Por: Editorial El Clavo.

Las personas que se encuentran en el rango de edad entre 18 y 28 años están viviendo un momento crucial de sus vidas… la juventud. Ese momento legal (para los ojos de la constitución), en el que pueden ingresar a discotecas, bares y antros. Allí están conociendo lo que se denomina como “la vagancia” por parte de algunas personas… ¿pero hasta qué punto es ‘vagancia’? ¿Hasta qué punto se vuelve un descontrol el estar saliendo cada fin de semana, gastando dinero y sin dejar ahorros?

Definitivamente los tiempos cambiaron. Si se le pregunta a cualquier adulto que tenga entre 40 y 50 años podrá decir que a los 20 ya tenían un negocio, hijos, o incluso estaban casados. Hoy por hoy todo es distinto. Los jóvenes de esa edad no piensan en formar familia y los lunes esperan con ansias que llegue el viernes para poder salir con sus amigos, pareja o para sencillamente salir a ‘escapar’ de la realidad que se les ha inculcado.

Esta situación ha provocado que la cultura ‘importaculista’ se apodere cada vez de más jóvenes. Ha causado que no se piense en el futuro, sino que se viva en un presente que se debe de vivir entre copas, amigos, drogas o sencillamente en cómo buscar salir de algunas enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad, tan comunes últimamente.

¿Pero y qué tiene que ver esto con la mentalidad financiera?
Mucho, realmente el gran causante de que no haya tantos jóvenes que estén creando empresas y les vaya bien después de algunos años es porque tarde que temprano llega la rumba a tocar a la puerta de su casa.

La noche se está apoderando de las mentes de los jóvenes, y aunque muchos aseguren que sólo es una etapa que se está quemando, esas mismas personas llevan desde los 16 años saliendo, y hoy por hoy tienen 24 o 25 años, siguiendo en la misma tónica de comprar ropa para los ‘finchos’, de comprar un carrito para llevar a ‘los culitos’ y de comprar los covers de las mejores discotecas de moda de la ciudad.

Aquí es donde la leyenda del Buziraco empieza a tener sentido. Quizás es cierto que Cali es una ciudad que está maldecida por ese demonio que sólo causa que la rumba y la noche no dejen prosperar a casi nadie. Son hipótesis que se han mantenido desde hace muchos años, y que cargan con cierta verdad para quienes creen en ese tipo de situaciones.

Lo único cierto es que la rumba llama a las juventudes. Las redes sociales acolitan la salidera, y que las ganas de dinero, pero de forma fácil, se están apoderando de los y las jóvenes que día a día esperan con ansias que llegue la noche… la noche de las luces neón, los bajos a todo volumen, las pintas más exóticas y los buenos vehículos.