Por: Redacción El Clavo.

Esa ha sido una pregunta que muchas personas se han hecho, al pasar en u viaje en carro, en moto o en bus para la terminal, en el norte de Cali, o para quienes se dirigen hacia el noroeste de una forma rápida. Sobre toda la Avenida 2 norte con Calle 35, en esa esquina, un gran avión (en realidad es pequeño), colorea el parque con su nombre. Muchos lo ven, incluso se preguntan si alguna vez voló… pero pocos tienen las respuestas. Cambian los semáforos y el avión queda en el baúl de recuerdos de los y las caleñas.

La historia del avión:
A finales de los 70’, un exiliado periodista cubano José Pardo Llada, tuvo el sueño de llevarle a los niños pobres la posibilidad de ver un avión de cerca, de poderse montar en él, de sentirse pilotos y saludar a sus padres desde las ventanillas de un avión, por lo que se puso a la tarea de buscar qué loco le ayudaría a hacer su sueño realidad.
Como es bien sabido de un periodista, los contactos de influencia que tenía eran muchos, pero nadie le ayudaba a cumplir su meta, hasta que decidió llamar a un gran y viejo amigo suyo, al general Torrijos, quien era el presidente de Panamá en ese momento, quien le donó un avión que, según él, estaba para ser desvalijado, pero que aún podía realizar un último vuelo.
Se realizó el viaje, y un equipo de 10 ingenieros ayudaron al desarme del avión, quitándole sus alas para poder transportar el que sería el sueño de muchos niños en el norte de Cali.
En su traslado hacia el parque, se tuvo que quitar algunos postes de la ciudad, pero al final fueron mínimos, teniendo en cuenta el tamaño de un avión que estaba paralizando la ciudad por miles de personas que nunca habían visto una bestia metálica de tal magnitud desde tan cerca.
Se volvió a armar el avión, y los niños y niñas del sector se volvieron como locos. Armaron una escalera desde el piso hasta la cabina del avión, y en la otra puerta instalaron un resbalador. Era una gran atracción que trajo felicidad a miles de niños.

Los lunares del avión:
Aunque se instaló el avión y hasta se daban unas clases de escuela dentro de él, hubo dos épocas donde el avión estaba que se caía. Gracias al sol y al agua, el avión empezó a oxidarse. En las noches los habitantes de la calle se empezaron a subir para consumir drogas y camuflarse de la lluvia, y bajo la tentación se llevaban los artilugios que ahí adentro habían, como ventiladores para los estudiantes y partes del avión que se dejaron como adorno. El avión se estaba yendo.

Sin embargo, el avión empezó a ser tratado gracias a la administración del parque. Se instalaron cercas más altas para evitar que se ingresara en las noches y se dañara el avión, y se le echó una mano más de pintura. Los niños volvieron a ser felices, los adultos volvieron a ver el gran avión con recuerdos memorables en épocas donde la felicidad era tan necesaria en las familias.

Hoy en día, se recorren las calles del norte y ya el avión no es tan conocido. Se han perdido esas ganas de ver de cerca un avión. Ya es más fácil viajar en una gran bestia metálica, y olvidan al que en el 78 alegró a tantos niños. Hoy esos niños son adultos y recuerdan, con pasión y amor, cuando se montaron por primera vez a una gran máquina aérea.