córdoba o contra la segunda re-elección de Uribe, que antes de FB se agotaban en la indignación de una charla de pasillo. Ahora el alcance es mundial y permanente.

Nuestros detractores dicen que nos la pasamos pegados todo el día de la página, pero es que es muy bacano probar las aplicaciones para ayudar a conocernos a nosotros mismos y lo que tenemos en común con otras personas, los conozcamos o no. Hay para descubrir desde qué tan afines somos a Hitler o a Ghandi (The Political Compass), pasando por nuestro cociente intelectual (IQ Test), hasta qué tan compatibles somos astrológicamente con la hembrita que nos gusta (Chinese Astrology).

Pero tal vez lo que más desespera a papás, tías y profesores de religión es que supuestamente nos estamos alejando de la gente. Sin embargo, a diferencia de hi5, el fuerte de FB es ayudar a renovar el contacto con los compañeros de colegio que uno no volvió a ver o las amigas de la cuadra que se fueron a vivir a otro país. Tarde o temprano, todos aparecen, y es muy bueno saber que cuando queramos ir a Australia tenemos a alguien que nos pueda dar posada. Así que no estamos de ociosos perdiendo el tiempo, sino cultivando nuestras relaciones interpersonales y desarrollando nuestra red de contactos. Tener de “amigo” a Manuel José Chaves algún día servirá para algo, ¿no?

Eso ha influido nuestras costumbres sociales. Antes cuando conocíamos a una persona le pedíamos el celular, pero ahora lo primero que hacemos al llegar a la casa es buscarla en FB y adicionarla como amiga. Que ella ignore nuestra solicitud (horrorosa práctica conocida como faceslam) ya se considera un insulto, que procedemos a restregarle escandalosamente cuando nos la volvamos a encontrar.

Y hablando de viajes, FB ha cambiado radicalmente nuestras prioridades: si uno se va a estudiar a otro país lo primero que debe hacer es un detallado reportaje gráfico del viaje, cómo llegó, la universidad donde se está quedando, los compañeros de residencia, etc. Si no, uno se expone a que lo insulten los amigos por teléfono, Messenger, correo, etc. Por eso es que pasamos tanto tiempo metidos en FB, viendo las fotos de los paseos, las rumbas, las comidas, las reuniones y a cuanto evento se logre colar una cámara. Hacerlo es una responsabilidad social, no perder el tiempo, ¿ok?

Pero bueno, también llega un momento en que pasar cinco horas al día ‘feizbukiando’ no lo deja a uno trabajar. Los amigos que uno tiene al frente se empiezan a molestar porque uno está entretenido cambiando su “status” de FB desde el celular en lugar de pararle bolas a lo que están diciendo. Ahí toca hacer un cambio radical.

Ahora siento que soy alguien diferente, completamente reformado, por fin libre de las garras de la terrible adicción que me tenía atrapado. Ahora sólo entro a Facebook lo mínimo necesario: dos veces al día.