

Llevo mi mano y palpo mi rostro,
Noto cierta rigidez en mis facciones.
Barba cubriendo mis mejillas
Arrugas que empiezan a notarse en mi frente,
Odio ser impaciente.
Son muchos años, pero los viví en tan corto tiempo.
Me levanto de mi cama, voy al lavamanos.
Miro sobre el espejo, y en mi rostro tengo cicatrices de algunos granos
Que en mi Juventus salieron,
Malditas mejillas por las que de mí se rieron.
Y me cepillo.
Y mirando a ese espejo, me imagino siendo menor.
Llevo mi vida en retroceso dentro de mi mente.
Recuerdo cuando quería ser adulto,
Así como mi padre, un tipo agraciado y culto.
Pero resulté siendo lo contrario.
Y miro a mi izquierda, y en de camino a la ducha
Me pongo a pensar en cuando nació mi hijo.
¿Pensará ahora las mismas cosas de mí?
Sin dudarlo me estremecí.
No soy un héroe sin capa, no soy más que un hombre regular.
¿Por qué dudo de mí?
Quizás porque mi padre nunca tuvo fe en quien era,
Y luego de mayor, nunca tuvo esperanzas en que forjara un futuro.
¿Por qué no me cegué y me dediqué a callarle la boca con mis acciones?
No, me dediqué a mi tristeza y desolación.
A mi ira y recordarlo como un ser mandón.
Me imagino con 5 años, y lo veo siendo un hombre enojón
Y en eso me convertí yo. No tuve tiempo de pensar en mi paz,
No estuve seguro de lo que podría lograr.
Dejé pasar oportunidades por mi desconfianza eterna,
Y ahora sólo soy lo que él ya sabía que sería…
Una mala figura paterna.