Sin embargo, a veces es otro tipo de factores los que llevan a que este tipo de negocios informales se lleven a cabo… la pereza y/o el conformismo también es un factor del que nadie habla, pero que está más presente de lo que se piensa.

Por: Editorial El Clavo

Todos nos hemos topado en algún momento de nuestras vidas con vendedores ambulantes. Los hay variados, que efectúan desde la venta de cigarrillos y dulces, hasta los que venden machetes, cuchillos, incluso cobijas. Es una forma de rebuscarse la vida para esas personas a quienes el Gobierno, o la suerte, les ha dado la espalda. Sin embargo, a veces es otro tipo de factores los que llevan a que este tipo de negocios informales se lleven a cabo… la pereza y/o el conformismo también es un factor del que nadie habla, pero que está más presente de lo que se piensa.

El Clavo ha entrevistado a algunos vendedores ambulantes que han sido muy conocidos por el tiempo que llevan ejerciendo sus labores dentro de algunos lugares determinados de la ciudad. Se reservarán los nombres y las locaciones para proteger la dignidad de estas personas.

Armando lleva 12 años siendo vendedor ambulante de correas, billeteras, y todo tipo de accesorios de cuerina para ‘desvarar’ a las personas cuando lo necesitan. Sus artículos los compra en el centro de Cali, y todos los días se camina de un punto A a un punto B, el mismo desde hace 12 años, y siempre resulta personas que le compren.

Armando:

Al final del día, por malo que haya estado el movimiento, Armando siempre termina con dinero para pagar la pieza donde vive, y para alimentarse las tres veces del día.

Armando tiene 45 años, y aunque le han propuesto trabajo en tiendas, billares y panaderías, nunca acepta por el motivo de que dice que para él es mucho más fácil ser un don nadie, sin sueldo fijo que lo condicione a un solo monto cada quince días.

Leonor:

Una mujer muy carismática, siempre vestida con ropas de colores. Ella vende trapos, dulceabrigos, toallas de manos y de cuerpo. Camina ofreciendo siempre por los mismos lugares, y lo peculiar de esta mujer es que su forma más eficaz de vender la encontró en la mentira. Se hizo coger lástima una vez que la atropelló un vehículo y la dejó caminando con muletas un tiempo… sin embargo, después de unos meses no tenía que usarlas más y aún así sale a la calle con sus muletas a vender.

El Clavo le preguntó por qué lo hacía, si le parecía ético, pero su respuesta fue contundente “de alguna manera tengo que sobrevivir, y si así me gano mejor la vida, lo seguiré haciendo por y para mis hijos”.

Edwin:

Es uno de esos personajes que están en los barrios y que hacen de todo. ¿Necesitan un trasteo? él les ayuda. Arreglar algo de mecánica, también lo hace. Transportar en su triciclo trasteos de personas que se cambian de vivienda en el mismo barrio, y hasta botar escombros en algunas partes del barrio. Es un buen hombre, pero su problema es el alcohol.

Si al día se gana $30.000 haciendo trabajos, es capaz de gastarse $50.000 en licor. Pide prestado y luego paga con sus manos en trabajos que las personas necesitan. Se le ha ofrecido trabajo, e incluso ayuda, según narra un comerciante del sector, pero él no ha apoyado la causa. No la acepta. Si le dan trabajo, dice que tiene que regirse a un horario y no quiere dejar su licor.

Estas son algunas entrevistas de personas que, trabajando al día, también han encontrado otro tipo de ofertas laborales que son dignas, con salarios fijos y con contratos, pero que no han querido aceptar por el conformismo, la pereza o la conchudez.

Siempre se suele hablar de los vendedores ambulantes como una parte importante de la sociedad a la que hay que ayudar y generar apoyos económicos porque hay falta de oportunidades laborales pero, ¿en realidad es falta de apoyo? ¿es falta de oportunidades? Quizás encontraron en ese tipo de labores que ejercen una salida más rápida al sustento económico diario y a la sobrevivencia en un país como Colombia.

Siempre tienen que verse los dos lados de la moneda.