Si no lo hacemos nosotros, quienes controlan el sistema se limitarán al “deje así” o el “más vale malo conocido que bueno por conocer” que han repetido durante décadas.

Publicado:  junio 27, 2011

¿Alguna vez te has sentido como un pollo en una enorme granja avícola? Pues así es más o menos como deberíamos sentirnos cada vez que vemos TV, escuchamos radio o entramos a Facebook. NO somos los clientes, sino el producto, al que no engordan con maíz sino con una inundación de entretenimiento, chistes bobos y mensajes de superación que uno creía exclusivos de la tía que está aprendiendo a usar hotmail. ¿Entonces quiénes son los clientes de la granja? Pues los que pagan para poder influenciarnos en decisiones que van desde qué marca de condones comprar hasta si estamos a favor o en contra del gobierno de turno.

¿Entonces qué nos queda? ¿Escapar a una selva donde no lleguen las cadenas de BlackBerry ni los realities de RCN y Caracol? ¿Hacer explotar los edificios de las tarjetas de crédito como el protagonista de “El Club de la Pelea”? Suena bastante drástico, incluso para el pollo de granja más bravo. Y además no es la única opción. Aunque reducir el tiempo que permanecemos hiperconectados no sea mala idea, lo verdaderamente importante es que no traguemos entero. Que sigamos cuestionando. Que sigamos criticando.

Si no lo hacemos nosotros, quienes controlan el sistema se limitarán al “deje así” o el “más vale malo conocido que bueno por conocer” que han repetido durante décadas. Al fin y al cabo a ellos les ha ido bien y no tienen ninguna razón para querer que el sistema cambie. Incluso a quienes tienen buenas intenciones lo máximo que se les ocurre es proponer arreglitos cosméticos, no cambios de fondo que transformen estructuralmente el sistema.

Pero como dijo el teórico de sistemas Buckminster Fuller, “las cosas no se cambian combatiendo la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que haga obsoleto el modelo existente”. Por eso en EL CLAVO buscamos permanentemente esas iniciativas de jóvenes que no se le ocurrirían a alguien resignado a que “las cosas siempre se han hecho así”. Propuestas que no se queden en una sola persona sino que sumen, que atraigan a tanta gente como para causar impacto y probar que formas alternativas de hacer las cosas son posibles. ¿Que hay mucho trancón? Organicémonos para compartir el carro. ¿Que el MIO o Transmilenio va muy lleno? Organicémonos para no tener que desplazarnos en hora pico. ¿Que la educación está muy cara? Organicémonos para publicar en internet cursos sobre lo que sabemos hacer… Hay muchas formas de dar en el clavo y todas suman. No esperemos convertirnos en otra especie en vía de extinción.