No había espacio para caminar, y por donde había, el lodo llegaba a las canillas… pero no era impedimento para las más de 300.000 almas rockeras, punkeras y metaleras que se disfrutaron del Rock al Parque, evento que cumplió 20 años sobre la ciudad de Bogotá, 20 años sobre los oídos de los amantes a estos géneros.

Por: Editorial El Clavo.

Viernes, sábado y domingo… dos fines de semana distintos. Así fue la programación de uno de los festivales de rock más grandes de Colombia, y como ha sido de costumbre, se realizó sobre el Central Park de Bogotá, el reconocido Parque Metropolitano Simón Bolívar, donde se albergaron tres tarimas: Plaza, Bio y Lago (Radiónika).

En cada tarima, las cuerdas de metal, los tambores y las voces gritonas se empezaron a escuchar en cada día a las 2:00pm, y se acababa a las 9:00pm. Cada tarima tenía la obligación de permitir que miles de personas saltaran, se metieran a los pogos, bebieran agua y cerveza, pero que ante todo se disfrutara cada acorde que sonaba ahí.

Una de las bandas más icónicas del festival fue la reconocida banda de metal sinfónico Epica que, desde Holanda, vino para poner a cabecear a miles de colombianos y extranjeros sus más icónicas canciones.

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También, bandas como Maldita Vecindad, 1280 almas, Kronos, etc., se dieron a la tarea de permitir que siempre las tarimas estuvieran llenas de sus fans, quienes, en algunas ocasiones, sólo iban por escuchar 45 minutos en vivo a su banda favorita.

Pero no sólo hubo música

La zona de emprendedores permitió que miles de rockeros y fanáticos fueran al festival sin nada, y regresaran con camisas, gorras, pines, pañoletas, discos y demás artículos que se pudieron observar en el festival.

Este espacio fue promovido para ayudar a esos emprendimientos que, garra a garra, permiten que el género global del rock siga esparciéndose entre los oídos de los demás, es por eso que fue tan importante el mantenerlo en sintonía con las tres tarimas.
La alimentación también jugó un papel muy importante del evento. Comidas de todo tipo, desde vegetarianas y veganas, hasta carnes y pollos de todo tipo de preparaciones. Los asistentes al evento pudieron encontrarse con una variedad de alimentos que los ayudaron a estar las 7 – 8 horas de cada día. Los precios fueron justos, no fueron caros, o extremadamente caros, teniendo en cuenta la calidad y cantidad de los mismos.

Y la logística…

Las personas lograron sentirse algo incómodas con el hecho de que, para pasar de una tarima a otra, había que recorrer varios cientos de metros, y no contentos con eso, también el fallo fue que, por la alta temporada de lluvia, los pasos entre el pasto se convirtieron en lodazales que hicieron que muchos y muchas se ensuciaran extremadamente.

Algo que tampoco fue muy incluyente fue la falta de señalización. Ninguna tarima tenía el nombre que le correspondía, y tampoco estaba señalizada la entrada desde otros puntos del parque Simón Bolívar, por lo que tocaba preguntar a las personas de logística, que tampoco es que estuvieran muy preparadas porque, en varias ocasiones, se les preguntaba cosas y no sabían o daban la información errónea.

A pesar de todo, el festival logró completar la expectativa por la puntualidad de los conciertos, y generó una gran participación de bogotanos, colombianos en general y extranjeros.