Por: Eduardo Andrés Granada
Diciembre 07, 2007

La historia del hombre es una historia de conspiraciones y ha estado plagada de conspiretas desde el mismo génesis de la humanidad. Dirían los creyentes que Eva conspiró con Belcebú para enredar al pobre Adán, en el antiguo Egipto abundan los ejemplos y ni que decir del gran imperio romano, cuya más célebre conspiración fue la que se fraguó contra Julio Cesar.

Y en esta tierrita, consagrada al corazón de Jesús, “Chibchombia” para los jocosos, “Locombia” para los sensatos, y Colombia para el mundo, se han producido célebres conspiraciones. De hecho, por estos lares los conspiretas se cuentan a granel y en todas las áreas, pero especialmente en el camaleónico oficio de la política, en el que sobresalen por su astucia los más avezados personajes, que bien podrían ser los protagonistas de la tragicomedia colombiana.

Dichos especímenes se han caracterizado por su pertenencia a las altas esferas del poder y por su deslumbrante capacidad para camuflar sus intenciones, cambiando de bando según el rumbo que vaya tomando la marea de la política. Estos personajillos son capaces de defender con vehemencia postulados que con los años incluso llegan a olvidar, siendo ésta una de sus más notables características, —su “incapacidad” para recordar— , es decir, suelen padecer de un precoz alzheimer, que de la mano del más descarado cinismo los lleva a trasegar por la vida como si los demás mortales olvidaran sus andanzas.

Colombia, tiene en su haber verdaderos artistas de la conjura, empezando por el padre de todos ellos, Francisco de Paula Santander, al que bien podríamos bautizar como San Conspiretas. Es célebre su participación en esa fatídica noche septembrina en la que sorprendieron a Bolívar disfrutando de las mieles del amor con su amada Manuelita y por poco lo dan de baja, de no ser por una escapada fugaz como Dios lo trajo al mundo. De manera que Santander, al que la historia oficial venera como el “hombre de las leyes” , bien podría ser catalogado como el “conspiretas mayor” , o mejor, el “hombre de las conspiraciones”. Valga recordar que una vez muerto Bolívar, Santander regresó al país de su destierro por conspirador, para ser investido con todos los honores y los poderes que en vida no pudo arrebatar al Libertador.

Pero discípulos aventajados ha tenido San Conspiretas. Cuenta la historia que el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán —en 1948— , fue producto de un complot fraguado por la CIA y el gobierno al que llamaron ” Operación Pantomima ” , en la que seguramente algo habrá tenido que ver un verdadero maestro en la materia, —Laureano Gómez— quien años después tendría que abandonar la presidencia por una conspiración que llevaría al poder a Gustavo Rojas Pinilla. Éste a su vez sería posteriormente derrocado, gracias, como cosa rara, a una conspiración de todas las fuerzas vivas del país, incluyendo el mismo Laureano Gómez.

Sin lugar a dudas, el descendiente directo de este santo patrón, es un señorito que encaja perfectamente en la definición de lo que aquí se esta escribiendo, a saber, Juan Manuel —soy conspiretas y además volteretas— Santos. Este sí que es el campeón de los campeones, tan es así, que ha participado en los últimos gobiernos, salvo en el de Samper en el que se hizo célebre por su intento de sacar el elefante de Palacio. Al parecer, en su ambición por llegar al poder no ha tenido escrúpulos para cambiar de bando, desde “jugársela” por la paz, en la época de Pastrana, hasta criticar a Uribe al iniciar su primer mandato y después convertirse en uno de sus mayores aliados. También ha acudido a la difamación endilgándole a Rafael Pardo vínculos con las FARC, y un largo etc., etc., etc.