La memoria como cimiento de la identidad y la crítica histórica 

Por: Edwin Arcos

La humanidad ha sentido una profunda necesidad de plasmar sus experiencias, conocimientos, vivencias, deidades y creaciones mediante el lenguaje oral o escrito, asegurando así su perdurabilidad en la memoria colectiva a lo largo del tiempo. Es así que la evolución de la escritura ha atravesado diversos procesos e invenciones notables. Sin embargo, lo que deseo expresar en este espacio es que el acto de escribir y la actividad de recuperar el pasado, no solo nos permite adquirir una posición crítica, sino que también nos permite escuchar a las voces que han sido silenciadas o ignoradas. Esto nos posibilita revelar la verdad detrás de aquellos individuos que nos han sido impuestos por la fuerza como “héroes” y figuras centrales en nuestra historia y, gracias a ello, logramos cuestionar las narrativas preestablecidas, lo que, a su vez, nos ayuda a formar una visión más completa y crítica de nuestra propia historia y del mundo que nos rodea. 

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Además, en el proceso de transmitir la historia, la literatura se convierte en un instrumento eficaz para rescatar los eventos del pasado. A través de la recreación de hechos históricos, la invención de personajes y relatos, y diversas reinterpretaciones de la historia, no solo recuperamos la verdad de lo que no nos contaron, sino que también otorgamos nuevos significados a momentos cruciales del pasado. Por lo tanto, el pasado deja una marca tangible en el presente, y como resultado, tanto el individuo como la sociedad sienten la necesidad de volver a lo que ha ocurrido, con el objetivo de comprender las circunstancias actuales y, por supuesto, de mejorar el futuro. 

Por lo tanto, se puede afirmar que construimos nuestra identidad a medida que repasamos el pasado, resaltando la importancia de la memoria como el núcleo fundamental de las culturas, que emerge a través de las experiencias compartidas por todos los miembros de una sociedad. Sin estos recuerdos, las comunidades podrían quedar atrapadas en un ciclo repetitivo, tedioso, monótono y carente de sentido, posiblemente cometiendo los mismos errores, ya que solo se preocuparían por el presente inmediato. 

Sin la memoria, no podríamos tener una existencia real, ya que careceríamos de conciencia sobre nuestros actos en la vida. En la actualidad, es evidente que las memorias se repiten una y otra vez, sin importar cuántos años o siglos hayan pasado. Logramos avanzar para dar continuidad a la existencia y, de esta manera, asumir una mirada crítica sobre el mundo, nuestra historia y la forma en que hemos llegado al presente. 


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