¿Estás seguro de que El Chavo del Ocho no te dio lecciones de bullying? Acompáñame a ver esta triste historia.

Por: Natalia Londoño

El Chavo del Ocho es un referente mexicano obligado en cualquier parte de Latinoamérica, un orgullo de exportación. Nunca entendí por qué era gracioso ver adultos disfrazados de niños y escuchar unas risas pregrabadas después de un supuesto chiste. Y ahora, 20 años más tarde, me desayuné por boca de un mexicano que este show era algo así como el “prime” del bullying.

El Chavo del Ocho fue una invención de Televisa en la década de los ochenta; una época álgida en la cual las televisoras o tenían rating o caían. ¿La solución? Crear un programa de chisme o comedia, y ya sabemos el resultado. En ese entonces, el país tendría alrededor de 60 millones de habitantes, y un 44 % de la población joven (entre los 0 y los 14 años) de seguro aprendieron por cuenta de Chespirito las mejores prácticas para mofarse con gracia y sutileza del vecino, del amigo, del profesor y de cuanta persona se les atravesara.

Éxito total. La generación boomer absorbió frases como “cachetes de marrana flaca”, “acúsalo con tu mamá”, “el señor barriga”, “el maestro longaniza” para salirle al paso a quien fuera. Los que se divertían en ese entonces, hoy rondan los 40 y pico de años y les faltó poquito para que, por la mitad de un siglo, repitieran y normalizaran estos comportamientos burleteros, o como diría yo, “bullineros”, si se me permite mi “spanglish” machucado.

Sospechaba que el 99% de los mexicanos decían groserías y hacían bullying; y ahora no tengo dudas: según el reporte anual de bullying del 2021, el país se llevó el podio, pues 7 de cada 10 niños son víctimas de esta práctica. Aunque El Chavo se veía divertido, necesitaba un sello de “ALTO EN FREGADERA”.

Según la UNICEF, más de 150.000 niños entre 13 y 15 años, han interrumpido sus estudios porque han sido víctimas silenciosas; pero se sigue celebrando la frase “¡uy, qué burro!, póngale cero”. Y me temo que, en el día a día del mexicano, este número “vale madres”, porque claro, están en una sociedad “vale madre”; o en criollo: que le importa la que usted y yo sabemos.

¡Bienvenidos a México, cabrones! El bullying se normalizó y se redujo a la definición de “joder al otro y burlarse hasta el hartazgo”. Y no es un discurso exclusivo de la televisión, porque resulta que hace dos semanas escuché “Puto” de Molotov (¡y llevo años escuchándola y cantándola a todo pulmón en los bares!) y me hizo demasiado sentido la intro: “Que muy machino, a muy machino, marica nena, mas bien putino”. Puto es homosexual, y claro: es puto el que haga cualquier cosa, si de chingar la madre se trata. Pilas, que “estar puto” en Colombia es estar enojado, pero en México, la bronca que te vas a ganar va a estar chidísima.

Un mexicano “bullero” nunca se quedará callado. La orden es: a que te friego primero. Y es tan obsesiva esta práctica, que el más popular es el más cábula (el que hace los chistes de humor pícaro) y hay concursos para ver quién se saca el mejor albur (doble sentido) y deja al otro viendo un chispero. Esta historia no termina aquí. Pronto te traeré tu clase 101 de mexicanismos que necesitas saber para sobrevivir en el barrio.