Se acerca la Semana Santa y, como buen colombiano, es momento de aprovechar el puente más largo del año.

Por: Óscar Mauricio Castro

Para este año he decidido visitar a mi abuelo en una zona rural del departamento del Valle, donde se encuentra su casa.

No soy muy de ir a sitios rurales, pero por comentarios de amigos y tal vez por algo de casualidades en el algoritmo de mis redes sociales, me di cuenta de que dicho pueblo ahora está en boca de todo el departamento (e incluso del país), debido a unas cascadas que fueron descubiertas recientemente por esporádicos viajeros que vendieron dicho lugar como “las cascadas más instagrameables de Colombia”… Así que el pueblo pasó de ser un lugar de transición de los campesinos que deseaban comerciar sus productos (como moras de la zona), a ser un lugar ahora frecuentado por citadinos y algunos extranjeros que son conducidos por amigos locales que los invitan a conocer un secreto que ni las agencias de viajes tienen en el radar hasta el momento.

La casa de mi abuelo queda a unos 3 kilómetros caminando desde la última casa donde termina la calle principal del pequeño pueblo. Tuve que llegar desde temprano, ya que los carros de turistas abundaban en la vía, haciendo que un trayecto de 5 minutos se convirtiera en casi 2 horas debido al paso de autos de gran tamaño por trochas frecuentadas por animales de carga.

Aproximadamente a las 10 de la mañana pude llegar a la casa de mi abuelo subiendo una pequeña cuesta donde sobresale un gran balcón, complementado por una gran puerta colorida pintada con un amarillo brillante y unos toques de verde en sus bordes.

Como muchas casas del campo, la puerta se encontraba abierta, así que decidí elevar mi voz y gritar para ser escuchado por mi abuelo.

Mi abuelo es un ser solitario desde que mi abuela murió por una tuberculosis hace aproximadamente 15 años, desde esa época, él ha vivido solo; aunque suele frecuentar los billares y tejos del pueblo los fines de semana para no perder ni la cordura ni sus habilidades sociales (e igual tomarse una que otra cerveza).

-¡¡¡Hola, mijo!!! ¡¡Usted hace rato no me visitaba, ese milagro de verle la jeta por acá!!, me gritó.

-Abuelo, me dio curiosidad visitarlo, hace rato no nos contestaba usted las llamadas, le dije.

-Mijo, no los he llamado para no preocuparlos.

-¿Por qué, abuelo? ¿Le ha pasado algo?

-Mijo, últimamente los sábados por la noche me estoy peleando a machete con el diablo…

-¡¿Qué?! ¿Como así que peleando a machete con el diablo?, le dije sorprendido.

-Sí mijo, todos los sábados cuando llego a la casa luego de venir del pueblo, veo un demonio rojo de cachos. Me llama desde el monte y puedo verlo clarito con mis gafas, a veces hasta me habla en lenguas. Varias veces lo he insultado, pero me tiene aburrido que no pueda tener una mañana de domingo tranquila, siempre llego a misa con cara de sueño; hasta me ha dado vergüenza pedir la hostia al padre.

-Abuelo, perdóneme, pero suena muy increíble la verdad. ¿Por qué a usted se le aparecería específicamente el diablo? No es millonario para decir que vendió su alma, no está rodeado de mujeres ni veo que este peleado con la religión.

-Pues nieto, usted recordará que en los vallenatos viejos siempre se les aparece el diablo, pero lo espantan a punta de oraciones al revés, y pues… lo intenté, pero no funcionó.

-Hagamos algo: hoy es viernes, vamos mañana en la noche y lo acompaño a investigar para salir de dudas porque, en serio, abuelo, me preocupa que eso le vaya a generar un infarto, le propuse a mi abuelo.

Mi abuelo aceptó y así trascurrió la noche del viernes: un día para hablar de todo y ponerlo al tanto de la vida de la familia y demás temas que nos unían.

Al día siguiente, el reporte del clima nos indicaba que sería un día de clima seco, de unos 32 grados centígrados aproximadamente. Así que tendríamos el cielo despejado: ideal en horas de la noche para iniciar nuestra investigación.

Le pregunté a mi abuelo: y bueno, ¿cómo empezamos el dia?

-Listo mijo… Lo primero es ir al mercado a llevar la carga de moras que tengo en el galpón. Luego de eso, vamos a comer a la plaza y ahí vamos a ver si podemos vender lo que nos sobró a la entrada del pueblo, aprovechando que ahora viene bastante turista desde que la gente descubrió la cascada del “Teufel”. Qué piedra que la bautizaran así ahora para atraer turistas, ni idea de qué significa, si le soy sincero, mijo, yo siempre la conocí como la cascada del cura borracho”, pero bueno, toca así para vender más moras.

Después vamos al parque a almorzar y de ahí, mijo, prepárese…Tejo y billar, le cuento que soy bueno en ambos, así que, por ser familia, no lo voy a dejar gana. E igual no le cuente a su mamá que me lo traje a hartar y a jugar billar. Yo veré, mijo.

