Lo que seis personas eligieron.

Por: Óscar Mauricio Castro

Estamos en 2023, año electivo. Un año en el que muchos candidatos inundarán las calles con sus publicidades de campaña y donde veremos imágenes editadas mostrando lo idílico de sí mismos.

Esta pequeña historia podría pasar en cualquier rincón del país, ya que incluye nuestros rasgos característicos en cada elección: escoger la cara y no las ideas.

Así, con esta pequeña introducción, comenzamos la historia en un pequeño pueblo de la región andina, donde el domingo se realizaría el último debate frente a la iglesia del pueblo para presentar las propuestas de cada candidato.

Es una elección atípica debido al reducido número de aspirantes; en este caso, dos candidatos.

Por un lado, estaba el hijo del mayor comerciante del pueblo: Carlos. Un muchacho de 25 años que había iniciado sus estudios en Derecho, pero decidió dejarlo debido a sus problemas con el alcohol, ya que esto le generó constantes faltas de asistencia a clases.

Carlos, de un gran carisma, pero con algo de ego, era el favorito de las elecciones. Tenía el músculo financiero ideal para crear una campaña mediática que le permitiera ganar fácilmente sin necesidad de disponer de un buen plan de gobierno.

En la otra orilla se encontraba Johana, una arquitecta de profesión de unos 35 años que había dejado el pueblo hace 15 años para estudiar su actual carrera profesional; regresó hace 7 para radicarse definitivamente en el pueblo.

Johana trabajaba en remoto para una empresa canadiense dedicada a la construcción de casas prefabricadas y se encontraba actualmente estudiando un posgrado en vías y construcción civil. Para ella, el principal problema del pueblo consistía en la baja calidad de las vías con las que contaban. Al ser un pueblo de la zona andina, para llegar allí se debían bordear varias montañas, lo que practicante lo convertía en un circuito de rally extremo.

Los dos contrincantes se conocían desde el colegio ya que Johana fue escogida como la representante escolar venciendo a Camilo Orduz, un joven de carácter jovial que prometió una piscina para el colegio. Johana lo desmintió simplemente explicándoles que, en el mejor de los casos, una obra civil demoraría más de dos años en concretarse para un colegio público, y que el colegio no contaba con los recursos suficientes para financiarla.

Camilo renunció luego de escuchar el argumento de Johana, pues en el fondo no quería ganar ni ser representante del colegio. Su única motivación era saltarse algunas clases con la excusa de tener reuniones.

Para Johana, Carlos era un buen muchacho que tenía mucho potencial ya que contaba con el carisma adecuado para impactar positivamente, pero sentía que le faltaba aún preparación para afrontar el cargo.

Como en todo pueblo, la semana transcurrió lentamente. Las personas realizaron sus actividades diarias y así, a paso cansino y muy lento, llegamos al domingo.

El debate estaba previsto para las 7:00 p.m. Antes de la hora, todo el pueblo se reunió en la tradicional misa de domingo de las 6:00 p.m.

En la iglesia abarrotada, los candidatos se encontraban en la primera fila. Se sentían murmullos de ansiedad por parte de todos los presentes en la iglesia. El padre intuyó este ambiente y, a manera de récord del pueblo, esta sería la eucaristía más corta de la que se tenga registro. El padre simplemente agilizó lo que más pudo su tarea para comenzar el debate.

¡La mesa se colocaría frente a la iglesia y sería moderada… por el mismo sacerdote!

Luego de la bendición final, todos los presentes se dirigieron al frente de la iglesia expectantes del debate que estaba próximo a iniciar.

Carlos llegó primero. Se presentó con una camiseta de color fluorescente, unas gafas negras y grandes accesorios en sus muñecas. Con una gran ovación, fue recibido por los asistentes. Para nadie era un secreto que era el favorito a ganar, su carisma era impresionante y para muchos en el pueblo, Carlos era a lo que muchos aspiraban: tener dinero…

Johana llegó con un traje bastante elegante de color blanco, jeans negros y unos tenis blancos, su outfit denotaba una mujer profesional y moderna.

Una vez dispuestos los candidatos en sus lugares, el padre comenzó con las preguntas:

“Buenas noches, queridos candidatos, como pueden observar, todo el pueblo se encuentra aquí y me encantaría que me explicaran brevemente: ¿cuál será la bandera de su gobierno y de qué manera ustedes puedan ayudar a mejorar lo que el pueblo necesita?”

Johana inició su intervención: “buenas noches, querido pueblo. Quiero decirles que agradezco el poder estar aquí con ustedes y tener la oportunidad de darles a conocer mi propuesta para mejorar las vías de acceso a nuestro hogar. Creo que nuestro municipio se encuentra en una crisis de vías y esto ha llevado a que no podamos generar más dinero para el pueblo, al no contar con la infraestructura idónea para mejorar los tiempos de entrega desde aquí hacia la capital del departamento. Considero que si mejoramos las vías seremos mucho más conocidos, más prósperos y tendremos mucho más turismo que aumente nuestra calidad de vida y, sobre todo, podremos darle oportunidad y empleo a los jóvenes del pueblo que quieran quedarse y trabajar por un mejor lugar. Muchas gracias”.

