Somos suspicaces en la vida.
Amamos evitando hacerlo.
Pero donde manda la razón…
Ustedes ya saben lo que sigue. Es como bala de un cañón.

Nos da miedo la soledad, pero nos da miedo amar.
¿A caso está bien dudar de uno mismo?
Pasamos la vida contradiciéndonos…
¿Está bien entregar el corazón, sin antes sanar?

El momento, ¿Cuándo es el momento?
Las preguntas abundan en mi coloquio cerebral.
Se escabullen con una mirada,
Pero vuelven con la soledad.

¿A caso nos martirizamos sin necesidad?
¿Merecemos vivir en una incógnita extraña de la vida?
Amamos lo que no es bueno,
Pero aceptamos estar con lo que nos destruye…
Eso hace nuestra vida menos colorida,
Pero al final, todo sí o sí fluye.

Nunca he creído en supersticiones,
Pero a veces creo que mi vida es una.
Me pasa cuando de lejos, en mi balcón, observo la luna.
Mi mente se convierte en un multiverso hipótesis.
Todas, cada una, tocan cada fibra de mis emociones.

¿Al final qué me queda?
Sólo una noche más de insomnio.
Un “¿Qué pasará?” que abunda en proporciones…
Una taza vacía de café, y un dolor infernal que me deshereda.
Se convierte en una de mis tantas malas visiones.

El mundo no me cambia, yo lo hago.
¿Será bueno cambiar por el mundo, y no por mí?
No. Pero qué mas da.
No soy el timonel de mi vida. La gente me agarra de marioneta.
Y sólo siento que mi vida, hasta el momento, la consumí.
Y veo que mi percepción, ante las personas, la destruí.

No sirvo para esto, pero lo sigo intentando.
¿Por qué?
Sólo queda rendirme, doblarme.
O mejor me voy relajando,
Y voy a acostarme.