El día transcurrió tal cual como narró mi abuelo, todo lo cumplimos al pie de la letra. Vendimos las moras, comimos y aproximadamente a las 10:30 de la noche ya alicorados por la jugada de billar y tejo, estábamos mareados pero envalentonados para enfrentarnos al diablo.

-Listo, abuelo, vamos por el demonio, ¿para dónde es?, le dije con algo de emoción.

-Mijo, a 20 minutos detrás de la casa yendo para la cascada del cura borracho, perdón, la cascadaTeufel, fijo es algún santo europeo o algo.

Caminamos los 20 minutos aún con un leve mareo por el alcohol consumido, cuando de repente, pude ver una silueta entre las sombras de unos árboles…

Se trataba de una figura monumental de aproximadamente unos 3 metros de altura de un rojo intenso, sus cuernos sobresalían y se movía de una manera algo violenta, como si no coordinara sus movimientos. Invadidos por el miedo, temblando, decidí gritarle: “¡¡qué quiere de mi abuelo!!”… no lograba escuchar una respuesta. Seguí gritando la misma frase y aún seguía sin obtener respuesta.

Ya con un poco más de valentía por el sentimiento de protección que me invadía al ver a mi abuelo asustado, agarré algunas piedras y comencé a lanzarlas en dirección a dicho demonio, o lo que sea que fuera.

Al momento de lanzar la tercera piedra, comencé a escuchar voces en una lengua extraña, como me había dicho mi abuelo.

-¡¡¡Qué es lo que quiere!!! ¡¡¡Deje a mi abuelo tranquilo!!!, seguí gritando.

Las voces aumentaban y yo solo podía levantar mi voz apara opacarlas…

Al momento, una luz tenue comenzó a iluminar mi cara… Con los ojos encandelillados, pude reconocer la silueta de una mujer, en una lengua extraña, se acercaba a pasos tímidos, viéndonos con cara de sorpresa…

-¿Qué ser ustedes?, me dijo en un acento extraño.

-¿Quién es usted? ¿Es un demonio acaso?

– ¿Mí no entenderlos, gustar venir conmigo?, me respondió.

Mi abuelo y yo, ya entregados al miedo, a la vergüenza o a la curiosidad de haber llegado tan lejos, decidimos seguirla.

La sorpresa fue tremenda. Llegamos a una especie de bar lleno de gente rubia de aproximadamente 25 años en promedio, donde una mirada fija de todos los asistentes se posó sobre nosotros; ellos murmuraban, pero nosotros no entendíamos nada. Al voltearnos, la vergüenza casi nos imposibilita regresar la mirada a los ojos de los asistentes de ese encuentro.

El demonio del que tanto temimos resultó ser un inflable de un simpático diablo de caricatura.

Mientras conteníamos la pena, una mano nos tomó del hombro y nos comenzó a hablar:

-¿Están ustedes bien? Disculpen, pero, ¿qué hacían por el monte tirando piedra y gritando?, nos dijo un chico de aproximadamente unos 26 años de cabello negro, al parecer, alguien que trabajaba en ese bar y hablaba con un buen nivel el español.

No tenía las palabras para describir de manera diplomática nuestro encuentro con un demonio, así que opté por decirle que vivimos cerca del lugar donde nos encontraron y que, por motivos de la ingesta de alcohol, creímos ver un gran animal que nos quería atacar.

-Comprendo, no se preocupen, este lugar es relativamente desconocido aún y entendemos los problemas que les pudimos haber causado con el ruido. Pero están ustedes bienvenidos cuando quieran al hostal “der Teufel”.

-Perdone, pero, ¿qué significa esa expresión tan confusa?, le pregunté.

-Sí claro, permítame le explico. Este hostal nació porque nos encantó la vista que tenemos en este lugar de la cascada del cura borracho, y quisimos poner un demonio inflable a manera de humor: la idea de un cura borracho y un demonio daría para una gran historia y qué mejor lugar que un hostal con esta vista. Y bueno, nuestra mayor clientela es de origen alemán, así que le llamamos el hostal Teufel, como diablo en alemán.

-Entiendo, hombre, de verdad discúlpeme por todo lo que sucedió y creo que mi abuelo pensará en decirles lo mismo.

En mi interior estaba demasiado preocupado por la vergüenza que debía sentir mi abuelo: pasando de hablar de algo sobrenatural a prácticamente un acto de vandalismo, así que, con el mayor tacto posible, giré mi cabeza para buscarlo… cuando mi sorpresa fue enorme al ver a mi abuelo hablando muy emocionado y casi feliz con el amable hombre de cabello negro que nos explicó todo.

-Mijo, la cerveza acá esta barata, me queda más cerca de la casa y la vista está bien bonita, menos mal le dimos en la jeta al demonio ese inflable.