Una parte del pueblo aplaudió la propuesta de Johana, pero, en su mayoría, se quedó en silencio esperando la propuesta del candidato Carlos.

“Bueno candidato, es su turno ahora. ¿Qué considera usted que necesita el pueblo?”, preguntó el sacerdote.

“Buenas noches, mi querido y amado municipio. A ustedes los llevo tanto en el corazón, que desde que me fui, siempre soñé con estar en esta plaza viéndolos a los ojos y no prometiéndoles, sino confirmándoles lo que voy a hacer”, sentenció Carlos.

“Este pueblo que me ha dado tanto y al que siempre que salgo menciono con gran orgullo, merece todo, y por esa razón, yo se los daré. A ustedes no les faltará nada y de mi parte siempre tendrán un amigo al cual recurrir cuando lo necesiten. Quiero cerrar mi intervención diciéndoles: conmigo no necesitarán nada porque tendrán todo. Muchas gracias”.

Una vez terminada la intervención de Carlos, la plaza entera vitoreó con gran algarabía, el ruido ensordecedor hizo levantar al sacerdote moderador para pedir algo de silencio.

Johana, con un poco de sorpresa, levantó la mano pidiendo permiso al moderador para refutar el mensaje de Carlos. El sacerdote le concedió el permiso con la condición de que fuera breve y respetuosa.

Johana aceptó y con un tono cortés, le dijo: “disculpe candidato, pero siento que en su intervención no dijo nada. Sería bueno que explicara realmente qué tiene su plan de gobierno”.

Carlos le respondió de una manera algo retadora diciendo: “típico de las personas que no ven más allá de lo literal. Yo prácticamente dije todo mi plan de gobierno, solo que no tienes la visión de verlo realizado”.

“UUUUHHHHHHH”, se escuchó en el fondo de la muchedumbre.

“Sí, querido pueblo, déjenme contarles una anécdota corta. Cuando yo era niño, Johana fue la representante del colegio y en su gestión evitó que nuestra amada institución tuviera piscina, ¿se imaginan, queridos paisanos, los atletas que nos perdimos por la poca visión de la candidata?”, intervino Carlos.

“Yo sí creo que entre ustedes estaría un gran nadador olímpico, pero la mezquindad de la candidata no lo permitió, así que no cometan el mismo error. Crean en mí.  ¡Un hombre visionario! Nuestro plan de gobierno lo iremos montando con el paso del tiempo, sin afanes ni egos”, concluyó.

“Perdón, pero uno no viene a aprender y menos a engañar a la gente”, refutó Johana.

Un gran chiflido se escuchó en la multitud y Johana entendió que el rechazo generalizado a sus propuestas le anunciaban una derrota el día de las elecciones.

Con algo de orgullo y estoicismo, se levantó y les dijo con gran determinación:

“¡¡Pueblo!! Yo tengo las mejores intenciones y el conocimiento para mejorar el municipio, sé que ustedes no me van a elegir, por lo que veo, pero quiero decirles y aprovechando que está el candidato Carlos aquí presente, que arreglen la vía de acceso al pueblo, solo me interesa mejorarlo, no el poder. Por favor no permitan que el olvido permanezca en nuestro acceso”.

Johana, muy acongojada, se retiró del debate, dejando servida en bandeja de plata la alcaldía del municipio.

Y así, con toda la euforia del debate aún a flor de piel, llegó el día de las elecciones y para nadie era una sorpresa que Carlos sería el ganador. Con un resultado de 3.500 votos contra 6, Carlos fue elegido alcalde del municipio.

Mientras tanto, Johana decidió tomarse un tiempo fuera del pueblo para evitar malos comentarios y hostigamientos por parte de los efusivos ganadores de la contienda.

El tiempo transcurriría y con el pasar del mismo también el mandato de Carlos.

El pueblo caería en una especie de congelamiento. Carlos fue conocido como un alcalde disperso. Se decía que solo iba una vez por semana a la alcaldía y siempre portaba gafas negras dentro de su despacho.

Los programas sociales eran inexistentes y solo se vería un aumento en el presupuesto en un ítem muy, muy particular. Carlos, en un momento de miedo por el aumento de las críticas a su mandato, decidió subsidiar a la mitad el precio de la cerveza en el pueblo, creando así un desajuste en programas importantes como la alimentación escolar de los niños del municipio.

El pueblo vivía en un estado de aletargamiento ya que se sentían solos y con la sensación de haber perdido tantos años en alguien que no dio la talla para el cargo que manejaba.

Johana aparecería dos años después pavimentando un tramo de la carretera.

Ella escogió dentro de los 58 kilómetros que los separaban de la capital del departamento, la zona con más baches de la difícil vía. Exactamente 6 kilómetros. Y lo hizo colocando una valla que sería un eco para todos en el pueblo y les daría una lección para futuras elecciones.

Así que, si van a dicho municipio, no se les olvide recordar a los 6 votantes de Johana, los 6 kilómetros pavimentados y la frase que despide este cuento tomada textualmente de la valla:

“Aquí usted puede ver lo que seis personas con visión creyeron que se haría… ¡¡y se hizo!!”