septiembre 30, 2019

Por: Luisa Fernanda Hernández.

La historia de una fiel turista del sexo

Desde que la virginidad dejó de ser un tabú y el sexo se convirtió en la forma de mantener sano al corazón, he tenido claro que no dramatizo cuando de tamaño se trata. Bien dicen por ahí que no se puede jugar al fútbol si la pelota es de tenis. Y estoy más que segura que hasta Eros entiende de qué estoy hablando.

Lo peor que puede pasar en la primera cita aparte de tener que pagar la cuenta porque a él “se le quedó” la billetera, es tener una noche de pasión sin el arte del sexo y la suficiente excitación para devorarse uno a otro la piel, la carne y el alma. Es más, puede gustarte tanto como para sentir que tu madurez sexual y mental están a punto de estallar cuando te dice ¿lo hacemos? Pero puede no cumplir tus expectativas cuando ni siquiera adentro sientes absolutamente nada.

Si pudiera retroceder el tiempo exigiría una explicación de lo sucedido. Un before de su historial y por suerte una disculpa hecha figura masculina que calme las mismas ansias que surgieron en su cama esa madrugada. Ahora entiendo por qué la necesidad de apagar la luz y taparse con las sábanas para hacerlo más interesante.

De hecho, parecía todo tan impecable… En mi subconsciente estaba la imagen de un Christian Grey de 24 años transformado en un espíritu carnal que venía por su bella Anastasia para llevarla al orgasmo más esperado de todos los tiempos. Sin embargo, el panorama no fue nada alentador y aunque contábamos con la comodidad necesaria, la música ambiental y hasta velas, la situación estalló cuando me dijo ¿me ayudas a meterlo?

Por un momento creí en que aquel comentario no era oportuno. Pero, la biblia dice: ayúdate que yo te ayudaré. Así que escuché sus ruegos y continué con mi papel. Protagonismo que no sirvió porque hubiese sido más fácil el porno en casos como este. Pensé en cambiar de posición o tal vez intentar otras cosas para no matar la pasión. Pero no tenía ningún tipo de sensación y fue en ese momento cuando encendí la luz y vi que no se trataba de un Nacho Vidal ni siquiera en desnivel. Fue tal la sorpresa que solo pensaba en aquella escultura griega que veíamos allá en clase de historia y del que pocos sabemos el nombre.

Si de estética se tratara, diría que la imagen de su pene diminuto cambió mi vida. Y no contando con eso el fuerte olor a pescado me vetó el sexo oral por un largo tiempo. En definitiva, la situación más cerdosa y cruel que una fiel turista del sexo sobrepasó aquella noche.

Créanme, este drama es brutal. ¡Y por supuesto que me importa el tamaño! ¿Acaso a ustedes no?

Probablemente él no lo sepa, pero ese día mi experiencia sexual dio un giro de 180 grados, hasta tal punto de tener que preguntar en la primera cita qué tan ancho o largo lo tienen. Porque si de algo estoy segura es que muchas anhelamos una noche con las 50 sombras de Grey y no con esculturas griegas.