octubre 16, 2019

Recientemente el antropólogo del London School of Economics, David Graeber, escribió un artículo titulado “On the Phenomenom of Bullshit Jobs” (El fenómeno de los trabajos absurdos). En su artículo, hace un análisis sobre la enorme cantidad de personas que pasan la vida entera en trabajos que consideran absurdos, tales como asesor de telemarketing, gerente de costos, evaluador de riesgos, gerente de calidad, estratega de medios, social media manager. Y además, señala: lo curioso es que las mismas personas aseguraban que sus trabajos eran absolutamente inútiles.

Pero en contraposición de lo absurdo que un empleo pueda ser, no cabe la menor duda, que estos son actualmente los mejor remunerados, es decir, los brokers de Wall Street, los asesores comerciales de entidades financieras o de fondos privados, los abogados corporativos o tributarios, los evaluadores de riesgos, los asesores en seguros, y un sin número de trabajos absurdos, son los mejores pagos y quienes se encuentran en el decil superior de la población más rica.

Estos trabajos tienen el poder de acumular riqueza, pero no la crean. No tienen valor agregado. Me explico, lo que hace un comisionista de Wall Street es lo siguiente: toma el dinero de alguien, generalmente es un banco o un fondo de inversión privado que ha obtenido de la captación o colocación de dinero de nosotros, y compra acciones u otro instrumento financiero o bursátil, a un precio bajo con la expectativa de vender en un mediano plazo, a un precio mayor y así ganar más dinero. Si se dan cuenta, el comisionista, lo único que hace es mover el dinero de otros, para obtener un beneficio futuro sobre la especulación de una rentabilidad futura que espera pueda obtener.

Estos trabajos absurdos no generan empleo, no incentivan la innovación, la productividad, la educación gratuita y de calidad. En vez de crear riqueza o aumentar la torta, lo que hacen es servirse una porción más grande de esta[1].  Por eso la desigualdad social aumenta a pasos agigantados. El desempleo sigue su paso demoledor, el agro se marchita y la educación es cada vez más mala.

En cambio los profesores, los campesinos, artesanos, filósofos, matemáticos, los bomberos y los que recogen la basura de las calles, por citar algunos ejemplos, son mal pagos. El estado y la sociedad de consumo los tiene relegados a lo más bajo de la pirámide social, y es frecuente escuchar cómo, día a día, deben lidiar con las dificultades que les acarrea tener un sueldo miserable, en condiciones poco dignas y con la incertidumbre de que en cualquier momento serán despedidos. Generaciones enteras de excelentes matemáticos, químicos, físicos, científicos, y más, se han perdido. Dejaron de soñar con llegar a Marte, colonizar la luna, o descubrir la cura a un sin número de enfermedades.

Es el momento de reinventar esto. Debemos empezar por reestructurar la educación sobre la base de nuevos e innovadores ideales, donde la historia, la filosofía, las ciencias y las humanidades sean el pilar de dicho sistema. Para que la rentabilidad, no esté atada a los trabajos absurdos, sino a aquellos que realmente aportan a la humanidad; a la generación de empleo, de igualdad de oportunidades. Para que así el pastel de la prosperidad sea mas grande y todos podamos comer un pedazo. Hasta los trabajos absurdos comerían más, pero nosotros también.

[1] Arcand , Jean-Lois y otros, Too Much Finance, IMF, Junio 2012.