septiembre 17, 2019

Aunque para mí probablemente los vuelos interplanetarios no pasarán de ser un fantasía de ciencia-ficción, para muchos de ustedes serán una posibilidad real gracias al empresario Elon Musk. Su compañía SpaceX tiene un plan muy concreto para hacer realidad mi sueño de ir a Marte, el cual es un gran ejemplo de cómo usar datos para definir objetivos y maximizar las probabilidades de alcanzarlos.

Primero los objetivos estratégicos

Una buena técnica para definir objetivos estratégicos (el resultado que queremos lograr con nuestro esfuerzo) es respondiendo tres preguntas: QUÉ, POR QUÉ y CÓMO. En el caso concreto de SpaceX, su objetivo final es “habilitar a la gente para vivir en otros planetas” (QUÉ). En cuanto al CÓMO, se trata de “revolucionar la tecnología espacial manufacturando y lanzando avanzados cohetes y naves espaciales”. Pero lo que más me llamó la atención fue el POR QUÉ: “hacer de la humanidad una especie multi-planetaria”.

Posible distribución de una colonia humana en Marte. Fuente: SpaceX

Para mí es muy fácil visualizar que el objetivo de SpaceX estará cumplido cuando al menos una colonia como la de la imagen se desarrolle en Marte o en alguno de los mundos exteriores y que sea autosuficiente. Que tengan una panadería con pandebonos decentes sería un plus.

La motivación

Empecemos examinando el POR QUÉ. Analizando cuáles son los problemas más graves que afronta la humanidad, Elon concluyó que uno es el calentamiento global, por lo cual creó Tesla y SolarCity con la esperanza de disminuir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Otro problema grave es el peligro de que una súper inteligencia artificial (ASI) emerja, concluya que somos una plaga (no sin razón) y decida borrarnos del planeta, por lo que creó OpenAI y NeuraLink buscando suavizar el golpe.

Pero si los dos anteriores no nos aniquilan, queda el peligro de que un loco como Trump oprima el botón rojo equivocado, o que un meteorito como el de hace 12800 años haga el trabajo. Como discutimos en una columna anterior, es necesario repartir los huevos que tenemos por ahora en la misma canasta, por lo que “hacer de la humanidad una especie multi-planetaria” tiene todo el sentido y la urgencia del mundo como motivación detrás del objetivo de SpaceX.

El camino

En cuanto al CÓMO se podría lograr el objetivo de “habilitar a la gente para vivir en otros planetas”, una opción es ofrecer un premio de USD$10 millones al primero que vuele dos veces al espacio en la misma nave en menos de dos semanas, como lo hizo el Ansari X Prize en 2004. También se pueden escribir columnas en El Clavo sobre exploración espacial a ver si inspiran a alguno de ustedes a convertirse en el primer colombiano en pisar Marte. Ninguna de las dos parece estar funcionando.

Como la solución se necesita urgente, Elon decidió encargarse él mismo del transporte. Aplicó a la tarea una técnica llamada “primer principio”, que consiste en descomponer un hecho en sus causas o componentes fundamentales hasta que no dé más. Para llegar a Marte, Elon razonó que la única tecnología disponible por ahora es la de los cohetes a reacción (a menos que Bob Lazar tuviera razón), pero es tan costosa que no es práctica. Descomponiendo los costos, calculó que solo el 2% de un cohete correspondía a los materiales en bruto (que no podían descomponerse más en otros primeros principios), por lo que el restante 98% se podía disminuir descomponiendo y reestructurando los procesos de fabricación y haciendo cada cohete reusable.

Efectivamente, la industria aeroespacial no tenía ningún incentivo para disminuir los costos. La NASA les paga los costos más la utilidad, además de que la fabricación se distribuye en un montón de subcontratistas más pequeños, que sumaban su propia utilidad a la factura a cambio de muy poco trabajo real. Por eso SpaceX debió construir bajo un mismo techo todos y cada uno de los componentes de sus cohetes, desde sus tornillos hasta el software que los controla, lo cual se ve reflejado en el “manufacturando y lanzando avanzados cohetes y naves espaciales” de su CÓMO.

Por otro lado, gran parte de los costos estaban en que un cohete solo se podía usar una vez, algo tan ridículo como descartar un avión después de su primer vuelo. SpaceX innovó al llevar esta práctica de la aviación a la industria espacial, logrando que sus cohetes volvieran a Tierra después de dejar su carga en órbita. Innovaron otra vez al poner una flota de barcazas en el mar, cerca a los cohetes, habilitadas como plataformas de aterrizaje. Remolcar la barcaza con el cohete recuperado es mucho más económico que el combustible requerido para que el cohete regrese volando hasta la base.

Prácticas de este tipo están directamente alineadas con “revolucionar la tecnología espacial” de su CÓMO, que ha tenido el mismo efecto que Tesla, en el sentido de motivar al resto de la industria a esforzarse para no quedarse rezagada. Como resultado, los costos de cada lanzamiento ahora son 10 veces menores que hace 20 años. Nada mal para un objetivo que apenas se está desarrollando.