agosto 21, 2019

Ahora último retumba en mi cabeza con bastante insistencia, las palabras de pensadores, profesores y demás guías, espirituales o terrenales, que las decisiones que tomamos hoy en día, no son libres ni espontaneas. Es más, muchos de ellos con estudios y análisis en mano, han llegado a establecer que las decisiones o pensamientos que tenemos diaria y habitualmente, están condicionadas o influenciadas en un aterrador 90%.

Se los pongo así de simple; cuando van al supermercado ha mercar, o van al centro comercial de paseo, terminan comprando cosas que uno cree necesitar. Es más, comes helado, empanadas o cualquier mecato sin siquiera tener hambre. Compras camisas y blusas sin siquiera razonar la necesidad de las mismas, y además como te parecen que están en descuento y en buen precio, crees haber hecho una buena compra. Ahora entiendo porqué ponen música a todo volumen en los almacenes de ropa y grandes superficies, es obvio, para evitar que pienses y medites la estúpida compra.

Buscadores como Google, plataformas como Amazon, redes como Facebook e Instagram, utilizan sofisticadísimos algoritmos o fórmulas matemáticas, que predicen de una manera aterradoramente acertada, lo que supuestamente tú quieres buscar o adquirir; y con esa información, te llegan cientos de anuncios, noticias y artículos de manera sutil, pero apreciable para el cerebro humano, tanto como para lograr influenciarlo.

Es más, la tecnología que maravillosamente nos hizo la vida más confortable, saludable y hasta nos llegó a brindar bienestar, es la herramienta opresora del siglo XXI. Nos sugestiona con tendencias de moda, y la verdad me quedo aterrado al ver a mis amigos o conocidos de antaño mostrándose como los más exitosos ironman o ironwomanfascionistascelebrities y demás guevonadas que surgen, cuando en el colegio ni yoyo jugaban.

Les confieso y por eso me atrevo a escribirlo, también soy esclavo de los algoritmos y de las guevonadas.

Ahora, el tema es el siguiente, estas influencias o manipulaciones por pendejas que parezcan y que no queremos ver cómo nos afectan, están tomando unas connotaciones nefastas para la sociedad y para el individuo del siglo XXI. Nos han vuelto poco críticos frente a los verdaderos problemas, nos han logrado encasillar en las discusiones que ellos quieren que tengas y no las que deberíamos hacer. Los problemas reales son fácilmente distraídos y las soluciones que sabemos cuáles deben ser, nos la presentan como utópicas, irreales, radicales o extremas.

Recordemos que el Brexit en Reino Unido y la elección de Trump en EEUU fueron ganadas, en gran parte, por la manipulación de la información que sustrajeron de Facebook y otras redes sociales, permeando el discurso, las ideas y el pensamiento de los ciudadanos.

Es por eso que llamo a la siguiente reflexión, estamos en el punto de quiebre en donde hemos evidenciado que la tecnología y la innovación han sido la panacea del nuevo siglo; facilitándonos la vida, salvándola incluso, con novedosos y asombrosos avances, pero con un alto precio que pagamos por ella: la esclavitud de las ideas y los pensamientos, la manipulación del individuo ansioso por éxito y bienestar, y dejándonos peligrosamente al servicio de quien pague un mejor precio por nuestra información. Los mercaderes de ilusiones.

Ojo, construyamos nuestros propios criterios con base en los libros y el conocimiento, presentemos sin miedo nuestras ideas de sociedad y de individuo, cuestionemos con argumentos sopesados al estamento, y elaboremos alternativas y soluciones  a los problemas presentes y futuros. Convirtámonos en los líderes de nuestra propia transformación y, también elijamos bien a quienes deberán llevar las banderas del cambio.

¡NO MÁS GUEVONADAS!